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Jimin no había pegado un ojo en toda la noche, pensando en el repentino mensaje que Taehyung le envió. Le había tomado por completa sorpresa, y su cuello no había dejado de palpitar, su ojo de temblar y sus manos de sudar desde que había leído los mensajes.

Era la dirección de Jeongguk.

Miraba el móvil, sin moverse, leyendo una y otra vez la dirección de la que Taehyung estaba seguro, era de Jeongguk.

Y se supone que debía estar feliz por ello, por tener por fin después de días su paradero. Pero Jimin no se sentía así, por el contrario, sentía impotencia, rabia y dolor, y quería gritarle y buscar respuestas, quería empujarlo y llorar. Se sentía un niñato por eso, pero no se sentía culpable, Jeongguk le había dejado sin ninguna explicación y si tener los huevos suficientes de decírselo a la cara, y lo peor de todo es que justo la mañana anterior Dakho había vuelto a preguntar por Jeongguk, y Jimin ni siquiera supo que decirle.

Lo había visto cabizbajo, sin ganas de siquiera ver Ironman, rechazando dos veces a Jimin cuando le proponía verla con palomitas. Y podía ver que evitaba preguntar sobre Jeongguk, que hace mucho había dejado de preguntar sobre Chanyeol y eso solo partía más el corazón de Jimin.

Habían hecho promesas rotas que involucraban no sólo su corazón, sino también el frágil corazón de Dakho.

Y por un momento pensó en borrar el mensaje y seguir con su vida, asumir que Jeongguk se había decidido a irse y seguir criando de Dakho por su cuenta, después de todo, había sido así desde un inicio. Pero tenía esa vocecita en su cabeza, persistente y casi suplicante, diciéndole que no tenía sentido la nota, que Jeongguk jamás pensaría algo así, que no creyera en ello y fuera por la real respuesta que merecía saber.

Jimin en el fondo aún creía que Jeongguk le amaba, y que había algo extraño en todo eso.

Pero también se sentía muy dolido como para ir en busca de Jeongguk, porque siempre se prometieron que resolverían las cosas juntos, y que él haya decidido irse cuando hubo problemas solo le hacía saber que no confiaba lo suficiente en Jimin. Y mierda, eso sí que dolía.

Mordió su labio con fuerza, dejando que las gotas de agua calientes resbalaran por la piel de su espalda, y aguantó el sollozo, sin dejar de pensar en aquel día de la pelea y la promesa de Jeongguk. No más secretos, había prometido él, pero no había sido capaz de cumplirla.

O tal vez Jimin le estaba dando demasiadas vueltas al asunto y en realidad Jeongguk decidió irse porque no era su mundo.

Jimin ya no entendía nada, lo único que sabía era que debía terminar de ducharse para vestir y desayunar a Dakho. Tenía que llevarlo a la escuela y luego irse al trabajo, no tenía tiempo de pensar en Jeongguk y su decisión, tenía responsabilidades más importantes que eso.

Así que se terminó de quitar el jabón del cuerpo y cerró el grifo, tomó la toalla y se secó rápidamente, envolviéndola en su cadera antes de salir del baño, ya había duchado a Dakho y le había pedido si podía vestirse en lo que él se bañaba, porque iba contra el reloj y debía hacer todo lo más rápido posible. Sin Jeongguk su vida se había desordenado por completo, tuvo que escoger un nuevo horario para levantarse, organizar su mañana para alcanzar a dejar a Dakho a la hora y llegar justo a su trabajo, y luego tomar su hora de almuerzo más tarde para poder ir por Dakho y dejarlo con él en la oficina hasta que daban las ocho -a veces más tarde- y podían volver a casa.

Todo era un desastre, pero Jimin hacía lo mejor que podía.

Incluso ya había contactado a una niñera que vendría mañana por la tarde para cuidarle a Dakho y así poder reordenar nuevamente sus tiempos. Se sentía agotado, la espalda le dolía, sus ojos ardían, sus piernas temblaban ligeramente y lo único que quería era tirarse a la cama y dormir.

Pero todo lo que hizo fue vestirse lo más rápido posible, buscando lucir presentable y corrió a la pieza de Dakho, lo ayudó a terminar de vestirse, secó su pelo y luego bajó con él en sus brazos, le preparó un desayuno rápido y en lo que comía preparó su colación, su mochila y su propio portafolio.

—Appa, él no va a volver, ¿Verdad?

Sus manos que cerraban su portafolio se congelaron ante el murmullo de Dakho, tan despacio y débil, pero Jimin le oyó, su voz temblorosa y vulnerable. Se giró con suavidad y lo miró, Dakho jugaba con la cuchara en el plato de cereal y sus ojos lucían cabizbajos, y cuando los alzó para mirar a Jimin, había lágrimas en ellos.

El corazón de Jimin se rompió, y por un instante odió a Jeongguk.

—Mi amor. —Se acercó a él y se agachó a su lado, acariciando su cara con suavidad. — Lo siento tanto.

No iba a mentir más, ya estaba harto de eso. Si Jeongguk realmente lo había dejado, no tenía caso mentirle a Dakho.

— ¿Por qué? —preguntó él, repostando hondo y hundiendo las comisuras de sus labios.

Jimin ladeó su cabeza y hundió sus cejas, —No lo sé. —Pestañeó rápido para evitar llorar. — No lo sé, vida mía, pero ahora tú eres todo lo que tengo, y necesito que entiendas que yo jamás me iré de tu lado.

Dakho sollozó, abrazando los hombros de Jimin y llorando en su hombro. Jimin sobó su espalda y cerró sus ojos, dejando caer las lágrimas que había retenido desde que leyó el mensaje de Taehyung.

Esto había sido suficiente, ver a Dakho completamente destruido por Jeongguk había sido suficiente para que Jimin se decidiera a buscarlo y pedirle una explicación, incluso si ahora mismo no tenía ganas de volver a verlo, si tenía ganas de mandarlo al demonio, si incluso quería gritarle que lo odiaba.

Ya nada de eso importaba, porque Dakho merecía su respuesta, y Jimin se la daría a como dé lugar.

...

Estacionó y se inclinó hacia el parabrisas para mirar el viejo edificio frente a él, miró a su alrededor y respiró hondo. Si era sincero, Jimin jamás había pisado esta parte de la ciudad.

No había casas grandes, ni carros de lujo, ni mucho menos calles limpias. Aquí había basura, animales durmiendo en las esquinas, gente tirada en las calles, encapuchados con ojos alertas, un aroma extraño y la sensación de estar en un mundo completamente distinto.

Jimin se bajó de todos modos, cerró bien el auto y miró el número del departamento en el mensaje. 406, leyó y asintió, miró a sus lados nuevamente y caminó rápido, un poco asustado de haber venido a un lugar tan peligroso, pero aquí estaba Jeongguk, y Jimin necesitaba encontrarlo.

Entró al edificio, olía a humedad y a tabaco, no tenía ascensor ni tampoco recepción. Jimin miró las escaleras y subió despacio, apretando  sus manos al oír gritos provenir de las habitaciones. Realmente tenía miedo, no tenía idea de dónde estaba y aunque Taehyung se había ofrecido a ir con él, Jimin necesitaba hacer esto solo.

Así que siguió subiendo, sin tocar la barandilla o cualquier parte del edificio hasta llegar al cuarto piso, las puertas incluso lucían mal cuidadas y habían tantas grietas en las paredes y techo que Jimin temió que se cayera en cualquier momento, pero no tuvo tiempo de pensar en ello, no cuando caminó lento mientras veía los números en las puertas rojas hasta llegar a la 406.

Respiró hondo, armándose de valor y dando tres fuertes golpeteos en la puerta roja, no había mirilla y agradecía eso ya que no había manera de que Jeongguk supiera que se trataba de él.

Volvió a golpear y mordió su labio casi con brusquedad ante la ansiedad que le invadió, y cuando estuvo por golpear una tercera vez, la puerta se abrió.

Ahí estaba.

Desaliñado, ojeroso, pálido, ojos rojos y labios secos.

Lo miró con sorpresa y Jimin sintió su garganta apretada al tenerlo nuevamente frente a él.

—Jimin... —murmuró.

—Jeongguk. —dijo firme.

𝐉𝐀𝐈𝐋 •*ᵎ GgukminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora