Capítulo 34

3.6K 267 49
                                    


Florencia, Italia.

Marie

Llevo horas en el baño quitándome el olor a hierba y estiércol. La piel la tengo en llamas y llena de pequeños picazos. «Me dejaron como colador.» No entiendo por qué tuvo que explotar el avión si el pobre no tenía culpa.

Salgo de la ducha envolviéndome en el albornoz que cuelga cerca de la puerta y salgo a la habitación que me dieron al llegar a la pequeña cabaña de Fabrizzio cerca de la Mansión de los Mazzini. Según Fabrizzio por seguridad nadie de ellos sabe que me encuentro aquí, tampoco me importa, no conozco a nadie de aquí, pero era una de las tantas cosas que tendría que hablar con él. En un cerrar de ojo se ha hecho del timón de mi vida y al parecer no lo quiere soltar.

En la cama veo un pote de crema antinflamatoria con dos antihistamínicos con un jugo de manzanas y una nota.

«Es de mi siembra y lo hice yo. Trataré de volver lo antes posible y tendremos todo el tiempo para hablar. Para que no te aburras tienes toda la casa y alrededores a tu disposición al igual que los empleados.»

Lo único que falta es que su primito estuviera por aquí también, ruego porque no sea así. Nunca me había caído tan mal nadie apenas soltar media palabra. No lo soporto es algo que no está en mí. Y mira a Fabrizzio de una manera que no me gusta. A mi nadie me quita de la cabeza que le hace ojitos. Y con eso mi mente se trasladan a las fotos que me mostró de él con la estúpida de Jen y su desesperación por parecerse a mí, más bien me insulta con esas mechas descoloridas y ese trasero flaco. «¡¡¡Hay que odio!!!»

En medio de mi perreta mental una vocecita me dice: «¿Qué diablos te importa si hace menos de un día te la estaba enterrando Vladimir sin miramientos?»

«No me interesa, soy turista.» mi yo infantil contesta.

Sé que soy una persona egoísta y a veces me dan golpes pequeños de culpas, pero este no es uno de esos momentos.

Me termino de echar la crema y tomo mi móvil que se encuentra entre las cuatro pertenecía que me dejó cargar el estúpido en su inútil mochila. El móvil, el cargador, mi cartera y la bolsa donde se encuentra la cadena del diamante rojo.

Reviso si hay algún mensaje, de Brenda tengo un par y de Kathy solo un "escribe cuando llegues"

A pesar de que el estúpido me dijo que no me comunicará aun con el mundo, hablarle a Kathy y a Brenda no me matará. Le envío un par de mensajes diciéndoles que estoy bien y que decidí hacer una breve parada, aunque no especifique donde.

Me entretengo subiendo fotos a mi redes sociales de cuando estuve en Rusia y en mi galería encuentro una fotos de la espalda de Vladimir, se la había tomado cuando dormía.

Me muerdo el labio y muevo la cabeza en negación abriendo algún video al azar de ropa de diseño, me aburro casi al instante porque las marcas no están sacando nada que me guste. Había oído decir a Geovani que estábamos en Florencia, navego en el mapa para ver en donde coño he caído.

Y mis ojos se cierran al ver que estamos en un pueblito insulso de Florencia. Es que ni siquiera tiene un centro comercial. «Dios me libre de vivir en este hueco.» Suelto el móvil y salgo para recorrer la casa.

Un error muy grande por mi parte salir del aire acondicionado de la habitación. El clima está pegajoso y me dirijo a la cocina a buscar agua.

Los empleados se mueven como fantasmas en silencio y meticulosos. «Extraño a Brenda, siempre anda revoloteando con alguna canción entre sus labios.» Una señora se me acerca.

Loca Por Un Mafioso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora