Capítulo 7

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Los esfuerzos de Natalia al vomitar, despertaron a una alterada Alba, quiso entrar pero se había cerrado la puerta, se puso un camisón de Natalia pues no encontró nada de la ropa que había dejado al marcharse, una vez vestida se acercó a la puerta pues ya no la oía.

A_ ¡Nat!, ¿Nat estás bien? –le preguntó alertada por el silencio-. Déjame entrar, Nat déjame entrar –golpeaba la puerta y ésta se abrió, con los ojos vidriosos por el esfuerzo y un gesto de malestar salió Natalia con el albornoz puesto. Alba la ayudó hasta llegar a la cama y allí se sentó a su lado-. Menuda la cogiste mi amor, no sabes lo que me costó traerte –Alba le acarició el pelo con una sonrisa en sus labios.

N_ Ya, ¿y acostarte conmigo, te costó o te fue muy fácil aprovechando que estaba borracha? –su voz sonó con aspereza.

A_ Nat –murmuró aturdida.

N_ Es lo último que esperaba de ti.

A_ Pero si fuiste tú quien...

N_ Mira Alba –la interrumpió elevando su voz que se tornó nuevamente gélida, quiso continuar pero las ganas de vomitar le hicieron salir corriendo.

A_ No me lo puedo creer –murmuró nerviosa mientras con disgusto se vestía.

N_ No quiero verte Alba, márchate –le dijo irritada.

Cuando salió, Alba ya no estaba. Se sintió estúpida, terriblemente estúpida y lo único que supo hacer fue abrazarse a la almohada y aspirar el olor, su olor, reprochándose nuevamente su actitud y esa parte de ella que no la dejaba de una vez por todas decirle a Alba la verdad de sus sentimientos.

En el hospital, esperaba una impaciente Teresa, aún sobrecogida por todo lo ocurrido, los acontecimientos con la pareja la superaban. Así cuando vio a Alba entrar respiró aliviada aunque no tardó en darse cuenta que por la expresión triste que llevaba marcada en su rostro, nuevos problemas asomaban en él.

A_ Hola Teresa.

T_ Menuda cara me traes hija –ella no contestó y firmó-. ¿Natalia está bien?.

A_ Sí, estupendamente, tan borde como siempre –le devolvió el bolígrafo.

T_ ¿Qué ha pasado ahora?, no me digas más, anoche tuvisteis bronca –la miró adivinando el motivo de sus ojos tristes.

A_ Luego te cuento ¿vale?.

T_ No sé yo... no sé yo –movía la cabeza con preocupación.

B_ Hola Teresa, ¿oye has visto a Luna?.

T_ No –le contestó escuetamente poniéndose las gafas.

B_ Me tiene preocupada, con todo esto de Alba.

T_ Mira guapa te voy a decir algo, que no se hubiera metido donde nadie le llamó.

B_ Tú que vas a decir, si todo lo que hace la parejita te parece perfecto.

T_ Pero bueno... está niña es tonta –musitó con cara de sorpresa.

La mañana estaba llegando a su fin, Natalia se estaba recuperando poco a poco de su patético estado, había dejado de vomitar y se había duchado para despejar el dolor intenso de su cabeza. En la ducha el agua que corría por su rostro, se confundía con las lágrimas que derramaban sus ojos. No quería pensar, no quería darse por vencida, pero al mismo tiempo, necesitaba terminar con aquella difícil situación. Se pasó gran parte del tiempo sentada en la cocina ante una gran taza de café, miraba pensativa el vacío, estaba cansada terriblemente cansada, y aunque a esas alturas el dolor de cabeza iba remitiendo, no así el de su corazón. Estaba dispuesta a pedir ayuda, los consejos de Encarna eran los que debía seguir, pero necesitaba hablar con alguien más cercano a ella y a Alba, o de lo contrario se volvería loca. Estaba pensando en Teresa, cuando sonó el timbre de la puerta, levantó su cabeza y dirigió su mirada triste y cansada a la puerta. Por un momento sonrió pensando en la posibilidad de que fuera Alba, pero al abrir su gesto de sorpresa fue mayúsculo.

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora