Capítulo 22

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Manhattan, New York.

Fabrizzio

Los días pasan como pinturas inexpresivas de algún pintor sin talento. La sensación de algo tranquilo, amenazador y paciente que nos acecha, algo que podría estar frente a nuestras narices o no me perturba. Me inquieta como suciedad pegada a la piel, el no saber de dónde viene la amenaza, el miedo me corroe porque ahora tengo algo más que perder y las pesadillas son como navajas trabajando lentamente en mi humor y rasgando la superficie del animal que soy.

Mi temperamento ha estado al borde del límite estos días, no pienso explotar cerca de Marie, no se merece eso. La envié a su casa días después del atentado contra Evans y Katherine, supuse que quería pasar tiempo con su amiga ya que tuvimos una noticia tanto alegre como aterradora, Adam esperaba a su primer heredero. Ninguno de nosotros se tomó la noticia bien y mucho menos Adam, sabía que se lo ocultaba a Katherine, a la que le mostró una cara alegre pero debajo de esos ojos veía el terror puro. Adam no solo no estaba preparado para ser padre, sino que tampoco lo estaba para ser el padre del heredero y las consecuencias que eso llevaba.

El peligro constante a que se sometería ese bebe, el entrenamiento riguroso que tendría que soportar por ser heredero de la mafia italiana y tantas otras cosas que involucraba a tomar posición como Líder o como Padre, pero nunca ambas a la vez. Es por lo que pasó Alessandro con los tres, muchas veces su mirada de hielo nos traspasaba como cuchillo por mantequilla, Adam era al que más le dolía, pero Rosa siempre nos dejó ver que Alessandro siempre tendría que tomar un rol, Líder o Padre, nunca ambos. De eso dependería nuestra forma de vivir, de cómo nos defenderíamos y de cómo atacaríamos. Con el tiempo le dimos la razón, pero nada quita de mi memora las veces que encontré a Adam llorando en el baño con una almohada en la cara para que no se oyeran sus sollozos, como yo sé que él jamás lo olvidó.

Veo los pequeños puntos de nieves caer como cascada sobre las calles de New York, incluso con este clima hay una gran multitud despierta haciendo honor al nombre de la ciudad que nunca duerme. Mis pasos son perezosos, siempre me gustó esta ciudad a diferencia de Adam, hay tanto ruido que no te puedes oír a ti mismo ni a tus demonios.

Camino por las aceras blancas llegando a mi destino.

—Buenas noches Sr. Mussolini.

Respondo al saludo con un movimiento leve de la cabeza

El calor de la pequeña tienda envuelve mis manos enguantadas, meto una de mis manos a un bolsillo de mi gabardina negra para sacar un casquillo y dejarlo en cima del mostrador.

— No hay fabricantes en New Orleans que hagan este tipo de trabajo. — el anciano observa el casquillo y alza las cejas.

—Por supuesto que no, muy pocos en este negocio se dedican a grabar balas y ciertamente ninguno es igual, te diría que es mío si no fuera por el descuidado trazo de la espiral y la disposición asimétrica del dibujo. — devuelve el casquillo al cristal del mostrador. —sin duda es un trabajo de un imitador.

Me le quedo mirando inexpresivo.

—Alguien quería que vinieras a mí por alguna razón que desconozco, usted dirá si mi vida ha carecido de utilidad.

—Tu vida sigue teniendo valor para mí, Ansra. Hoy no es tu día de suerte, así que dile a tu amiga la muerte que puede sentarse a esperar. — me siento en una de sus butacas, el olor ha guardado con el aromatizante de pino artificial me hacen cosquillas en la nariz. Ansra había dejado claro mucho tiempo atrás que no le interesaba vivir y como único todavía seguía en pie es porque no había nadie que lo pudiera matar y quienes lo habían intentado yacían en algún lugar enterrado debajo del gran central park. — Esperaba que me dijeras quien pudo imitar tu grabado.

Loca Por Un Mafioso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora