Capítulo 46

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Todas se miraron y rompieron en unas risas que desde hacía cuatro meses no se habían escuchado, sin saber ninguna la realidad, todas parecían más tranquilas, más relajadas, con una esperanza cada día mayor porque Natalia volviera a ser como antes.

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N_ ¡Vaya qué divertidas estáis! –apareció con gesto serio y mirada desafiante hacia Alba.

T_ Uy ya llegó la cascarrabias

N_ Te he oído Teresa –desvió su mirada repleta de enojo hasta ella

T_ No si no me escondo yo, ¿eh?, te lo digo a la carita esa tan bella que tienes, cascarrabias.

Ca_ Bueno... me voy antes que me dé un ataque de risa –sonrió-. Toma Natalia, a ver si duermes a esta criatura divina. Siéntate y te lo dejo

N_ No, no quiero... voy a esperar afuera a Alba

A_ ¿A mí? –la miró poniendo gesto serio, nuevamente aparecía la Natalia rebelde con ese desprecio a su hijo.

N_ Si, me prometiste que hoy nos íbamos a un lugar mágico

T_ Pues más te vale que te la lleves... así nos dejará tranquilas preparar la comida

R_ Va a ser lo mejor –susurró Rosario mientras se limpiaba la cara

N_ Me voy afuera, no quiero seguir escuchando más impertinencias, y me voy, porque os debo respeto y no os puedo mandar a la mierda, porque sino, os mandaba

A_ Natalia, espera –se apresuró a ir hasta ella y detenerla en la puerta-. Hace frío

N_ ¿Y?, ¿acaso te importa que me constipe?

A_ Sí, anda ven que te ponga el plumífero que traje –le sonrió mientras le ponía una manga, en el movimiento Natalia rozó su pecho y Alba sonrió tímidamente, al pasar la otra manga, lo que rozó fue su entrepierna provocando en Alba un tímido salto-. Natalia que te van a ver

N_ Si estuvieran en sus casas, no verían nada. Te espero, te doy cinco minutos

A_ ¡Qué marimandona te estás volviendo! –le dijo mientras Natalia con la muleta salía afuera-. Ya voy. Bueno... creo que es mejor que me vaya, desde que le dije del lago ese Carmen, se le ha vuelto una obsesión

Ca_ Es una maravilla, de jovencitos mi marido y yo nos perdíamos allí –sonrió pícaramente mientras le guiñaba un ojo a Alba

A_ Entendido –le devolvió el guiño-. Voy a preparar algo, no vaya a querer bañarse

R_ A ver si se va a constipar Alba

Ca_ No aquello es lo más sano que hay, es un paraje único que le da un encanto especial, seguro que lo vais a disfrutar

A_ No te vayas Carmen, nosotras te llevamos

Ca_ De acuerdo

R_ Voy a acostar al niño en la cama, creo que se nos ha dormido pero bien

Ca_ Si es que con mi delantera, ¡quién se resiste!

Todas volvieron a reírse.

Mientras hablaban dentro, Natalia se había sentado en el balancín, allí a su lado tumbado estaba el gato, aquel misterioso animal que siempre aparecía cuando más se le necesitaba, ella lo acariciaba con una sonrisa en sus labios, la mirada perdida en un horizonte único sintiendo como su corazón latía fuertemente de amor. Solo quería un día más, solo uno, ya tenía todo preparado en su mente, ya estaba todo dispuesto para poder hacer aquello que tanto quería. Al pensarlo, se acurrucó en su plumífero sintiendo el estremecimiento en su piel que le provocaba el amor.

Adiós Alba // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora