Epilogue🥀.

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"Fallen Star", The Neighbourhood.
(Ya)

¿Alguna vez han pensando que morirían por una persona? Que de tan sólo observar su rostro le entregarías todo de ti, le darías todo lo que estuviera a tu alcance porque esté feliz..., todo. ¿Alguna vez lo han pensado?

Bueno, yo lo pienso a diario, todo el tiempo. Cada vez que veo su rostro. Cuando duerme sobre mi pecho todas las noches, respirando tranquilo, abultando sus labios en sueños y, ¿quién soy yo para negarle un beso entre sueños? O incluso cuando está mirando la televisión, sentando a mi lado, lanzándole palomitas de maíz a la pantalla del televisor por lo muy cliché que era alguna escena o situación.

Lo amo, desde siempre, cada instante de mi vida, cuando simplemente respira o sonríe. Sus orbes marrones tan vivos posándose sobre los míos, los mismo brillos de siempre, la misma ilusión... a veces pienso que no lo merezco, que es demasiado para mí y en algún momento se escapará de mis manos. Pero pese a todo, yo lo seguiría hasta el fin del mundo, hasta que mi cuerpo se vuelva polvo.

E incluso después.

Él es todo para mí, mi chico, mi luz, mi rayito de sol. En todos los tiempos que existan, en todos los universos, dimensiones, lugares... él siempre será mío, y yo siempre seré suyo. Hasta volverme polvo.

No hay nadie como él y nunca habrá.

Félix se desvaneció en mis brazos después de su transformación, al principio me alarmé pero no le tomé tanta importancia por el hecho de que estaba respirando tranquilo, como si se hubiera quedado dormido.

Lo cargué en mis brazos y lo llevé hasta el baño, pues estaba algo sucio con todo este desastre que ocurrió. Limpié su cuerpo con suavidad, cuidando de no perturbar su sueño que tanto necesitaba, más tranquilo que hace algunas horas.

Lo cubrí con una toalla y lo cargué de forma nupcial hasta la cama, cubriéndolo después con una de mis camisas y unos boxers. Lo tapé con las sábanas y mantas de la cama, buscando que no le dé tanto frío o no se resfríe.

Sonreí suavemente, admirando su rostro tranquilo al dormir. Su piel brillante de un tono caramelo, las pecas en su rostro haciéndolo ver aún más precioso y joven, sus labios abultados y rojos pareciendo totalmente sano. Gracias a su transformación todas sus heridas y maltratos que pudieron haberle hecho se sanaron en un parpadeo. Y así era mejor, sí los veía nuevamente enloquecería y buscaría a esos tipejos para darles una buena lección.

El sólo pensar que lo alejaron de mis brazos a al fuerza me enferma, me hace sentir colérico, por el hecho de que no pude hacer absolutamente nada para evitarlo. Me siento tan culpable, él sufrió tanto. No debió ser así, debí cuidarlo.

Agité mi cabeza en negación, tratando de vaciar mi mente de todos esos pensamientos que no me ayudaban para nada ahora. Lo importante era que Félix estaba bien, en mis brazos. Era todo lo que importaba ahora.

Abrí la gaveta de noche en aquella habitación que siempre solía usar Félix cuando se quedaba aquí, por lo de los entrenamientos forzados, y encontré su hermosa argolla. Después de que se lo habían llevado descubrí que estaba allí.

Lo tomé y se lo coloqué en su dedo anular, en su mano izquierda, dejando un beso suave en su frente, para después abandonar la habitación y dejarlo descansar correctamente.

Salí hacia el balcón en el tercer nivel de la casona principal de la manada, para tomar aire fresco. El sol se alzaba en el cielo y alumbraba algo opaco toda Seúl, puesto aún era muy temprano para que sus rayos ultravioletas hicieran de mi piel relucir cual diamante. Como diría Félix.

Take. Cһªⁿʟı×Donde viven las historias. Descúbrelo ahora