Capitulo -35

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¿Algo para decir? ¡Claro! Mucho tenía para decirle ella, más se reservaba las palabras por quién sabe que motivos. Talvez solo no lo quería ver y ya, o algo más profundo que guardaba con la rabia que ahora le tenía.

- Vete, déjame en paz- le pidió de la mejor manera.

- No sin antes escuchar todo lo que tengas para decir - protestó Daishinkan. La miraba serio y firme, dando a entender que no le haría caso sin lo que él pidió.

- ¿Que quieres escuchar? ¿Te repito lo que te acabo de decir?. Olvídame, has de cuenta que morí ese día. Has de cuenta que morimos tus hijos y yo, nos asesinaste a los siete. Si, has de cuenta eso. Llévate el recuerdo de cuando éramos uno, cuando tú escuchabas, cuando yo era feliz, cuando teníamos a nuestra familia completa - le lanzó esa flecha de dolor que dió en un blanco débil en su corazón.

Las palabras hieren más de lo que uno se puede llegar a imaginar. Tienen tanto el poder de crear como de destruir en pedazos un alma tan fuerte como él hierro, dejándola tan frágil como una de cristal. Cayendo como casa de naipes tras la emboscada contra su corazón.

- Con esa idea tuve que cargar por largo tiempo. ¿No crees que ya ha sido suficiente? No fue fácil hacerme la idea de tu perdida, que habías dejado un hijo nuestro sin nacer - defendió Daishinkan tratando de hacercarse a ella, más está dió un par de pasos hacia atrás para evitarlo.

- Los mataste sin escucharme antes, todo se podía arreglar - debatió la angel antes de quedar acorralada contra la mesa.

Ambos estaban en la sala de acuarios con peces gigantes. En el centro estaba esa mesa que era rodeada con sillas flotantes y ellos a un costado. Mejor dicho, ella acorralada a un costado de la mesa.

- No podemos ir en contra de Zen oh Sama, él me dió esa orden. Quise interceder por nuestros hijos, pero me negó toda posibilidad - se defendió Daishinkan ante la acusación.

Razón no le faltaba, una y mil veces se lo dijo, y una y mil veces lo repetiría si era necesario. Era la verdad y nada más que la verdad, no había otra respuesta.

- Si podías, podías escucharme primero. Lo que tenía para decirte podía redimir a nuestros hijos, pero te negaste a escucharme - intentaba apartarlo de ella. Podía sentir su pecho contra el suyo, no lo quería tan cerca, pero para él era la única manera en que la tendría cerca para que no huyera y lo escuchara.

- En eso me culpo, ese fue mi único error. ¡He pagado lo suficiente como para tener que aguantar más! - exclamó reclamando el final de tanta discusión.

- ¡Alejate! ¡Vete! ¡No quiero escucharte en lo absoluto! - gritó tratando con todos sus esfuerzos que Daishinkan se apartará - ¡Se lo que le hiciste a él resto de nuestros hijos!.

- Según tu ¿Que he hecho? - exigió explicaciones.

- ¡Les pusiste la obligación de ser imparciales! - le gritó con rabia - ellos me lo dijeron, no pueden demostrar defectos, mucho menos dejar de lado la imparcialidad. ¡Morirían si lo hacen!.

- Es por bien de ellos mismos - defendió Daishinkan.

- Eres cruel, no te cansas de hacerles daño a tus hijos. Yo no lo veo como bien para ellos, lo veo como bien para ti. Una razón egoísta de tu ser - acuso directa y cortante. Era su manera en que veía el asunto.

- ¿Egoísta por qué motivos? - la tomo de el mentón para hacerla voltear a verlo a la cara. Despreció y odio fue lo único que pudo ver en esos ojos que alguna vez le profesaron amor.

- Obras a tu beneficio, todo por las leyes de Zen oh Sama. No te importa si el resto de los angeles estaba de acuerdo o no.

- Esa fue la ley desde el principio de la creación. Por eso se nos obliga a ser neutros, por qué graves consecuencias suceden - argumento Daishinkan tras la acusación de su esposa.

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