Capitulo -40

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Nunca estuvo informado de lo que Leiko hizo, menos de lo que ella sentía por él. Ningún ángel lo sabía, ella se lo guardaba con recelo, pues era contra la ley e Imperfección. Ladeó la cabeza ante la pregunta de su padre, sintió que se refería a la esfera, en parte lo era, pero también se refería a la información sin bases verdaderas que le otorgó a Zen oh Sama y a Daishinkan.

- Supongo que se refiere a la esfera que creó ¿O me equivoco? - interrogó antes las posibles variantes en esa pregunta. La verdad Leiko hacia muchas cosas como para limitarse en esa pregunta.

- En parte... Hay mucho más detrás de ese artefacto - contestó Daishinkan evocando las palabras correctas para explicarle a su esposa y a sus hijos lo que esa ángel le había hecho.

- No lo entiendo ¿Que tiene que ver Leiko allí? - Pregunto su esposa con desconcierto en la mirada.

Hana solo sabía que Leiko le había dicho ciertas cosas a Zen oh Sama y a Daishinkan, más no sabía que era la causante de su salvación. Aunque era un crímen celestial el que cometería por su hijo.

Daishinkan les explico cómo y para que había creado la esfera. Camelot no supo para que era en aquel entonces que le pidió usar su poder, se dió cuenta en el momento que se activo. Allí le explicó él a su madre que prefirió salvarla a ella. Leiko bien lo supuso cuando vio el resurgir de Hana que Camelot la prefirió a ella y no su propia vida, no lo creyó capaz de darla, pero se equivocó.

¿Cómo resurgió Camelot? Fácil, la esfera en un principio tomo la energía de Camelot, claro, no del todo, pero la suficiente como para tomar los residuos de destrucción que la esfera había recogido también, eso sumado a la parte de su energía, era suficiente como para tomar una forma física. Camelot no era el mismo de antes, era solo un cuarto de su poder inicial, puesto a qué el resto fue borrado de la existencia.

¿Por qué ahora y no junto con Hana? Pues la verdad toma tiempo para juntar la energía a partir de los residuos, más si solo era una cuarta parte de lo que era y sin contar que Adriel tenía un trozo de los residuos. En pocas palabras tanto Hana como Camelot compartieron el mismo sepulcro de alma y energía, durante millones de millones de años y no lo sabían.

Un problema nuevo, Zen oh Sama no estaría de acuerdo con el retorno de Camelot, más después de lo que le dijo como últimas palabras. Daishinkan tenía que resolver mucho, asuntos que no eran fácil de resolver con tan solo pensarlo superficialmente.

Dejaron esa cueva y se dirigieron directamente hacia el templo de el reino celestial. Daishinkan convocó a Adriel y junto a este se pusieron a discutir respecto a el que hacer. Una era su angel y el otro de Daishinkan, no eran fáciles decisiones. En eso cabía con gran espacio de por medio la ley, pues Leiko se las ingenio para romperla indirectamente, además de ir contra la destrucción impuesta por Zen oh Sama.

A solas se quedaron, mientras sus hijos y su esposa se quedaron en otra sala de el templo. Hana no estaba enojada por lo de la esfera, en eso vio la única acción buena que según ella, Leiko hizo. Pero en su mente aún se mantenía el rencor de la acusación falsa que acuso en contra de sus hijos. No se puede decir que si Leiko no hubiera dicho nada, se evitaría la destrucción. Zen oh Sama era impredecible, así que sino se enojaba por ese motivo, de seguro habría algún asunto que lo conllevaría a destruirlos de todos modos. Talvez por el simple pensar, como también por la causa de que algún día Camelot o alguno de sus hermanos podría protestar ante su ley.

Amour no perdió la oportunidad de jalonear el largo cabello de su hermano mayor, Camelot. Tenía cierto fetiche con el cabello, adoraba meterlo en su boca. Apretaba con fuerza a esos largos mechones albinos, sus pequeñas manitas traviesas no lo dejaban en paz. Camelot lo dejaba, tenía cierto afecto y debilidad con sus hermanos pequeños, más cuando eran así de frágiles bebés.

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