Capítulo 54

693 45 0
                                    

La tensión en la cafetería había subido un tanto, Teresa tomó aire decidida a cortarla de cuajo y después de recibir el visto bueno por parte de Encarna le soltó sin miramiento alguno.

T_ Hemos tenido la inmensa suerte de conocer a dos personas maravillosas, dos personas que te echan de menos... tus padres...

El gesto de Juan les demostró bien a las claras todo cuanto estaba sintiendo, una mezcla de alegría, mucho de temor, cierto alivio, mucho desconcierto. Ladeó un poco la cabeza, después con su mano derecha se acarició en un gesto intuitivo la frente para más tarde dejar escapar el aire que había de sobra en sus pulmones que se dio cuenta era mucho, con un fuerte suspiro. Después quiso hablar y tuvo que aclararse la garganta, se le había secado por la impresión.

En_ Bebe hijo bebe, nosotras sabemos que esto después de tantos años te iba a impresionar, pero... tus padres realmente te necesitan –él la miró incrédulo.

T_ Así es Juan... han sufrido mucho tu ausencia.

En_ Es más, cada día que ha pasado ha dejado surcos en ambos rostros... el sufrimiento vivido ha sido terrible hijo –Juan alternaba la mirada de una a otra desconcertado sin saber que decir.

T_ Hemos venido con la idea de que nos acompañes, de que los veas, de que los abraces.

Ju_ Pero... yo no puedo volver.

T_ ¿Cómo que no? –le preguntó con ese gesto de incredulidad que también sabía expresar Teresa.

Ju_ Ellos no querían saber de mí –trató de justificarse.

En_ Bueno... puede que su reacción no fuera la más adecuada pero... de ahí a que no quieran saber de ti, ¿qué padre puede dar la espalda a su hijo?.

Ju_ Ellos... fue lo peor que he hecho en mi vida, cuando les dije la verdad sabía que les estaba infringiendo un dolor que me estaba matando a mi mismo, jamás podré olvidar los ojos de mi padre... su mirada... todas las noches la revivía en las paredes de mi casa... –su tono era apenado.

T_ Tu padre es un hombre maravilloso.

Ju_ Puede –dijo aturdido.

En_ Carmen, tu madre sufrió un accidente muy grave –la mirada de Juan les hizo ver cuanto amaba a su madre-. Estuvo un año sin poder caminar, sin memoria, muy mal... ¿sabes que hizo tu padre? –miró a Teresa como dándole el testigo.

T_ Tu padre vino a Madrid a buscarte –Juan se tapó el rostro con las manos-. Y tu madre nos contó que cuando encontró los zapatos con los que vino, no tenían suelas.

En_ Esos son tus padres, ¿sabes que les mantiene el alma viva? –él negó con lágrimas en los ojos-. La esperanza de verte llegar un día.

T_ Juan... mírame cariño –lo miró con ternura-. Todos nos equivocamos y créeme que ellos han aprendido la lección.

En_ ¿Por qué nunca les diste una dirección?, no sé un lugar donde encontrarte

Ju_ Porque siempre pensé que no querían saber nada de mí –se apartó una lagrima y miró a las mujeres con pena mientras tomaba aire para contar su propia experiencia-. Me marché con dieciocho años, tengo treinta y seis, he vivido la mitad de mi vida temiendo decir la verdad por hacer daño a mis padres, y la otra mitad, viviendo una pesadilla por hacerles daño de verdad. Mil veces he cogido el coche para visitarles para decirles que les quiero, que les necesito, unas veces me desviaba antes de llegar, otras, pasaba de largo, fui cobarde porque los ojos de mi padre y el llanto de mi madre viven conmigo desde entonces día y noche

T_ Dales una oportunidad... ellos saben lo que es perderte y se mueren por recuperarte

Ju_ Se avergüenzan de mí

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora