Loca Por Un Mafioso©

Capítulo 24

New Orleans, Luisiana. (Apartamento de Fabrizzio)

Marie

— Casate Conmigo.

La neblina del orgasmo que danza en mi organismo se esfuma de inmediato ante las palabras de Fabrizzio.

¿Estoy alucinando? No, porque loca no estoy, bueno un poquito sí. Pero a tal grado tampoco.

Le doy rebobinar a los siete segundo en los que se entonaron esa petición una y otra vez convenciéndome de que si pasó. Caer en realización de que realmente pasó se siente como una cachetada con almohadas. Parpadeo varias veces procesando su petición.

Me incorporo con cuidado bajo el escrutinio de su mirada.

—¿Qué? —susurro encontrándome con sus ojos. Mis mejillas se sienten calientes y el corazón tamborea desorbitado.

Me alza una ceja ante mi falta de comprensión y mi actitud.

— Yo...

Me duele la mirada de decepción que transforma su cara al ver como empiezo a negar con la cabeza. Un nudo se forma en mi garganta que trato de bajar con tragos en seco.

— Lo siento, yo...

—Déjalo. No debí preguntar.

Se levanta recogiendo su ropa y yo me empiezo a vestir también. Se aloja una incomodidad entre los dos y siento la necesidad de explicarme. Pero las palabras quedan en mi boca cuando se va cerrando las puerta de un tirón.

Bajo corriendo las escaleras, lo topo al final de estas.

—Fabrizzio espera. Necesitamos hablar.

—No, ya lo has dejado bastante claro.

—Solamente dije que no, no me dejaste explicarme.

—Era una de las dos respuesta que podías haber dado a esa pregunta, y en lo que me concierne no hay nada que me puedas explicar que me haga sentir mejor.

El problema del ser humano es el maldito orgullo y algunas personas vinieron a este mundo con raciones extras

—No espera. —le tomo del brazo y este lo aparta de mis manos sin brusquedad, pero dejando claro que no quería ser tocado.

—¿Sabes cuantas veces he sido rechazado, humillado? Desde que tengo memoria, después de que me adoptaran nunca pasé por lo mismo y me juré que no dejaría que pasara de nuevo. Irónico que me pase con la persona de la que me enamoro. —toma una bocanada de aire y sus ojos están enrojecidos. — No sé en qué estaba pensando cuando te lo pedí. Tal vez todo fue producto de las endorfinas del momento. —su voz cada vez denotaba más enojo. —Tal vez los tragos se me subieron a la cabeza o tal vez debí dejarte en paz ese día en lago.

Niego con la cabeza con los ojos empañados. El recuerdo me viene como fotografías estropeadas. Estaba bañándome en el lago que colinda con la propiedad Mazzini, pero que formaba parte de la de mi padre, salía del agua cuando Fabrizzio se acercó con pasos desinteresados.

— Me sorprende que no seas tímida.

Me encojo de hombros mordiéndome el labio con unas cosquillitas en el estómago. Al mayor de los Mazzini le había estado echado el ojo desde que me lo presentó mi padre en una fiesta, pero siempre andaba rodeado de fulanas super culonas. Yo tengo lo mío que bastante es para una chica de mi edad, pero nada que hacer al lado de cirugías estéticas. Cada que había una fiesta, trataba de destacar para que sus ojos se posaran sobre mí al menos por un instante. El instante resultó ser miradas calientes que derretían mi cuerpo en cada club, antro o fiesta de gala en el que me lo encontraba. Y si, esos sitios con dinero e influencia pasaban por alto lo de ser menor de edad.