Capítulo 42

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Las horas tienen las piernas amputadas cuando esperas por algo de manera intensa. Yo espero a que Fabrizzio llegue y me saque de aquí, pero sé que hasta que no se entere o me dejen hacer la llamada que me toca no se enterará.

Las cuatro paredes de la sala de interrogatorio cada vez las siento más pequeñas. El Detective Romanov se ha encargado de recitarme todos los cargos que se me imputan. No he hablado ni una sola palabra desde que me montó en el auto. Pude ver como escondía una pequeña sonrisa cuando preguntaba cosas y yo ni reconocía su presencia. ¿Me lo habré imaginado?

―Quiero esa llamada que me toca. No hablaré hasta la presencia de mi abogado. ―me cuesta horrores sonar clamada, pero lo logro.

―Bien, el teléfono está en el pasillo. ―me toma del brazo y me alegro que al fin suceda algo bueno.

La puerta se abre para dejar pasar a una mujer.

―Capitán. ― saluda el detective.

―Déjela en la mesa. Puede retirarse a descansar a su casa Detective, yo me encargo a partir de aquí.

―Íbamos camino al teléfono para la llamada.

―Todavía, cuando termine con ella podrá llamar. ― responde sentándose en la silla frente a mí.

Romanov parece dudar un segundo al darme una mirada que me hace encender las alarmas y ahora su compañía no parece una mala idea, pero nada puede hacer contra la orden de su capitán.

―Dije que no iba a hablar. Quiero hacer la llamada. ―reitero.

―Sabes que todo esto la incrimina más ¿no? Cuando la persona no coopera usualmente son por dos cosas, la tienen amenazada o es realmente culpable. ―se echa para adelante apoyándose en ambos brazos. ― Así que dígame. El señor Mussolini la tiene amenazada o es usted su ayudante.

El cuerpo se me enfría ante sus palabras, tan segura como si tuviera pruebas.

― ¿De dónde saca usted semejante novela de ficción?

―De su padre, fue el primero que cayó cuando denunciaron un desfalco inmenso en tu empresa y ahora él está cantando como un pajarito.

― Dejó de ser mi compañía hace rato. ¿Mi papa está aquí?

Niega.

―Protección de testigos. Lo pueden matar ahora que está hablando. Y lo que ha dicho de su propia hija lo deja un bastardo desgraciado ante mis ojos, pero uno que necesito pata hundir la mafia de esta ciudad incluso si te hundes con ella.

Trato de que le golpe que sale de su boca no me pegue de lleno. Lo van a matar, si es cierto lo que dice esta mujer va a terminar muerto. Trago en seco porque como sea, es el hombre que toda una vida he visto como mi padre.

― ¿Cuánto tiempo crees que se tomarán en mandarte a matar por pensar que estás soltando la sopa?

Sonrío negando con la cabeza haciendo que se altere.

― ¡Te vas a podrir detrás de las rejas si es que tienes suerte de vivir para contarlo!

No reacciono ante su amenaza.

― Cuando termine de gastar saliva lléveme para hacer la llamada. ― reposo mi cabeza en mis brazos cruzados sobre la mesa y cierro los ojos.

De pronto soy tomada de la nuca y gruño ante el dolor en mi cuello, me arrastran afuera de la sala y la estación esta despejada.

«Esto no es normal» pienso mientras me llevan a las celdas.

Me tiran donde hay dos mujeres de aspectos un poco amenazantes.

Loca Por Un Mafioso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora