50. Felicidad a pedazos

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Pese a la presencia y la incomodidad que me provoca la mirada de Lucas, una sonrisa se forma en mis labios sin que pueda evitarlo, y así mismo se mueven mis piernas con premura en dirección a la figura de Gim que me espera con los brazos abiertos.

Me apresuro con torpeza a serpentear los obstáculos en el salón y no me detengo al llegar frente a él, sino que trepo a su cuerpo al que rodeo con mis brazos y piernas, con fuerza, efusiva, mientras beso una y otra vez, igual que él lo hace conmigo, su rostro. Tal vez lo lastimo con mi arrebato emotivo, pero Gim no se queja, y tampoco parece molestarle mi reacción a la que de inmediato se acopla, habituado como de costumbre. Hacía tanto tiempo que no lo veía y que no hablaba con él, que supongo que la presión que ejerzo sobre su torso y mi extraño actuar le resulta nimio y hasta divertido ahora que nos reencontramos.

—No me dijiste que venías —le reprocho, cerca de su oído donde mis labios se encuentran.

Él expone una risita cínica.

—Era una sorpresa, monito de jardín —alardea divertido, y deposita otro beso en mi mejilla.

Lo presiono con fuerza una vez más y, apoyándome antes en mi pie derecho, me apeo de su cuerpo para verlo a los ojos; él me regala una sonrisa cariñosa que le devuelvo, emocionada por tenerlo frente a mí.

Junto a Gim siempre hicimos buen equipo. Éramos los cuatro de lado a lado, un día y otro, imparables y desastrosos, y aunque nunca fuimos los mejores amigos, pues no teníamos la misma complicidad que con Lucas y Julieth, el hecho de que creciéramos juntos permitió que forjáramos un nexo compenetrado y muy bonito. Sí nos consideramos hermanos, de esos que se cuentan todo y que discuten de vez en cuando, pero que por sobre todo se cuidan y apoyan el uno al otro de manera incondicional. La cercanía de nuestros padres nos educó y unió de esa manera. Sin embargo, por alguna razón, con el tiempo, nuestro desarrollo y las circunstancias, creamos bandos; nos distanciamos un poco cuando cada uno eligió diferentes caminos y aficiones, además de una discusión en medio, y Belle y Lou se convirtieron en mis puntos cardinales, ya no habiendo espacio ahí para Gim que decidió pertenecer a otro mundo.

El hecho de que se desenvolviera en otros espacios, que eligiera incluso otro colegio, diferentes amistades y que finalmente se mudara de la cuidad para continuar sus estudios superiores, es la razón por la que tal vez ese vínculo se ha enfriado, aunque no el cariño fraternal que le tengo.

Siempre estábamos juntos, y ese distanciamiento absurdo desde nuestra preadolescencia se debe a que en algún momento a Gim se le ocurrió besar a Julieth. Lucas se enteró, discutieron a gritos y se aislaron por un tiempo, afectando a todos de manera involuntaria. Fue un drama enorme en el que la mona y yo nos vimos envueltas, yo por preferencia, por mi insistencia de mediar en el asunto, y ella porque no tuvo opción al ser la protagonista de ese dislate.

Ignoro todavía hoy si lo que sintió el castaño fue simple curiosidad o si de verdad le interesaba mi mejor amiga en el plano romántico cuando sucedió aquello, pues él jamás quiso enfrentarse a algo más, sino que prefirió huir para no estropear su relación con todos, con Belle y con Lucas, y por suerte, la disputa no avanzó mucho más. Afortunadamente nuestros padres no se enteraron; ellos recordaron quiénes habían sido siempre y el cariño que se tenían, se ofrecieron ambos disculpas sinceras y todos nos reconciliamos hasta que se marchó de la cuidad hace un par de años.

Pese a eso, y a que todo fue de cierto modo más apacible desde entonces, nunca tuvo sentido para mí esa muestra de cobardía; no la apoyo ni la apoyé jamás. No obstante, ahora que lo pienso puedo entenderla, o al menos tomarme de ella para analizar el comportamiento del otro cobarde. Creo que, incluso, su actitud responde a la que tomó también mi mejor amigo. Tal vez Lucas hizo lo mismo conmigo, probablemente por eso se alejó de mí hace meses, cuando empecé mi relación con Keanu, y hasta ahora me percato. Quizá todos los adolescentes de esta familia, a pesar de no compartir siquiera un gen recesivo, son más estúpidos de lo que aparentan.

Tametzona ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora