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Busan, Corea del Sur, 2021

Su respiración era todo lo que oía en la habitación, las pareces malgastadas y frías amortiguando sus jadeos por el gran esfuerzo que estaba poniendo en cada flexión que ejercía, su mirada fija en el suelo, sus músculos doliendo en cada contracción.

Jeongguk ya no era el niño de diecinueve años que entró a la cárcel por descuidarse al vender, cualquier que lo viera se asombraría. Su cuerpo aumentó exponencialmente en pura masa y fibras bien trabajadas. El asustadizo niño de diecinueve que era demasiado delgado y temblaba cuando cruzó las puertas principales de la penitenciaría hacia su nuevo destino, hoy cruzaría nuevamente esas puertas, pero ya no sería ese pobre mocoso.

Cinco años habían pasado, cinco años de dolor, golpes y entrenamiento. Cinco años donde no dejó de pensar en él. Su bebé.

A menudo se preguntaba cómo estará. Aunque intentaba no torturarse de esa manera, a veces lo hacía a propósito, se castigaba por haber sido tan irresponsable y haber arriesgado la vida de su hijo por un par de billetes. Pero eso ya no importaba, los años habían pasado y hoy oficialmente dejaría la prisión.

Tendría una vida nuevamente, Jeongguk ya había olvidado lo que eso se sentía. Se acostumbró a la sensación de estar siempre alerta que adoptaban en un lugar como la cárcel, se acostumbró a mirar con desafío a los demás, a no meterse en peleas ajenas aun cuando estás fueran injustas. Se acostumbró a ser un convicto que ahora no tenía idea de lo que haría afuera, sabía que le costaría hallar trabajo, el solo hecho de ser un ex-convicto ya era suficiente para que tiraran su cv al basurero. Por suerte hizo talleres penitenciarios desde su primer año adentro así que tenía una considerable suma de dinero para vivir por el momento, pero no era una opción estar desempleado.

Jeongguk aun quería buscar a su hijo.

Sabía que sería difícil acercarse a él, sabía que tenía que ser cuidadoso con todo. No sabía nada de él desde hace cinco años, pero -y aun sabiendo cuan egoísta podía ser al respecto- él lo encontraría y volvería a ser su padre, porque, por más agradecido que estuviera de que su hijo fuese adoptado por una familia, era su hijo y lo iba a recuperar.

Jeongguk tenía claridad de que tal vez el niño se hallaba mejor con alguien económicamente estable y que probablemente ya había creado lazos con su nueva familia. Pero, sinceramente, le valía mierda eso, él quería volver a ver a su hijo y nada lo hará cambiar de opinión.

— ¡Maldita sea, Jeon! —Gritó uno de los convictos desde la puerta de su celda. — ¿Hoy es el día?

Jeongguk hizo una última flexión y asintió, levantándose con sus temblorosos brazos y respirando con dificultad. Con su mano tiró su cabello negro hacia atrás, despejando su sudada frente y secándola con su brazo igual de sudoroso.

Miró al hombre, —Si, al fin saldré de este hoyo. —dijo, un picor en su voz que su compañero oyó y no tardó en sonreír.

—Admítelo, Jeon, nos vas a extrañar. —dijo.

Un chico igual de acuerpado que Jeongguk llegó a su lado y lo tomó de la cintura posesivamente. Jeongguk rodó sus ojos por tal acto, recordando años atrás cuando recibió una paliza por hablar con el que ahora se sonrojaba y escondía en el cuello del más grande.

—Jeon. —le saludó.

Jeongguk asintió hacia él, —Kim. —le saludó de vuelta, su tono tan frío como el de su compañero de celda, aunque ambos en realidad se tenían un cariño. Pasaron por mucho juntos en esos cinco años y definitivamente Kim era alguien que Jeongguk nunca olvidaría.

𝐉𝐀𝐈𝐋 •*ᵎ GgukminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora