Capitulo -31

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La duda lo corrompía por un corto tramo de tiempo, hasta que decidió atacar a sus curiosidades de cara. Hablando con Malbec.

- Hermana mayor - la saludo al llegar.

- Camelot, ¿Hay algún problema de nuevo entre los dioses de nuestros universos? - Pregunto tras la inesperada visita de su hermano menor.

- No hermana, de hecho he venido por un asunto fuera de nuestra labor como guías - aclaro Camelot.

Ambos se encontraban en una sala oscura, parecía una cueva. Lo único que lo iluminaba eran unas medusas que flotaban en el aire, brillaban en tonos azulados y blanco.

- No debiste dejar a tu dios, querido hermano - reclamo con una mirada de desconcierto, pues no sabía que asunto podría ser. No tenían vida fuera de la labor.

- No hay problema con eso - declaró Camelot.

Malbec era muy hermosa a simple vista. Podía parecer una angel de estricto carácter, pero tenía una dulzura al hablar que deslumbraba al oído. Era alta, sus cabellos largos y sueltos le llegaban hasta sus rodillas. Un poco ondulados y sus tunicas eran color salmón. Muy parecida a su hermana mayor, Vados.

- ¿De que podemos hablar que este fuera de nuestro trabajo? - Pregunto Malbec con gestos de confusión plasmados en el rostro, mirándolo fijamente.

- Repíteme lo que dijiste en nuestra última visita - pidió Camelot dejando el punto en claro.

Malbec se sorprendió ante la petición de su hermano. Sus ojos revelaban esa impresión que eso le causó, no se lo esperaba para nada, pero no fue eso en sí, sino lo que supuso. Ella creyó que él iba a delatar esa simple frase que se le escapó, ante su padre o ante Zen oh Sama.

- Camelot, yo solo dije eso sin pensar. Estaría tan mal ir en contra de la ley. No tenemos cabida para esas cosas - declaró Malbec trás un suspiro profundo para formular esas palabras que la excusaran de un temible castigo.

Camelot arqueó una ceja en incredulidad. Conocía a su hermana, nunca diría algo sin pensar, ella era la imagen de un angel perfecto. Firme y sabía.

- Tu nunca dirías algo así sin motivos - acuso Camelot con una mirada sería.

- Te suplico no me vayas a meter en problemas por malentendidos - dijo con una sonrisa que detrás ocultaba su nerviosismo ante lo que ella pensaba era el motivo de la visita de su hermano.

Malbec cada vez entraba más en pánico, pero lo sabía ocultar. Los castigos por incumplimiento de normas eran severos y temidos, si esa simple frase llegaba a oídos de Zen oh Sama, sufriría las consecuencias. Todo por un descuido, no pudo mantenerse impotente ante una estúpida discusión entre deidades.

- ¿Quien ha dicho eso? Solo quería saber algo que quedará entre tu y yo - decreto Camelot.

- No logro comprenderte, Camelot - Artículo Malbec ladeando levemente la cabeza gracias las palabras confusas de su hermano.

Camelot suspiro profundo para tomar fuerzas para lograr decir lo que era peligro. Di su hermana por un descuido pudo dejar escapar esa frase, él podía. Además sentía podía confiar en su criterio, después de todo, Malbec estaba en una situación comprometedora, pues si Camelot fuera más estricto, acusara la falta de su hermana ante el rey del todo.

- Creo lo mismo que tú...

La frase de Camelot resonó en la habitación. Las medusas se apartaron espacio entre ambos, ante la tensión que entre ambos se formó gracias a los ecos que la frase provocó por los tonos de dudas y preocupaciones con los que fue dicha.

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