Capitulo -4

975 97 26
                                    

El tiempo había pasado desde que Daishinkan había elegido a Hana, aún no se efectuaba la fecundación en ella, era muy pronto, pues Daishinkan se quería asegurar de que ella estubiera en perfectas condiciones para portar a un hijo suyo en su vientre. Un error y demostraría que se equivocó, que debía haber elegido a otra ángel y no a Hana.

Su tiempo libre usualmente se lo dedicaba a ella, quien ahora era su compañera. Los angeles no tenían eso a lo que los mortales llamaban boda, solo algo a lo que se le llamó, "Lazo Sagrado"  en dónde se unían ambas partes en una especie de lazo de almas. Para la humanidad sonaría muy romántico de escuchar, pero era más complejo y a la vez tan simple, y ellos no le daban la más mínima importancia, solo estaban unidos y ya. En aquellos momentos ellos no sentían ningún afecto, Daishinkan solo sentía por ella curiosidad y una compañía muy agradable, mientras que Hana solo obedecía una orden suprema. En ese momento en que sus almas fueron lazadas, el aro de Hana se trasladó a la parte de detrás de su cabeza, igual al de su ahora esposo, no tenía más poder, sino que eso significaba que era propiedad de el rey de los angeles, lo que le daba superioridad entre sus semejantes. El aro siempre ha Sido la muestra de la jerarquía divina, y ahora solo Daishinkan, Hana y aquel otro ángel, compartían, los únicos tres con ese aro jerárquico.

Ellos no vivían juntos, pues como no hacían uso de la unión aún, no lo necesitaban, además de que solo usarían ese recurso para engendrar a su prole. Ella en el reino celestial, y él en el templo Zen, sin embargo Daishinkan le dedicaba tiempo a la mujer que sería madre de sus hijos.

Particularmente ese día, Daishinkan y Hana estaban en uno de los universos, los Kaioshines eran una raza creada recientemente, al igual que su contraparte, Hakaishines. Ambos haciendo el equilibrio entre la creación y la destrucción, Daishinkan era quien se encargaba de enseñarles su labor a esos dioses, ese día solo era una supervisión de el avance y evolución de ese universo. Todo en orden y nada de que alarmarse, pues nada que ellos solos no pudieran resolver. Hana como siempre maravillada con las criaturas mortales, talvez más de lo permitido, pero Daishinkan la dejaba ser, después de todo ella no tenía culpa de ser como era. Solo observando en un planeta nuevo, en el que recién había comenzado la vida, Daishinkan no tenía labores de ha momento, así que no vio inconveniente en quedarse allí el resto de el día de ese planeta, después de todo, para ellos solo era un parpadear ese tiempo.  

- Criaturas muy maravillosas ¿No crees? - le pregunto su esposa, volteando a verlo con una sonrisa tierna.

Sus tratos pasaron de usted a tu, pues ya era un ambiente de más confianza entre ambos. Hana ya no le tenía ese pavor a Daishinkan, en cambio le comenzó a tomar cariño a ese ángel, pues él le ofrecía un trato que no había obtenido de ningún ser jamás. Daishinkan no era la excepción, él también desarrollo algo por ella, algo que se definía por amor, no le llevo mucho tiempo para enamorarse de aquella ángel que entre todas fue diferente.

- Me maravilla más la criatura que las observa - comento con una aquella sonrisa que lo caracteriza, ganándose el leve sonrojo que adorno el rostro de Hana.

Era la primera vez que le hacía un cumplido a Hana, quien lo recibió de buena manera tal cosa.

- Tengo algo para tí - le dijo mientras materializó aquel baculo - es tuyo, es algo de lo cual precisamos los angeles - le explicó. Ella sabía lo que era, solo que antes no tenía derecho a uno, ni siquiera tomaron en cuenta en darle uno.

- ¿Y si lo uso de mala manera? Podría hacer desastres - le dijo ella.

- Imposible, no tienen capacidad para hacerlo, a menos que se piense hacerlo - le explicó mientras miraba a ese objeto - toma - se lo acercó a Hana, quien lo tomo con lento proceder y grandes dudas.

ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora