Capítulo 40

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Inspiro el aire limpio de la casa de Fabri en España. Gracias a dios salí de ese infierno disfrazado de paredes blancas llamado hospital porque ya me estaba hartando de que por lo único que me querían ahí era para evaluar mi estado psicológico. Mario dentro de unas semanas lo evaluarán para ver si le dan el alta. Yo espero que salga de ahí lo antes posible.

Enterarme de que Graciela murió a manos de ese asqueroso le añadió más leña al fuego. No era mi persona favorita en el mundo, pero aun así no merecía morir y menos de esa manera. El funeral fue corto y privado, nadie lloró y me alegré por ello. No quería ser la única con la cara seca. Su muerte es una perdida grande para la familia, pero no para mí. Cuando pienso en ella no siento nada. Me hace una mala persona, talvez, pero me cansé de fingir empatía. Estaba emocionalmente agotada, tratar de sentir de sentir algo porque sería lo correcto a este punto me parecía estúpido.

Por otra parte, Fabrizzio me ha dicho que tiene que reponer todas las horas que pasó en el hospital y que estará ocupado con el trabajo tanto legal como el ilegal. Lo que significa mucho tiempo a solas, para pensar como quiero retomar mi vida.

Empezando por mis estudios. Paso horas delante de la computadora viendo cuales son las materias que tengo atrasadas y cuales puedo adelantar ahora.

Varias tazas de café y un trozo de manzana después, doy por terminado mi tiempo delante de la computadora. La espalda me mata y los pies empiezan a latirme, las uñas no han crecido en su total forma, pero ya no hay peligro de que se me encarnen, eso sí, tengo que revisarlas cada tres días para descartar inflamación o enrojecimiento.

Me estiro caminando hacia la cocina, abro el refrigerador y para mi gran sorpresa está más vacío que un desierto. Pego mi frente en la puerta con el estómago gruñendo.

―Tienes que estar bromeando. ―me quejo todavía en la misma posición. Ni siquiera tengo un teléfono encima para ordenar a domicilio. Los de la casa no funcionan.

Una idea me golpea sacándome de la cocina para salir fuera de la casa, como era de esperarse Fabrizzio me dejó con un sequito de guardaespaldas. Alguno de ellos tendrá algún móvil que me preste.

Me encamino hacia la reja y se me ralentizan los pasos al ser más consciente del gorro que tengo en la cabeza y de lo que tengo debajo de él, o más bien, de lo que no tengo. Trago en seco y me doy bofetones mentales para seguir caminando.

―Buenas, me podrías prestar tu móvil, no tengo uno y necesito hablar con Fabrizzio. ― me felicito por que las palabras salieran sin titubear, pero no tan segura como me gustaría.

El hombre me mira de arriba abajo y hace una mueca despectiva.

―Si el señor no le dio un móvil por algo es. No voy a perder mi trabajo prestándome para que lo interrumpa.

Abro los ojos ante tanta falta de respeto.

― Esto es increíble...Misógino de mierda. ―exclamo dándome la vuelta, en eso veo a un niño montando bicicleta, miro a todas partes buscando a los padres. La casa de Fabrizzio está situada cerca de un vecindario, pero las casas están bastante lejos para que este niño ande solo por aquí.

Me acerco a la reja ignorando al misógino.

― Revoltoso ¿Dónde están tus padres? ― espero a que me responda.

Mira a mi dirección y pierde de vista el camino que tiene de frente y se tropieza con una piedra del camino. Se cae, salgo sin darle tiempo a los guardaespaldas que se me interpongan en el camino, lo ayudo a levantarse.

― ¿Estás bien? ―hablo en español. Su rodilla está lastimada y sus ojitos llenos de lágrimas.

Asiente con la cabeza.

Loca Por Un Mafioso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora