CAPITULO 4 OHM

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El príncipe Ohm Thitiwat desde hace tres semanas no anda de muy buen humor. Se paseaba por los alrededores viendo a sus hombres entrenar, con el ceño fruncido y la mente en otro lado.
Su alfa estaba bastante inquieto desde que sintió el celo de su omega, no lo dejaba concentrarse en nada. Sabía que ese era su destino, y no le molestaba tener una pareja destinada, pero por que tenía que ser en ese momento. El reino estaba en crisis, a punto de ir a una prominente guerra y tenía que casarse, bufo molesto. Tenía suficiente estrés antes del celo de su omega, y ahora con todo esto, la verdad estaba bastante cabreado.
-Si las miradas mataran- se burló su hermano Kao.
Ohm gruño a su mellizo y este rio.
-Todo estará bien- trato de tranquilizarlo, le paso el brazo por los hombros a su gruñón hermano.
-Como te sentiste cuando conociste a Earth?- lo volteo a ver.
-Mi alfa, he de imaginar que se sintió igual que el tuyo – sonrió comprensivo – estaba deseoso de tenerlo entre mis brazos, y yo estaba bastante emocionado y nervioso.
-No estoy en contra de conocer a mi omega y de casarme con él, pero no llego en buen momento.
-Recuerda que, si el destino está escrito, entonces no es mal momento.
-Lo dices porque eres el segundo al mando y tu omega llego en época de paz- dijo fulminando a su hermano.
-Oye- levanto los brazos en son de paz.- no te metas conmigo, ya que yo no escribo el destino.
-Lo siento- suspiro- es que esta situación a veces creo que me va a sobrepasar.
-Deberías de estar feliz de conocer a tu omega, no todos tiene esa fortuna- le dijo serio.
Ohm había sabido que su pareja destinada era de la isla Mahounomizu, totalmente personas antítesis de los residentes de Akai Doragon. Su primer celo fue a los 16 años, el Dragón Rojo que residía en el volcán central de la isla, se lo había hecho saber.
Desde que nacían los Dragonianos sabían la fecha exacta de cuando seria su primer celo, esto les permitía poder evitar cualquier complicación del mismo, ellos eran llevados un día antes a la cueva del Dragón Rojo, le suministraban, agua, comida, varios cambios de ropa y mantas para poder dormir, si es que algunos pudieran hacerlo. En el momento de su celo debían mostrar su fuerza y valor para soportarlo, además de que el Dragón Rojo siempre los tenia a la vista y no permitía que cayeran en sus más bajos instintos.
Era una prueba bastante difícil para Alfas y Omegas, ya que tenían la libido bastante desarrollado. Omh recordaba cómo no permitió que sus padres, hermano o amigos lo dejara en la entrada de la cueva. Era el futuro Rey y tenía que demostrar que no solo el trono le pertenecería por sangre, sino también por el mismo.
La cueva era seca y muy caliente, él había sabido manejar el fuego desde a muy temprana edad, pero el calor que sentía en la cueva era diferente al que estaba acostumbrado.
Se había dirigido al interior suprimiendo cualquier miedo o inseguridad, y había logrado pasar su primer celo, como si no pasara nada frente a los ojos del Dragón guardián. Y ahora por eso se encontraba distraído, molesto e inquieto, ya que era la primera vez que su alfa estaba tan descontrolado, eso le molestaba bastante, ya que él siempre lo mantenía a raya.
Recordaba su primer beso, fue con Pham, un chico que en ese entonces estaba en la cocina del reino. Pero de ahí en fuera nunca tuvo contacto con nadie más. El cocinero beta le había llamado la atención y se habían besado, pero solo eso. En ese entonces se había sentido extasiado por el contacto de sus labios, pero después de un tiempo su alfa le recriminada haber besado a alguien que no fuera su predestinado. Había sentido una incomodidad en su estómago cuando empezó a acercarse al rostro del cocinero, en el fondo sabía que su Alfa estaba en contra de ese acto, pero tenía tanta curiosidad que lo ignoro.
Desde ese entonces nunca se acercó a nadie más. Pham había encontrado su alfa, Dean, uno de los soldados del reino, y eran bastante felices, esperaban a su primer cachorro.
Sonrió recordando todo eso, y se dirigió a su despacho. Tenía que dejar todo listo para su ausencia de casi un mes. Quedaban dos semanas para conocer a su omega, eso le dejaba solo una semana para poder organizar todo.
En la noche, ceno con su madre, su hermano mellizo y su cuñado.
Earth como siempre fue el que más hablaba.
