Me tomo algunos segundos antes de dar una respuesta, tratando de descifrar si es cierto que ella me contestó y no se trata simplemente de mis deseos por oírla dominándome al punto de instigarme a alucinar con su voz.
—¿Hola? —vuelve a hablar ella, confirmándome que efectivamente está al otro lado—. Un minuto te resta ya, ¿vas a seguir desperdiciándolo?
Me yergo en mi lugar, dispuesto a aprovechar el mísero pero valioso tiempo de su atención que me otorga. Veo que la gata está tan cómoda que no se molesta en mover su cuerpo ni un centímetro lejos de mí pese a mi agitación, aunque tampoco le doy mucha importancia. Creo necesitarla cerca, pero tampoco me interesa si se escapa justo ahora que no he tenido que hacerle mención para que Luna me escuche.
—Eso es muy poco tiempo incluso para ti —rebato con una sonrisa, que aun pese a su reticencia no puedo evitar esbozar.
Luna gruñe, aunque podría jurar que también está sonriendo. Me gusta pensar que todavía la conozco lo suficiente como para recordar e intuir cuál es la actitud que toma ante cada situación.
—No si es algo en específico de lo que quieres hablar, que es así como espero que sea porque como te dije no tengo mucho tiempo.
—Sí hay algo específico, pero eso eres tú. Sí sabes lo que significa, ¿no? Hablar de ti y tus historias interminables podría tomarnos días enteros.
—Pero no puedo ahora. Dime rápido, que la miseria me espera. —Me apremia insistente.
Ahogo una risa para no hacerla enojar muy pronto, porque además debería tomar el asunto con mesura, y decido engolfarme en lo imperioso, en lo que quiero recibir de ella.
—¿Por qué no puedes? ¿Es mucho pedir que me contestes con sinceridad cómo estás?
—Quizás es porque en realidad no quiero y no porque no puedo. Y sí, es mucho pedir. Primero, porque esto no te importa; segundo, porque hoy no estoy haciendo favores a nadie y lo haces lucir como un favor. Es uno, ¿verdad?
Suelto una risita, que se expande por mucho más tiempo del que debería y del que, además, seguramente Luna estaría dispuesta a soportar. Sé que me está dando unos segundos que estoy dejando perder, pero mentiría si dijera que no extrañaba demasiado esto y que no desearía hacerlo extender con la idea de que se asemeje a lo que era antes, a como éramos antes.
—¿Me responderás si digo que no lo es? ¿Qué tengo que hacer para saberlo?
—No te contestaré de todos modos ni lo sabrás. Ya debo irme, se te acabó el tiempo.
—Está bien. Entonces... ¿Podemos vernos mañana? Puedo ayudarte a salir de tu miseria si es necesario para que puedas reunirte conmigo, Princesita, o hundirme contigo si me dejas espacio —sugiero burlón—. No es territorio desconocido para mí.
—El hecho de que me llames así no cambia nada. ¿Y lugar para ti en mi miseria? —exclama un bufido, incrédula—. Olvídalo, búscate la tuya.
—¿No cambia nada, egoísta? —indago taimado, irguiéndome todavía más. Luna emite un sonido afirmativo en respuesta, aunque bastante falso a mi apreciación. Sé que todavía está sonriendo—. ¿Perdería si apuesto a que justo ahora sonríes?
—Todo lo que decidas sumar —acota ella con voz endeble.
Vuelvo a sonreír, triunfal. Su tono vacilante me confirma la quiniela que inicio conmigo mismo.
—Al contrario de lo que esperas, ya me considero ganador. ¿Puedes hablarme de lo que te tiene emocionada como premio?
—No aposté contigo, por supuesto que no lo haré.

ESTÁS LEYENDO
Tametzona ©
Novela Juvenil[COMPLETA]. La luna es, para algunos, simplemente un misterioso cuerpo celeste que se percibe suspendido en el cielo, y para otros va más allá de ser solo el brillo que se refleja a través del sol. Puede ser luz u oscuridad; ausencia o silenciosa co...