Capitulo -13

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La quería y mucho, pero ella no lo sabía. Como anhelaba que fuera como antes, pero simplemente no podía ser. Aprovecho esa oportunidad, para hacer algo que quería también. Le beso la mejilla, para luego apartarse solo un poco, para besarle los labios. Se apartó de nuevo, y volvió a poner su frente contra la de ella, solo pensando, solo recordando cuando ella respondía a sus besos.

De pronto sintió como una mano se posicionaba en su pecho. Hana había recobrado la razón, y uso esa mano para empujarse así misma, lejos de Daishinkan. Estaba asustada, pues al despertar sintió el Ki de Daishinkan a su lado, estaba al otro extremo de la cama, mirándolo como una presa ve a su cazador, aterrada y acorralada contra la mirá de una escopeta. Al menos así lo sentía ella.

Daishinkan se sentó rápidamente, para que bajara la guardia, pues estaba aterrada y en alerta. Pensaba que él le iba a hacer algo, o solo le daba miedo estar ante la presencia de él, y de paso la forma tan repentina, pues lo primero que sintió al recobrar el sentido, fue el Ki de Daishinkan, y al abrir los ojos, verlo casi sobre ella. Los angeles no violan el espacio personal de otro, nunca se tocaban ni nada por el estilo, mucho menos se demostraban cariño, pues sentían unos por los otros, respeto o admiración, incluso decoro.

- Tranquila - le dijo luego de sentarse - ¿Estás bien? - le pregunto, mientras tenía ambas mañana sobre el regazo, y miraba con una sonrisa, pero en sus ojos se notaba un poco de preocupación. La miraba buscando algo en la mirada de ella, como si la buscará a ella misma, a la parte que se había pedido.

- Si.... Creo - le respondió en voz baja, como meditando el por qué a él le importaba el estado de un ángel cualquiera, pues todos lo angeles son iguales para los superiores, a ninguno se le guarda especial aprecio.

No podía preguntarle ni mucho menos reprocharle, por qué estaba tan cerca de ella, pues no tenía ese derecho ante Daishinkan, y Daishinkan no tenía por qué explicar sus acciones ante un ángel cualquiera. Claro, si ella le preguntaba, él le daría una explicación razonable, pues para él era suya, única y a ka cuál guardaba aquellas excepciones. Pero simplemente no le pregunto, lo que le ahorro buscar una excusa para lo que hizo. Ella no supo de los besos, y así era mejor, pues podría provocar otro choque de recuerdos a su ser.

- Eso es una exelente noticia - le comento con una sonrisa amistosa pero pequeña, aquella que hacia de forma discreta cuando algo lo enternece.

- Señor Bills, Calmese - le pedía Whis a el nervioso dios gato, que sudaba mares salados.

Estaban en aquella sala donde peceras gigantes, adornaban el lugar, dejando unos juegos de luces que de ellas salían.

- No le van a hacer nada al universo - le aclaro Whis luego de suspirar en señal de agotamiento de paciencia.

- Eso espero, si algo le pasa al universo ¡Todo será culpa de ese par de idiotas! - grito algo enojado, echándole la culpa a los Saiyajines.

- Guarde silencio, señor - le indico Whis, tras poner su dedo en su boca, en aquella señal de silencio - No valla ser que mi padre y el señor Adriel se enojen por su imprudencia.

- Todo es culpa de ustedes, par de soquetes - susurro Bills apuntando a el par de Saiyajines.

- ¿Y que hicimos ahora, señor Bills? - Pregunto en ingenuo tono, Goku.

- Ustedes tiraron tierra sobre mí - les explico - si no hubieran hecho eso, nada de eso hubiera pasado - los culpó de la situación.

- Ay señor Bills. No quiera echarle la culpa a otros, de su imprudente lengua que no pudo controlar - le reprocho Whis a Bills.

En la habitación, Hana aún se mantenía un poco asustada por la presencia de Daishinkan.

- Acércate, no te voy a hacer daño si eso es lo que crees - le dijo Daishinkan en un tono sereno invitándola a salir de su rincón.

Hana temerosa se levantó, para luego de eso, dirigirse hacia otro lado de la habitación. Daishinkan se levantó también, queriendo hacercarse a ella, pero vio que en el momento en que dió un paso hacia ella para aproximarse, ella retrocedió un par.

Daishinkan suspiro ante éso, pues parecía guardarle más temor que el de un principio. Se detuvo y miro hacia la puerta, y desde allí, llamo a Adriel, que pacientemente esperaba fuera de la habitación.

- Dígame, Gran Sacerdote - le dijo al entrar.

Hana en el mismo momento en que vió a su creador, se sintió un poco más aliviada, pues ella a él, le guardaba especial aprecio, pues era de alguna manera, como su padre, pero sin llegar a serlo literalmente.

- Dame el estado de Hana - le pidió llevando sus manos tras la espalda, para retomar su postura firme y habitual.

- Enseguida, Gran Sacerdote - le dijo mientras se aproximaba hacia Hana. Ella en total confianza, si lo dejo a él hacercarse, pues no vio peligro.

Adriel hizo lo mismo que había hecho varias horas atrás, puso su dedo índice sobre la frente de Hana, revisando que las memorias de está, estuvieran a salvó, y sin ningún daño colateral, o que su cuerpo hubiera sufrido algún cambio tras esa perdida de conocimiento. Todo estaba en orden, era como si todo hubiera vuelto a su lugar después de esa sacudida de recuerdos. Los que recordaba ordenadamente se mantenía en su lugar, y los que no, permanecian de el otro lado de su mente, apartados de su razón.

- Mi señor ¿Le puedo preguntar algo? - le dijo llamando la atención de Adriel, quien de inmediato abrió los ojos para ver qué quería.

- Dime..... - le contesto, mientras apartaba su mano lentamente de su frente, para devolverla tras su espalda.

Hana miro por sobre el hombro de Adriel, a Daishinkan quien estaba a unos 3 metros de distancia detrás. Haciendo a entender a su creador, que lo que quería decirle, no lo quería decir delante de Daishinkan. No sabía cómo decirle que quería una charla...... ¿Cómo decirlo? Privada, pues simplemente no podía pedir se retirara Daishinkan, pues sería una falta de respeto hacerlo.

- Gran Sacerdote, todo se encuentra en orden - le respondió dando media vuelta para verlo. Y discretamente, hacerle una sutil seña con la mirada, para que le diera un momento a solas con ella.

Daishinkan le otorgó lo que él quería, pues sabía que sea lo que sea, tenía que ver con los problemas que ella tenía.

- Dime.... - le dijo mientras seguía mirando hacia la puerta, para luego voltear lentamente a ella de nuevo.

- Se que es una falta de respeto lo que le voy a decir, también se que no tengo derecho de preguntarle sobre esto a usted, y mucho menos debo cuestionar las acciones de el Gran Sacerdote...... Pero ¿Sabe usted por qué él se hacerca tanto a mi? - le pregunto al fin y directamente.

- Tienes razón, no debemos cuestionar las acciones de el Gran Sacerdote - le respondió - la verdad no estoy enterado de la razón, pero puedo asegurar que no tiene malévolas intenciones, si es lo que te preocupa - se limito a dar esa pequeña pero suficiente explicación.

- Se que soy un defecto de su creación, mi señor - le comenzaba a decir - la verdad no sé que pueda querer el Gran Sacerdote con alguien como yo, pues no puedo servirle para ningún propósito - se culpó y a la vez, era como si repitiera las palabras que había escuchado decir a ese ángel, a los perfectos sobre su existencia y la de otros, pues siempre se supo que un imperfecto no tenía propósito en la creación.

- Eso me lo pregunté yo hace tanto - murmuró para si mismo - nunca se cuestiona una decisión de el Gran Sacerdote. Solo eso te puedo decir - le dijo para concluir el asunto, y dirigirse hacia afuera de la habitación, dejando a Hana en la misma duda que desde un principio traía.

Hana solo suspiro ante la información que siempre se prohibía a ella, aunque Adriel tenía razón, los asuntos de Daishinkan no se debían cuestionar. No recordaba cómo había llegado hasta allí, y mucho menos por qué estaba inconsciente, pues los angeles no descansaban como para decir que estaba dormida. No le dió tantas vueltas al asunto, y cuando se dió cuenta, ya no sentís el Ki de esos dos ángeles en el universo.

Materializó su baculo, y lo golpeó contra el suelo un par de veces, para proyectar algo en el centro de la habitación.  Unas sombras sin facciones visibles, eran algo deformadas y distorsionadas. Ella ladeó su cabeza con curiosidad, y tiernamente les sonrió como si las conociera o les agradarán.

En el templo Zen, se encontraban ambos angeles originales, discutiendo ciertos aspectos del asunto.

ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora