Capitulo -14

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Ver que es lo mejor, ver ambas caras de la moneda al mismo tiempo. Para eso hay que permanecer imparciales, de ningún lado y así saber que lado es correcto, cuál tiene la razón y cuál es el mejor consejo para dar al dios. Un ángel es experto en eso, pues su neutralidad funciona de esa manera, quedarse entre ambos lados, justo en el centro, para poder ver perfectamente los dos lados. Ni para bien ni para mal, solo dar consejo, ya es otra cosa si no le toman sus sabios consejos. No intervienen directamente, solo proponen una opción, y nunca disponen en el asunto. Un ángel no puede tener apego a razas ni a nada en general, solo aprecio mutuo, o respeto.

Esa oratoria se la sabían de memoria todos los angeles, existía antes del sello, pero era como una ley. Ahora era diferente, pues la ley cualquiera la puede romper, pero..... ¿Que tal si fuera una obligación? Si, eso era ahora, para eso servía el sello, para obligar. Ahora era obligación todas las anteriores, así se aseguraba Daishinkan que todo lo que pregonaba se cumpliera, y quién no obedecía, simplemente era eliminado automáticamente y sin necesidad de estar al pendiente de que alguno estuviera violando las leyes. La ley paso a ser obligación, y la obligación era como una maldición, una ruin maldición angelical.

Obligados, afligidos, guardados y encerados internamente. Eso lo sentían todos, pero de sus labios no podían salir ni una palabra al respecto, pues era un pensar libre y fuera del frasco de la ley. Ley que en ese frasco puso una tapa llamada sello, la cual dejo a todos los angeles dentro, como si fueran dulce mermelada perfecta a la vista, pero cuando la verdad estaba ácida y amarga de tanta prohibición. Todo el que se adentraba o se imaginaba el pensar de un angel, de seguro se imaginaria que es una mente sabía grande y basta de conocimiento, pero... ¿De que sirve? Si todos anhelaban lo que no podía tener, todo lo prohibido siempre es querido, y ellos querían lo que por Naturaleza errónea le otorgaron. Emociones.  Emociones que tapaban con ese sello, pues sabían que se habían equivocado muy tarde.

- ¿Que era lo que Hana requería hablar contigo con tanta urgencia? - le pregunto Daishinkan, mientras avanzaba a pasos agigantados en eso pasillos oscuros que eran iluminados por columnas fluorescentes.

- Sobre usted, Gran Sacerdote - le respondió Adriel, quien le seguía el paso detrás de él.

- ¿De mi? ¡Vaya! No lo imaginaba. Pensé que era sobre algún problema - comento Daishinkan deteniendo su avance y volteando a ver a ese otro ángel, con las manos tras la espalda.

A Daishinkan no le emocionaba que ella estuviera hablando de él, solo le dió curiosidad, pues ella no tenía cabida para él en su mente.

- Le sugiero tenga precaución - le aconsejo Adriel luego de un suspiro - Por el bien de Lady Hana, no vaya a ser que le cause un mal accidentalmente - dijo dedicándole una mirada sería y neutral. Se paró casi a la par de Daishinkan, solo un paso detrás de él, para ambos desaparecer en destellos de luz, hacia otra habitación de ese gran palacio divino.

Las sombras internas, aquellas que están ocultas pero que aveses hacen acto de presencia cómo algo sombrío, pero que talvez sea algo hermoso distorsionado por el dolor. Tanta es la fuerza con la que el pasado implora que lo sientan que lo recuerden, o que a el se apeguen, que se manifiesta por medios misteriosos pero efectivos. Algunos recaen en sus manos, y con él, son arrastrados a esa tumba que nunca se permitió cerrar esa persona, y otros solo los ven, pero son ya fuertes como para darles luz y color a esas sombras, transformando a esa penumbra, en dicha y recuerdos hermosos.

Estaba Hana mirando esas sombras, eran varias, no tenían forma exacta, pero eran como humanoides. Dejaban estelas de humo negro cuando se movían, pues unas rondaban la habitación, mientras que otras solo estaban estáticas sobre el piso. Una en especial, grande pero sin dejar de ser distorsionada, se acercó a ella, y era casi indistinguible, pero se arrodilló ante ella.

ImperfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora