Cuando Lucas sugirió que deberíamos ir de compras antes de marcharnos pensé que tal vez se estaba olvidando de que también hay supermercados en Oregon. En mi opinión, hacer las compras allá podría haber sido más práctico, pero luego recordé que es él con su necesidad de orden, y que simplemente no quería dejar atrás ningún detalle pendiente no solo para no hacer pausas y desvíos innecesarios, sino para no perder el tiempo en eso que llamó una cita de cinco días para nosotros. Eso no me sorprendió, pero solo eso.
Aun si sé leerlo en demasía, creo que hay mucho de él que todavía estoy descubriendo, y es gratificante hacerlo de cerquita. Lucas no deja de sorprenderme, y por eso, durante el camino al establecimiento, no paro de repetirme hasta convencerme de que todo sentimiento que tengo por él, e incluso un posible enamoramiento, está más que justificado. Porque no es difícil acabar perdida por él, y no me siento culpable pensándolo.
Yo tal vez estoy cayendo, desarmada, y más rápido de lo que pensé por él.
Lo veo conducir. Continúa serio como en la mañana cuando salió enojado de casa, o como cuando fue a recogerme hace poco más de una hora a mi trabajo desde donde lo llamé, pues no tenía auto y me favorecía que él recorriera el lugar de regreso; apenas me ha hablado, pero sigue igual de bonito. Su ceño fruncido no opaca su belleza.
-¿Vas a estar con cara de culo durante todo el camino? Porque no me importaría ir sola si tú ya no quieres ir -miento, procurando oírme firme. Si bien antes quería cumplir la tradición familiar visitando esa cabaña, ahora realmente quiero hacer esto porque es con él, y porque él es mi plan-. Si no estás cómodo con esto no tienes que hacerlo, Lucas.
Él me mira un segundo antes de volver a la carretera. No muestra desagrado, no asiente; pero tampoco sonríe. Sigue impasible.
-Te prometí que iría contigo -resalta, tajante.
-Es decir, que solo es por compromiso -insinúo con un deje de decepción. No puedo evitar que mi voz salga quebrada, y supongo que él lo nota porque enseguida niega.
-Claro que no. En la mañana te dije que quería ir, y por si no lo recuerdas, yo parecía estar más entusiasmado que tú.
-Yo estoy muriendo por hacer esto contigo -aclaro, dramática. No me importa serlo si con esto consigo que deje de dudar.
-Sí, y por eso veo tus uñas desangrándose.
-Hablo en serio, Fuentes.
-Y yo no me estoy riendo.
-Pero estás siendo grosero y sarcástico, y jamás eres sarcástico conmigo. Me siento más estúpida que de costumbre.
-Lo siento entonces.
-No quiero que te disculpes, menos así, como si te estuviera obligando -denuncio. Él expone una negativa, pero aunque es firme, la eludo. Es cierto que no necesito sus disculpas-. ¿Puedes decirme por qué estás tan enojado? Si es porque estuve bebiendo anoche ya no hay razón para estarlo. Te prometí que no haría el ridículo en el trabajo y que sería responsable como siempre, porque me gusta y no pienso defraudar a nadie, y así fue. Estás siendo muy drástico.
-Y tú fuiste imprudente.
-¿Entonces sí es por eso que me odias y deseas que me atropelle un camión de pollos cagados?
No es mi intención en un inicio, pero es inevitable. Una calidez indescriptible me inunda el pecho al ver que mis palabras serias provocan en Lucas una larga carcajada: suave, discreta, varonil, y mi melodía favorita.
-¿Pollos cagados atropellándote? -Se ríe de vuelta-. ¿Qué demonios, Luna? ¿Yo soy el drástico? -replica cuando se recompone, pero vuelve a reírse apenas pronuncia el último vocablo.

ESTÁS LEYENDO
Tametzona ©
Ficção Adolescente[COMPLETA]. La luna es, para algunos, simplemente un misterioso cuerpo celeste que se percibe suspendido en el cielo, y para otros va más allá de ser solo el brillo que se refleja a través del sol. Puede ser luz u oscuridad; ausencia o silenciosa co...