Capítulo 19

5K 353 30
                                    

New Orleans, Luisiana. Empresas Mazzini.

Fabrizzio

La reunión con los proveedores salió como quería, en estos momentos somos los primero de la lista en los mejores contrabandistas de armas. Siempre me ha gustado ser el mejor en lo que me propongo y casi siempre lo logro. A excepción con Marie, todavía siento que no soy suficiente para ella, que se merece algo mejor que yo, pero mi egoísmo no me deja ni siquiera pensar en dejarla libre.

Cuando me dijo que era ninfómana, no fue difícil de creerlo, sabía que le gustaba el sexo, suda sexo al caminar. Como también sé que ha tenido sexo con muchos hombre...

No vayas por ahí... 

El vaso de cristal se rompe en mi mano derecha. Lo desecho en el pequeño bote de basura que hay dentro de la Limo.

— Si...mejor pensar en cositas bonitas. —me digo en voz alta mientras saco el móvil y llamo a Marie. Su móvil da timbre, pero no contesta.

Alejo el móvil de mí y lo miro con el ceño fruncido. Me había costumbrado a que cada que timbrará respondiera, supongo que estará ocupada.

Vuelve a sonar y el número es desconocido. Cuelgo el móvil, nunca respondo a este tipo de llamadas.

—Señor ya llegamos. —me comunica el chofer. No tengo guardaespaldas como Adam, no los necesito. Me ha gustado siempre enseñar el dedo del medio a la muerte.

Me abre la puerta y me bajo frente un edificio que ha sido mi gimnasio durante 6 años. Donde me he roto las manos golpeando los sacos hasta desfallecer.

Entro al edificio, sacudiendo unas hojas que se engancharon al saco, me recibe el dueño Luciano Sinatra y mi entrenador personal.

—Hace varias semanas que no vienes por aquí, eso es raro en ti Fabrizzio.

—He estado ocupado con algunas cosas. —me dirijo al baño donde está mi casillero y me cambio de ropa.

—Ni siquiera preguntaré. Pero que sepas que unas señoritas vinieron a buscarte hace días. —dice Luciano mientras voy hacia el ring. Por señoritas sé que se refiere a las chicas con las que andaba.

—Se cansarán en algún momento. — me ayuda aponerme los guantes.

—Por cierto, Karla ha tenido un pequeño incidente con uno de los muchachos. —arrugo el ceño y lo miro para nada contento. — Tranquilo, le dimos un escarmiento que resultó en un operación a corazón abierto. Todos saben que nuestra doctora no se toca.

—Aun así, me gustaría haberle dado un pequeño empujoncito para el otro lado. —estoy furioso, pero más aun porque Karla no me había dicho nada. —Creo que cometiste un error en contarme, ahora me desquito contigo.

—¿Qué que te hace pensar que no lo hice a propósito? —es una de las cosas que me gustan de él. No le importa si está delante del mismo emperador, te trata como un igual, te guste o no. Con una sonrisa y los músculos contraídos me preparo para recibir y dar golpes.

Termino exhausto con unos cuantos moretones y la furia saciada. Después de cambiarme me dirijo a la clínica de Karla, no queda muy lejos por lo que voy a pies. Entro y me encuentro con la recepcionista.

— Buenas tardes, Señor Mussolini, la doctora está sin paciente ya le aviso que usted está aquí. —no espero a que ella levante el teléfono , entro a su oficina, la veo concentrada escribiendo algo a una velocidad impresionante. Levanta la cabeza y se relaja, no me había dado cuenta de lo tensa que se puso al abrir la puerta.

—Ay algo que se llama "tocar la puerta". —se recuesta al espaldar de su silla enseñando su exuberante escote con sus pechos bien formados y vultuosos.

Loca Por Un Mafioso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora