Capítulo 40

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Las tres corrieron hasta la habitación, al entrar Natalia estaba envuelta en un sudor frío y temblores.

En_ Cuando he salido estaba bien –murmuró nerviosa Encarna

R_ Ha sido en nada, estaba mirándola y estaba tranquila, cuando he ido a acariciarle la he encontrado ya ardiendo

A_ Voy a llamar a Cruz. Debe estar cerca de los cuarenta.

En_ Dios mío lo que faltaba –juntó sus manos sobre el pecho

R_ Natalia cariño... hija... está tiritando

N_ Alba... Alba –la llamaba una y otra vez mientras se aferraba a la mano de su madre

Fuera una nerviosa Alba trataba de tranquilizarse, aquello no lo tenía previsto, y Cruz no le contestaba. Insistió varias veces pero no obtuvo respuesta. Apoyó su frente contra la pared en actitud derrotada, sus manos temblaban sin poder controlar el temor no de su estado en ese momento, su miedo era como quedaría Natalia, después de aquel tormento que sabía estaba pasando. Estaba sumida en esos pensamientos cuando notó una mano en su hombro, quiso retener las lágrimas pero no pudo, su castillo de naipes volvía otra vez a tambalearse. Se giró pensando que allí tendría el abrazo de su madre, pero quien estaba para entregárselo era Rosario. La estrechó con fuerza y sabía que era la primera vez que aquel abrazo era sincero, Alba así lo sintió y se derrumbó.

R_ Todo irá bien Alba, todo irá bien.

A_ Tengo tanto miedo –lloraba sin poder controlarse.

R_ Venga, desahógate y vuelve a la habitación, te está llamando.

A_ No puedo decaer –decía mientras con sus manos nerviosas trataba de quitarse las lágrimas de su cara-. Pero no soporto verla así

R_ Lo sé, por eso mismo, llora te hará bien –le puso su mano en la barbilla y le preguntó- ¿Qué te ha dicho Cruz?

A_ No estaba –suspiró con la respiración entrecortada debido al dolor que sentía en su pecho que no la dejaba respirar

R_ Venga ve, voy a llevar agua y le pondremos unos paños.

A_ Si. Gracias Rosario –le sonrió aún con lagrimas

R_ Ve, te necesita

Al entrar en la habitación vio como Encarna le hablaba pero Natalia dormía, tan solo repetía ciertas cosas que no lograban saber que. Se acercó hasta la cama y esta vez fue ella quien apoyó su mano sobre el hombro de una Encarna conmovida por la visión de Natalia que parecía completamente alejada de ellas. Nuevamente sufriendo, nuevamente en su mundo, en un mundo donde no tenían cabida para poder ayudarla.

A_ Vamos mamá –apretó su mano sobre el hombro

En_ Lo siento hija, pero el pilar de tu madre, también tiene derecho a resquebrajarse.

A_ Lo sé –se agachó y la abrazó-. Pero no quiero verte así

En_ Discúlpame soy una tonta –le acarició la cara mientras ella le quitaba un par de lágrimas que resbalaban por su piel

R_ Ya tengo el agua –llegó Rosario que parecía otra, dispuesta a todo por su hija.

A_ Será cuestión de tratar bajarle la fiebre así

N_ Alba...

A_ Estoy aquí cariño... estoy aquí

N_ No te vayas... no me dejes...

A_ Claro que no, tranquila estoy a tu lado, como siempre

N_ No puedo... no puedo –volvía a insistir con la boca seca

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora