En el templo Zen, se encontraba Daishinkan, comunicándose con el ángel que creo a Hana. Si él la había creado, posiblemente él sabía si eso era un desperfecto más en su esposa.
- Hana es imperfecta, creo que se le repito más de una vez ¿O me equivoco? Gran Sacerdote - inquirió él, quien era proyectado gracias al baculo de Daishinkan.
El ángel se veía con una expresión bastante seria y fría, muy parecida a la que Daishinkan suele usar cuando los momentos requieren ese nivel de seriedad. Pero se notaba además, que ese ángel no quería hablar del tema, él creía fielmente en lo perfecto y Hana era lo contrario. Esa raza siempre fue fría en muchos aspectos, pues solo creían en que todo debía estar en armonía, y para eso se creo a la mortalidad, imperfecta y pecadora, y los angeles perfectos y fieles a la ley, todo daba su equilibrio propio, y Hana fue aquel error que no pudo ser borrado. No, él no odiaba a Hana, pero tampoco la apreciaba, Hana solo existía para él, lo que le molestaba de ella, era que fuera nacido imperfecta.
- Lo sé, y he de repetirles a todos, que todo salió según lo planeado. Hana engendro a mis hijos perfectamente, no hubo problema como lo dije aquella vez - contraatacó Daishinkan firmemente.
- ¿Perfectamente dices? - pregunto irónicamente el otro, levantando una ceja en señal de reclamo - Vallamos al día en que los 6 universos fueron destruidos ¿Te parece? - le propuso tocar el tema.
- ¿Que tiene que ver aquella fecha? - reprochó Daishinkan, pues no sabía a dónde quería llegar con ese asunto.
- Sus hijos, Gran Sacerdote - Dijo él - en su hijo nació el sentido de aprecio y protección, sentido el cuál le pertenece a la mortalidad, sentido que Hana tenía como principal desperfecto. Él se conmovió por su universo, le tomo un aprecio, una atribución que no es propia de un angel ¿A qué llevo eso?......... inculcar ese sentimiento en sus hermanos - Le explicó mientras se proyectaba como este le contaba todo a Daishinkan, mientras se paseaba con las manos tras la espalda y los ojos cerrados, como si recitara una historia o un relato común y corriente.
- Él nació perfecto, al igual que el resto de mi prole - defendió Daishinkan, haciendo que el otro levantara su mirada hacia él de nuevo - lo que pasó fue espontáneo, cuando planeamos la raza, no tomamos en cuenta ese detalle, detalle que también está en tus creaciones, y por lo cual decidí poner el sello en todos los angeles, incluyendo a mis hijos - explicó, dejando en evidencia que todos los angeles sentían desde el principio.
- Podrá tener razón, Gran Sacerdote. Pero su prole fue la atrevida, no mis creaciones - intervino al caso - pero no le hecho la culpa - dijo con una sonrisa amigable - también es mía por crear imperfecciones.
- Nos hemos salido de tema ¿No crees? - intervino para seguir con el motivo de su llamada.
- No veo el motivo para perder la memoria, las imperfecciones de Lady Hana son principalmente emocionales, no físicas. Así que aquí interviene problemas terceros - explicó volviendo al tema con total naturalidad.
El problema no era provocado por su condición, sino por otra cosa, algo que lo provocó desde talvez antes de morir. No sé imaginaba que podría ser, pero estaba dispuesto a buscar una solución.
- Entonces no es un problema Natural en ella - murmuró para si mismo, mientras pensaba con una mano posada en su mentón.
- Si le alivia el disgusto, estaré buscando una solución - dijo con una sonrisa amable, para cortar la comunicación con Daishinkan.
En el planeta de Bills, se encontraban los tres angeles, quienes estaban en una incómoda situación respecto a lo que quería Leiko allí.
- Definitivamente - le respondió Whis - pero te repito, no es nada que no podamos manejar.
- Ya veo - dijo con una sonrisa que ocultaba quien sabe que detrás - le pregunté a tu padre respecto a el asunto y no me dió ni una respuesta - comento sin Whis haberle preguntado.
- Será por qué se encuentra con Miles de tareas pendientes he importantes, para perder en informarte sobre los problemas de su linaje ¿No crees? - le respondió directamente, y sin ánimos de entablar conversación por más tiempo con ella.
- No me hable así, joven Whis. Después de todo, su madre es un ángel muy apreciado para mí, debería guardar un poco de respeto hacia mi - le reprocho Leiko.
- Tan apreciado que le dijo ciertas cosas indebidas al Gran Sacerdote - le reclamo Whis, ya sin paciencia hacia esa combersacion.
- Lo que le dije a su padre, solo fue por su bien - se defendió ella - pero dejemos el pasado atrás, eso ya pasó hace tanto, tanto tiempo - dijo para dejar el tema de lado.
- ¿Quien es su madre? Joven Whis - Pregunto Hana al escuchar esa combersacion.
Whis estaba tan concentrado con Leiko, que se olvidó que su madre estaba allí presenciando todo. No sabía que decirle, no debía decirle mentiras, pues solo la confundirían cuando comience a recordar, pero tampoco le podía decir la verdad, pues podrían venir de golpe, muchos recuerdos fuertes para procesar al instante.
- ¿No sabes quién es? - dijo Leiko llevando una mano a su boca en señal de sorpresa - ¡Vaya! Exclamó tras enterarse.
- ¿Debería saberlo cierto? - dijo mirando a ambos angeles, sintiéndose culpable por no saber tal dato importante.
Whis le dedicó una mirada sería y a la vez inquisidora a Leiko, reclamando no hablara más. A lo que ella entendió y con muchos misterios dentro, se fue de inmediato, con una sonrisa indescifrable en su rostro, que solo desconcertó a Whis, dejándolo con un par de preguntas y sospechas respecto a ese comportamiento.
- Mil disculpas, joven Whis. Es una grave falta no saber ese dato tan importante - se disculpo mientras hacia una leve reverencia con su cabeza, en señal de disculpas.
- No hay de que preocuparse, lo sabrá en su debido momento - de dijo mientras le levantaba el rostro, con la punta de sus dedos, para que no se disculpara - ¿Que le parece si enteramos? - le propuso con una sonrisa amable.
- Está bien - obedeció siguiendo a su hijo hacia los interiores del castillo del dios gato.
Estando dentro, fueron dónde Bills se encontraba leyendo uno de sus mangas, en un balcón de aquellos con vista hacia los jardines de su peculiar planeta. Sentado de piernas cruzadas, con manga en mano.
- Muy buenas tardes, señor Bills - le dijo Hana a él Bills, quien se sorprendió un poco al escuchar su voz.
No era que le tuviera miedo al grado de Daishinkan, solo que se imaginaba que esa mujer era la esposa de Daishinkan, y le aterraba su lazo con ese sujeto. No entendía lo que esa ángel de dulces ojos, le veía a Daishinkan, pero claro, a su mente le vino luego, que Daishinkan pudo haberla obligado a casarse con él, pues según él ¿Quien puede enamorarse de Daishinkan? Un sujeto que solo inspira miedo en quien lo vea, y matarlo del susto cuando se le escuchaba hablar. Y ni hablar cuando le dirigía la palabra directamente, allí si veía el infierno mismo.
- Buenas tardes - se limito a decir, para volver su mirada a su manga.
El baculo de Whis, hizo aviso de una llamada que él de inmediato contesto. Bills, al escuchar la voz del emisor de dicha llamada, se tiró al piso en reverencia, dejando al manga cayendo de lo alto, pues lo lanzó del susto.
- Gran Sacerdote, es un honor recibir una llamada suya - dijo Bills con los mismos nervios de cuando vio a Hana, ahora sí tenía motivos para asustarse así.
- ¿A qué se debe el motivo de su llamada? Padre - dijo sonriendo amablemente a su progenitor.
- Solo quería saber el estado de Hana, Whis - le dijo con una sonrisa, aquella que lo caracteriza.
- Todo en orden - respondió - pero he de comentarle que Leiko estuvo aquí, y he de decirle que las intenciones a mi parecer no eran buenas. Pero claro, solo creo que son especulaciones mías - le comento el asunto anterior.
- Vaya, supongo que hay que tener cuidado en ciertos aspectos - comento para si mismo en voz baja - procura no dejar que Hana este bajo malas situaciones - le sugirió.
Continuara.................
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Imperfecta
FanfictionDe ella algunos dicen que era imperfecta, otros que fue una gran madre ¿Que es de esa ángel? Aquella mujer que tuvo el honor de llamarse la esposa del Gran Sacerdote. ¿Quien era? ¿Dónde está? ¿Que le paso? Aquella dulce mujer, con el misterio de el...