La angel miraba grácil y cálida a su hijo, algo en él le agradaba, aquello que también sentía al ver a otro de los angeles que ella no sabía que eran sus hijos. Pero este en especial era diferente, tenía una actitud relajada, pacífica, libre. Eso le atraía, puesto que era lo que a ella se le prohibió, incluso para lo que cualquier otro ángel era lo normal, para ella era libertad, aunque esos ángeles sentían eran reprimidos.
- ¿Que hace aquí sola? - le pregunto él ex-angel cortésmente. Se tomó el atrevimiento de sentarse a un lado de ella, y solo entablar una conversación de nuevo, como cuando era un crio en busca de el cobijo que le proporcionaba el cálido pecho de su madre, como cualquier niño.
- No lo sé - contestó con una sonrisa tierna, cerrando los ojos en una adorable expresión dulce como niña - solo quise venir aquí. Me pareció un buen lugar - le comento dirigiendo su mirada al firmamento nocturno, serena como ave que se posa en ramas de un árbol viejo como los recuerdos.
- Ya veo - respondió el patrullero con media sonrisa adornando su joven y terso rostro.
Quería, en serio quería entablar conversación con su madre, sin embargo la cosa era complicada. ¡No sabía que decirle! Puesto que no la había visto hace más que millones de años. Podría decirle lo que quería decirle y ya ¡Claro! ¡Era buena idea! Había notado desde que se unió a la patrulla galáctica, que los mortales comentaban sus asuntos a otros sin conocerse, o talvez poco. No perdía nada en intentar. Aún seguía en la duda de cómo dar inicio a una charla con ella, pero se permitió tomar una largo y pesado suspiro, que lo alivianó, para tomar confianza.
- Verá, yo soy patrullero galáctico - le declaró directamente, con una pequeña sonrisa en labios.
- ¿Que es eso? - la angel demandó el significado.
- ¿Cómo decirlo? - se Pregunto así mismo el patrullero - soy un miembro de un grupo especializado en proteger y servir a la galaxia. Nuestro trabajo es reprender a quien viole las leyes de la vía láctea, y hacer que estás se cumplan. Además de proteger a toda costa - aclaro en resumidas palabras lo que su trabajo significaba y dedicaba.
- ¡Vaya! - exclamó ella - es una peculiar labor. Nunca había escuchado tal cosa - comento al respecto, pues no tenía la más mínima idea de lo que un patrullero galáctico era.
- Es algo que me agrada mucho la verdad - río Merus en satisfacción interna por su labor. Cómo le agradaba estarle contando esos aspectos de su vida a su madre, quien como siempre lo escuchaba con interes. Así la recordaba de su infancia, solo que diferente.
- Veo que le agrada mucho lo que se dedica, joven - comento Hana a su hijo.
- Si, es una gran satisfacción personal, cuando la justicia es impartida y el bien es triunfador - sonrió ante lo que sentía al respecto.
Hana prestaba atención a los gestos que Merus hacía, los analizaba y los presenciaba con gran interés. No eran los que los angeles hacían, eso era claro. Eran gestos de mortal, de emoción y sentimiento, esos que reprimía por la fuerza, o más bien, la hacían reprimir por leyes angelicales. No, ella no sabía que ese chico con quién hablaba fue angel, pero sus gestos le decían que era un ser que apenas y aprendía a expresarse de forma natural.
En el reino celestial...... Leiko últimamente se encontraba intranquila, su mente divagaba con los recuerdos de cuando era la dama de compañía de Hana, además de que la asistía en lo que necesitara. Esa era su labor, seguir las órdenes de ella, claro solo por qué los superiores le dieron esa labor. Por millones de años tuvo que ver a la imperfección de su señora, mostrando y debutando sus desperfectos rasgos a su prole. ¡Que desperdicio! Una prole tan fuerte y poderosa, presenciando los desperfectos de su progenitora. Podría ser más recatada, reservada y cautelosa, no debía demostrarles tantos sentimientos a su hijos, no era necesario, es más, era ley ser neutral.
Hubo una vez que recordaba muy bien, cuando uno de sus hijos varones era apenas un niño de brazos, un crio. Intervino solo para sugerirle a su señora que fuera más apegada a la ley, pero solo ganó que le ardiera el ego.
Whis era un bebé, cuando Daishinkan lo tomo de los brazos de su madre para sostenerlo por un momento. Daishinkan no veía tan seguido a sus hijos, puesto que estaba muy ocupado con su deber como el Gran Sacerdote, y con los otros hijos, entrenandolos y formandolos para ser grandes guías.
Whis de inmediato que fue levantado de los brazos de su madre, rompió en llantos y sollozos típicos de un bebé pequeño. Exigiendo con gestos de sus pequeñas manitas, que lo devolviera con Hana. Daishinkan se torno serio ante éso, y lo reprendió por tal dramatismo.
- Eres un dramático, deberías comportarte mejor - fue lo que le demandó, en modo de reprenda. Su tono fue serio y firme, a lo que Whis respondió con un berrinche.
Hana estaba a unos metros de distancia, viendo como su hijo lloraba por estar en sus brazos, negándose a el tiempo que su padre le dedicaba en ese momento. Hana quiso hacercarse para calmar a su hijo, pero un baculo le detuvo en avance. Leiko se interpuso ante lo que Hana pretendía, y en un atrevimiento le reprocho ciertas cosas delante de su esposo.
- No debería malcriar a la prole celestial - sugirió cuando Hana subió su mirada hasta encontrarse con la suya - usted Lady Hana, muestra demaciado sus malos dotes a los desendientes de el Gran Sacerdote - cuestionó las actitudes de su señora - Lo que los lleva a éso - le indico apuntando con su mirada a Daishinkan quien con Whis llorando en brazos, estaba sentado a unos metros de distancia.
Hana le dedicó una mirada sería y neutral, una de las pocas y extrañas ocasiones que la mostraba en gravedad. Daishinkan al escuchar lo que Leiko le reclamo a Hana, al instante se levantó y libero a Whis de sus brazos, quien de inmediato levanto vuelvo hacia los brazos de su madre, quien instantáneamente lo recibió.
- Usted debería limitarse a su labor - ordenó Daishinkan - sobre la debida formación de mi prole me encargo yo - declaró él en un tono severo.
Daishinkan se dió la vuelta hacia su esposa he hijo, le puso una mano sobre los plateados cabellos a Whis, y miro con una sonrisa a Hana, para dirigirse a salir de la habitación.
- Pero, Gran Sacerdote........ - detuvo su frase ante ver cómo Daishinkan volteo en una mirada sería he inquisitiva, que reclamaba obediencia de su parte - como usted quiera - retiro sus palabras ante éso, y en una reverencia hacia él, vio como salía de la sala.
Hana aún tenía a Whis en brazos, quien acababa de calmarse de su dramatismo. No dijo nada al respecto de lo que su esposo le reprocho a Leiko, nada podía decir respecto a las órdenes de Daishinkan con otros angeles. Le dió a Whis en brazos y Leiko a regaña dientes y en silencio ante tal reclamo sobre su trabajo, llevo al hijo de esa pareja, a la habitación en qué habitaba. No dormía, solo se quedaba quieto allí.
Esa fue la primera vez en qué se interpuso entre el deber suyo, chocando con el de Hana. Le molestó que no le dieran la razón, puesto que sentía la tenía, Hana le mostraba mucho sentir a sus hijos, y estos los aprendían de ella, y así era un incumplimiento de las normas de su especie.
Leiko golpeó su baculo contra el suelo de el lugar donde estaba, para proyectar el paradero de su antigua ama.
- ¡Vaya! - exclamó - estás con la viva imagen de tu Imperfección - dijo sarcásticamente al aire tras ver qué Hana estaba con Merus.
Ella había oído y visto cosas que más nadie vió, lo que llevo a otras cosas que simplemente no podían dejar pasar por alto Daishinkan y Zen oh Sama. De esa información, se puede decir que Daishinkan se enteró de unas situaciones, claro no eran como sonaban y eran una parte de lo que su esposa le pedía la ayudará.
- Ma... Hana - corrigió ante lo que iba a decir por Naturaleza y costumbre.
- Dígame, Merus - volteo a verlo a su lado.
- Me ha agradado hablar con usted - con una sonrisa le comento.
Continuara....................
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Imperfecta
FanfictionDe ella algunos dicen que era imperfecta, otros que fue una gran madre ¿Que es de esa ángel? Aquella mujer que tuvo el honor de llamarse la esposa del Gran Sacerdote. ¿Quien era? ¿Dónde está? ¿Que le paso? Aquella dulce mujer, con el misterio de el...