Capítulo 64

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Al abrir la puerta entre juegos, se encontraron con la figura de Fermín plantado en la puerta, entonces no pudieron evitar ambas dar un grito de susto.

N y A_ Fermín...

F_ Siento si os he asustado, me disponía a llamar

A_ Lo siento... lo siento... es que... –vieron como el hombre sonreía tímidamente-. Ya estamos

F_ Os espero en el coche –se puso la gorra y se adelantó a ellas

A_ Hostia que susto –murmuró-. ¿Has visto la sonrisa?

N_ Sí –entonces se miró y miró a Alba-. Creo saber porque.

A_ ¿Ah si? –entonces la miró con gesto serio

N_ Yo llevo la falda metida por las bragas y tú, el escote por donde no es –le señaló con las cejas y se miró encontrándose que tenía el sujetador por fuera de su escote. Luego miró a Natalia que se estaba sacando la falda que se había metido en las bragas con las prisas y dio una carcajada. Mientras Natalia murmuraba-. Que fuerte, ¡qué fuerte!

A_ Dios mío que vergüenza

N_ Bueno... vamos al coche –decía nerviosa

A_ Si, ¡qué corte!

N_ Tú como si nada –le dijo con un ligero rubor en sus mejillas

A_ Te has puesto colorada –murmuró cuando abrió la puerta y salieron

N_ Vale Alba... pues si yo estoy colorada, ni te cuento tú como estás

A_ ¡Qué fuerte!; a nuestra edad y así de... de...

N_ Déjalo es mejor no ponerle nombre –sonrió tímidamente a la vez que Alba.

A_ Tú como si nada ¿eh?

N_ Vale

El camino hasta el coche era corto, pero se les hizo demasiado largo hasta llegar, una vez en el interior, ambas decidieron guardar silencio entre otras razones porque sentían vergüenza ante lo vivido momentos antes con el hombre adusto que era Fermín, les provocaba ese sentimiento por su seriedad y al ver en él aquella tímida sonrisa, les hizo sentirse más azoradas, ambas se miraban de reojo sin querer fijar sus miradas, así prefirieron disfrutar del paisaje que les rodeaba, del último regalo que les hacía aquel maravilloso lugar, donde parecía que nada les era ajeno, donde se habían sentido como parte de aquel lugar y parte de sus gentes, el recorrido que aquel viejo coche les estaba llevando a lo que iba a ser para ellas la vuelta a la realidad quisieron disfrutarlo por separado, aunque fue Natalia quien deslizó con cuidado sin necesitar mirar a su mujer su mano derecha hasta encontrar fácilmente la mano izquierda de Alba, quien le dejó enlazar con suavidad y ternura los dedos, así, dirían adiós a aquel lugar que les había devuelto la vida.

Justamente en la carretera pero que iba hasta ellas, se encontraban tres coches parados en el arcén, fuera de ellos se intercambiaron besos, abrazos y sonrisas sinceras de felicidad. Sobre todo, cuando salió Encarna del coche, todos los compañeros de las chicas fueron a saludarla.

V_ Yo no sé mi Encarna que secreto tiene para estar así después del susto que pasamos

En_ Un potaje que quita el sentido hijo, un potaje –le decía tocándole la cara con cariño

C_ La verdad que estás estupenda –la saludó Cruz

En_ Gracias... trato de estarlo

P_ Bueno... cuando digáis nos vamos

H_ ¿Ya estarán las chicas recuperadas? –preguntó Héctor ante la sonrisa de todos

V_ Tú tan boludo como siempre

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora