Capitulo -37

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Daishinkan miraba a Zen oh Sama cuando le pidió cargar a su hijo. Él se mantenía con su pequeño en brazos. Si, Daishinkan tenía varias veces más poder que Zen oh Sama ¿Por qué temerle entonces? Él podía detenerlo con tan solo un chasquido, pero las cosas como eran. Un dios y su ángel.

- Claro, solo tenga cautela. Es demasiado pequeño - le indicó Daishinkan pasando a su hijo a Zen oh Sama. Hablo calmado, sereno como siempre mantenía el temple.

El Zen oh Sama recibió al pequeño ángel, lo miraba con curiosidad. Ambos se miraban con curiosidad.

- ¡Eres muy chiquito! - exclamó con entusiasmo Zen oh Sama.

- ¡Si se parece a él Gran Sacerdote! - Repitió el otro tras verlo de cerca y con más detalles. Incluso las expresiones que Amour tenía eran similares a las de su padre.

Los miraba serio y a la vez con un matiz de agrado. Algo parecido a los gestos de Daishinkan, claro escasos y menos elaborados. De seguro eran gestos heredados por su padre, naturales en él.

- Si, se parece a su padre - comento Hana dandole la razón a los Zen oh Sama.

Los Zen oh Sama le devolvieron su bebé a Hana, no parecían tener un problema en esa visita. Era solo una inocente, sin nada detrás. Le habían comentado a Daishinkan que querían ver a su bebé, no era que le gustarán los pequeños, solo les daba curiosidad saber cómo era el nuevo hijo de su asistente.

- Le agradezco sus honorables visitas. Es un placer recibirlos aquí - hablo cortésmente Hana mientras recibía a su hijo para acomodarlo en sus brazos.

Una rápida visita sin nada de que temer. Se asustaron en vano, lo que agradecían, respiraron aliviados cuando esos dos desaparecieron. Daishinkan se quedó atrás, no se teletransportó junto con los reyes del todo, prefirió quedarse un momento con su esposa he hijo.

- ¿Y eso? - Pregunto Hana a su esposo tras la partida de los reyes.

- No es nada, solo querían conocer a nuestros hijo - contestó Daishinkan encogiéndose de hombros con una sonrisa aliviada adornando su rostro.

- ¿Te irás? - interrogó de inmediato.

- Si quieres que me quedé, lo haré. Sino no hay motivos - aclaro Daishinkan a media sonrisa.

Hana guardo silencio ante la frase de Daishinkan ¿Quería que se quedara? Algo en ella si quería, más otra parte seguía enojada. ¿A cual escuchar? El silencio se volvió abrumador e incómodo, ninguno hablaba, solo se miraban con serenidad. Daishinkan llevo sus manos tras la espalda para darse la vuelta y marcharse ante no te recibir respuesta alguna.

- Eso creí - concluyó para dar marcha a su partida.

Más unas palabras lo detuvieron. Unas dulces y tiernas que siempre eran como un rayo de luz en un alma que vive en penumbras.

- Papá, papá - exclamaba el pequeño ángel extendiendo sus manitas hacia Daishinkan. Abriendo y cerrando sus puños pidiendo ir a sus brazos.

Daishinkan volteo con una sonrisa tierna, su hijo quería que se quedara, más la palabra de su madre era la que lo doblegaría, o mejor dicho, lo dejarían quedarse.

- Ya lo escuchaste. Quiere que te quedes - puso en palabras más elaboradas la petición de su hijo quién no podía decir lo que quería.

- La tuya es la que importa ahora. No puedo contra tu voluntad - señaló Daishinkan haciéndose de rogar, pues sabía que no solo era Amour quien solicitaba su presencia allí.

- ¿Quieres hablar? Aclaremos las cosas - con esas palabras le vasto a Daishinkan. Eso significaba "Quiero que te quedes".

- Eso he estado solicitando hace tiempo - aclaro él - ¿Prefieres un lugar más privado o aquí?

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