Capítulo 30

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Rusia

Marie Mcklain

Dejar New Orleans fue tanto un alivio como un golpe al pecho sin aviso. Sé que dejo algo que cuando vuelva puede que no sea lo mismo. Me aterra el pensar que lo mío y lo de Fabrizzio sea un "hasta aquí". Sin embargo, esto es lo que ambos necesitamos. Tratar de ver quiénes somos separados para saber qué podemos ser juntos.

Doce horas de vuelo le parten el trasero a cualquiera así sea en primera clase. No puedo quejarme de la atención recibida en el avión privado que me llevó a Rusia. Y no, no era el de Fabrizzio.

Flashback

Hacía unas horas había recibido una llamadas de una de las perras que almacena Fabrizzio en pequeños y bonitos departamentos, los cuales tienen que pagar abriéndole las piernas cuándo y cómo él quiera.

Supuestamente habíamos dejado nuestra forma de vida atrás al llegar a un compromiso. Creo que si no estábamos preparado para dejar algunas cosas atrás nunca debimos tomar este camino. Es por eso, por lo cual tomo la decisión de pasarme el tiempo que me queda con Katherine.

Su voz estaba mucho más opaca que cuando se fue dejándome un peso en el estómago y la sensación de que debí irme con ella desde el primer día.

La azafata regordeta y de mirada firme, me anuncia que me abroche el cinturón que estamos a punto de aterrizar. Una vez que me confirma que ya estamos en el hangar, bajo del avión. Podría haber esperado tantas cosas al bajar pero nunca lo que aguardaba a treinta pasos del avión.

Esperaba encontrármela a ella en el auto negro con cristales polarizados. Sin embargo, las puertas solo se abrieron para darme un fuerte e impresionante vistazo de probablemente el hombre más peligroso de toda rusia, Vladimir Petrovak.

—Srta. Mcklain me alegra que haya aceptado mi invitación.

Me mira como si yo fuese un pobre corderito listo para ir al matadero sin saber que de corderito no tengo ni un pelo.

Fin del Flashback

—Tu elocuencia no cambiará el hecho de que te tengo atorado en la garganta. —me acerco con pasos confiados y una sonrisa apretada.

A mi lo hipócrita no me va y se lo aclaro desde ya.

Me hace un ademán como todo un caballero para subirme al auto. Mi gusto por los autos me traiciona al babear por la belleza en la que monto. Quisiera decir que está bonito, peor es que es una puta maravilla convertible, hidráulico y blindado. Es un bebé al que no me molestaría en mimar todo el tiempo.

—Me hubiese sentido mejor si te hubiera dado "algo" realmente con lo que atorarte.—el aura peligrosa y dominante hace que se me seque la boca, pero no lo demuestro.

— Ingenioso. —miro con la mejor cara de indiferencia al viejo zorro que tengo al lado y muy cerca para el amplio espacio que había en los asientos trasero del auto. — pero ¿si te da cuenta de que estás insinuando cosas inapropiadas a la mejor amiga de tú hija?

— Soy yo, el que debería estar preocupado de que la mejor amiga de mi hija tenga una mente tan inapropiada en nada más que inocencia de mi parte. —Me mira con evidente diversión en los ojos. Ojos que me han tenido babeando desde que los vi. No puede ser natural ese tipio de color, un azul que no es azul y un gris que no es gris, la humanidad no ha inventado una palabra para ello, pero yo le llamaría ojos color problemas.

—Como sea. — digo quitando la vista de sus ojos. —¿Cómo está ella?

Su semblante cambia.

—No ha salido de su habitación en semanas, deja la mitad de la comida y no quiere hablar con nadie.

Loca Por Un Mafioso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora