Capitulo -10

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- Es un placer verte - le dijo Mojito con su sonrisa misteriosa, mientras permanecia arrodillado delante de ella, sosteniendo su baculo para apoyarse contra el suelo.

- Eres otro de los hijos de el Gran Sacerdote - dijo como afirmando, o como adelantándose a lo que él diría.

- Estás en lo correcto - le confirmo Mijito, viendo como ella se abrazaba a sus piernas, para posar sobre sus rodillas su dulce rostro, que en ese momento era adornado con una expresión de tristeza.

- No se por que no los conozco, ni a usted, ni a sus hermanos. Debería saberlo, es algo tan importante, y yo no tengo la más mínima idea - se culpó ella, mientras su mirada era dirigida hacia el pecho del ángel, pues a esa altura le quedaba cuando él estaba arrodillado.

- Dime.... ¿Cuál es tu labor entre los angeles? - Pregunto Mojito.

- Ningúna, joven Mojito. Soy defectuosa, imperfecta, no soy digna de tener puesto alguno entre los nuestros - le explicó ella, cosa que él ya sabía, pero él solo rebuscaba entre su conocimiento, para sacarle de allí un tema de conversación.

Mojito era un ángel que a diario presenciaba a la imperfección, su universo era el más bajo y deplorable, no tenía buen nivel mortal, y ni hablar de sus dioses.

- La imperfección vive en cada aspecto de la creación - dijo él, comenzando a explicarle a lo que quería llegar - por eso los Kaioshines se esmeran en evolucionar a sus creaciones, o a la de sus ancestros. La creación nunca está completa, por eso existe la destrucción también, haciendo un equilibrio en aquello que nunca puede llegar a estar completo.

- No lo entiendo.... - dijo ella levantando la mirada hacia él.

- Si todo fuera perfecto, no quedaría nada, todo sería esperado, y no habrían esas pequeñas sorpresas, ni el sentido de lo inesperado. Todo le da emoción a la probabilidad, aquella que si la perfección existe, no tendría sentido - le explicaba - todo se sabría, y nuestra creación no tendría sentido, pues para eso nuestro padre nos engendro, y su señor la creo a usted y a los otros angeles, por qué sabían que todo se podía salir de control.

Tenía Mojito razón, pues si la creación fuera perfecta, ellos no existirían, pues no tendrían propósito en la creación. Se les dió la labor de dar guía a lo que se podía salir de sus manos, y los que se salieron de control, fueron borrados, pues no cumplieron su labor.

- Viéndolo así, tiene usted razón - dijo con una sonrisa, era como si en su mente fuera aclarado un enigma - Pero....... - dijo mientras se apagaba de nuevo aquel momento de iluminación - Eso no explica por qué no sé nada respecto a varias cosas - dijo ladeando su cabeza sobre sus rodillas de nuevo.

Mojito no supo que decir, ese asunto no lo podía tocar, su padre le había ordenado a él y a sus hermanos, que no tocaran directamente ese tema. Agachó un poco su cabeza, y su largo cabello plateado, le cubrió el rostro, solo recordando que aquella ángel inocente, era su madre, y no la podía llamar como tal. El recuerdo de la última vez que la vio con vida, aquel fatídico día, le llegó de pronto, en un pequeño diálogo que hacia ecos en lo más profundo de su ser, anhelando escapar de sus entrañas para desahogarse.

- El libre apego a razas inferiores, es un acto atrevido, y va contra las normas de nuestra raza.

- Pero es tu hijo, son tus hijos. Te lo ruego, te lo suplico, intercede para que les sea perdonada la vida.

- No puedo, no puedo interferir en una orden de Zen oh Sama.

Sonrió de nuevo, mostrando sus blancos dientes como finas perlas, cosa que llamo la atención de ella, pues nunca había visto antes, a otro ángel sonreír de esa manera. Hana se levantó sin dejar de verlo, y él siguió los ojos de ella con su mirada. Ella le puso las manos sobre las mejillas de él, y le beso la frente.

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