Dejar el deber de lado por primera vez ¿Sería lo mejor? Claro que sí, nunca lo había hecho sin tener de por medio la labor de engendrar desendientes. Por primera vez quería que fuera por impulso de amor y no por deber.
- Acabo de dar a luz, ¿No crees que es muy pronto para traer a otro ángel al mundo? - pregunto buscando la lógica en Daishinkan.
- ¿Y quién dijo que sería para traer hijos al mundo? - contraatacó con otra pregunta que respondía en parte a la primera.
- ¿Entonces?... No entiendo - señaló sin tener la menor idea a lo que Daishinkan se refería. En verdad nunca lo llevaban a cabo por gusto propio.
El silencio aguardo a su pregunta y el cambio de escenario la respondió por completo. En un parpadear estaban en el reino celestial, en el templo el cuál habitaba Hana y sus hijos pequeños cuando vivía. Aparecieron en la habitación que había sido espectadora de sus encuentros, aquella que vió como ese par de ángeles más de una vez se demostraron su amor y afecto. No tenía mucho detalle, un lecho de sábanas blancas que parecía una nube, era de escasa luz, todo adecuado a la privacidad y discreción en qué siempre llevaban a cabo sus encuentros.
- Verás, solo por una vez quisiera recorrer tus senderos sin compromiso de por medio - señaló él mientras apartaba un mechón de cabello de el hombro de su esposa.
Hana guardaba silencio, para ella la última vez había sido hace muy poco gracias al tiempo en que esa esfera la contuvo. No tuvo noción de tiempo mientas estuvo allí retenida.
- Querida, he deseado tanto tu compañía desde hace mucho tiempo. Y no me mal intérpretes, no me refiero a solo esto - señaló Daishinkan con una sonrisa aquella distintiva de él, indicando el tiempo que aguardo por ella.
La verdad él no sentía ese deseo como los mortales, pero si anhelaba de una manera única. No la deseaba de una manera morbosa ni impura, sino más bien de una manera muy peculiar, algo difícil de entender para un mortal, pues no hay que confundir a los angeles y compararlos con humanos. Ellos a su manera se entendían y se deseaban, y no había que buscarle lógica a algo fuera de el entendimiento mortal. Pero bien sabía que la deseaba en ese momento, los problemas que se esperaran. Por un momento quería pensar que solo existían él y su esposa sin ninguna ley, obligación o impedimento que los retuviera.
- Este lugar me trae tantos recuerdos, pero.... - detuvo su frase a media sonrisa.
No lo pensó dos veces, si era una ocasión que saltaba hacia la exención, ella también lo haría en ciertos aspectos. Que cambiara algo entre ambos por una sola vez.
Hana tomo las manos de Daishinkan y las guío hacia su cintura. Lo comenzó a besar en su cuello, Daishinkan comenzó a bajar el cierre de ese vestido azul, pretendía romper esos límites que imponían las vestimentas, aquellas que ocultaban ese pequeño pero idílico paraíso que adoraba recorrer. Conocía su mundo y a profundidad, pero habían ciertos parajes que eran totalmente desconocidos y no estaban marcados en su mapa.
Ella se llevó la iniciativa que por lo general era trabajo de él, quitarle ese cinturón rojo para despojarlo a él también de sus vestimentas. Lo impresionó bastante que ella lo guiará, siempre era él quien dominaba entre los dos, decía que hacer y como hacerlo, pero está vez parecía que quería tener ella el poder sobre él.
Su largo vestido azul termino en el suelo, dejándola en las verduras inferiores. Junto a ese vestido cayó aquella camisa azul que lo cubría a él.
Sin dudar acarició desde el cuello, pasando por su pecho y terminando en su abdomen. El toque de las manos de ella fue agradable en su gravedad, eran suaves y delicadas, una caricia que le erizó la piel con amenaza de robarle a ella los suspiros.
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Imperfecta
FanfictionDe ella algunos dicen que era imperfecta, otros que fue una gran madre ¿Que es de esa ángel? Aquella mujer que tuvo el honor de llamarse la esposa del Gran Sacerdote. ¿Quien era? ¿Dónde está? ¿Que le paso? Aquella dulce mujer, con el misterio de el...