-Pues déjeme le digo Reina, que al fin el Fenix Hotto (Fénix Fuego), por fin volvió a renacer, los Sekitan (Carbón) estaban que no podían de tanta felicidad, ¿Saben la fortuna de verlo después de quinientos años? - pregunto el esposo de Kao con los ojos bien abiertos y una enorme sonrisa.
La reina lo vio con ternura. Reconocía que cuando supo que su yerno era de la tierra Kiuki (Aire), no estaba muy feliz que digamos. Pero eso no se comparaba con el saber que su hijo, el futuro Rey Ohm tendría de omega a alguien de la isla Mahounomizu, tenía la esperanza de nunca volver a tener contacto con nadie de ese lugar, pero el destino no había cumplido su deseo.
-Me hubiera gustado estar ahí- sonrió la Reina a su yerno.
-Fue algo tan irreal- exclamo Earth.
- Y tu Kao, cariño- le dijo a su hijo.
-Me alegra decir que los cítricos, papayas, plátanos, y piñas han logrado sobrevivir al gran calor que ha aumentado últimamente.
-Eso me parece excelente- sonrió su madre.
-¿Ohm? – pregunto con miedo en su interior, ya que su hijo no era el mismo desde hace semanas.
-¿Que te puedo decir madre? - pregunto- asistí al entrenamiento de los soldados, revise los mapas de las tierras, firme unos documentos-la miro- y eso es todo. – sonrió forzado, ya que su madre no tenía la culpa de nada de lo que pasaba.
La Reina lo vio con comprensión. Sabía que su hijo estaba pasando por un momento malo, y sabía que el matrimonio concertado dentro de unas semanas era forzado, al menos lo era porque se presentaba en un momento tan crítico.
La cena estuvo llena de anécdotas divertidas de parte del príncipe Earth, nadie más quiso presionar a Ohm para tomar partida de la plática amena, no querían empeorar las cosas.
La reina se dirigió a sus aposentos, se dispuso a tomar un baño antes de dormir. Mientras estaba en la tina burbujeante, se recostó y empezó a recordar como la vida de su hijo, el futuro rey había cambiado, por el solo hecho de que el celo de su omega, había llegado en ese momento tan difícil.
Había sido aproximadamente tres semanas atrás, su hijo Omh se encontraba con los soldados y constructores reforzando los límites de la isla. La guerra con Chikyou Oukoku ( Reino tierra) era inminente. Ese bendito mapa que había aparecido en una de las tantas cuevas de la isla era el culpable. Bueno –Suspiro la reina-, los culpables eran los terrarios, que al enterarse del hallazgo, decidieron por una extraña razón atacar la Isla Akai Doragon.
El haber descubierto una mapa tan antiguo y ajeno a su reino, el futuro Rey había planeado mandar unos de sus mensajeros con los terrarios y concertar una reunión para entregarles tan valioso plano a sus cercanos vecinos de terreno. Pero cuando menos pensaron fueron ridículamente atacados por estos, y fue cuando su hijo Ohm había enfurecido y decidió que las cosas no se podían quedar así.
Habían destrozado parte de la orilla de la isla, que es donde los pescadores tenían su mercado de mariscos, eso había dejado a varias familias sin sus preciados negocios, y varios heridos también.
Nadie tocaba a su pueblo, eso decía su hijo –Sonrió la reina- así que las cosas se habían salido de control y ahora estaban con la guerra encima de ellos, y un matrimonio lejos de la isla, a semanas de distancia no era bueno, en ningún sentido.
Termino de bañarse y se dispuso a descansar, el saber que pronto vería al rey Boss la tenía bastante alterada, solo los cielos sabían por qué estaba pasando todos eso.
La madre de Ohm se introdujo en su cálida cama, pero no podía dejar de darle vueltas al asunto.
Lo que más le preocupaba era la reacción tan descontrolada de su hijo, de repente en medio de los límites de la isla había soltado un grito, se tomaba el estómago y había caído de rodillas. ¿Ese día, supo que el omega de su hijo había tenido su celo, pero porque esa reacción tan extraña? Se había preguntado cada vez, y sabía que no era la única, ya que su hijo se caracterizaba por ser controlado en todos los aspectos.
Eso sumando el estrés del momento, no había sido nada agradable para nadie, su hijo había estado en un extraño celo encerrado por tres días, sin saber nada de lo pasaba en el exterior.
Hasta donde ella recordaba, a nadie le había pasado el hecho de entrar en celo solo porque su pareja destinada lo estaba padeciendo. Eso la preocupaba, pero lo que más le asustaba era cuando su hijo había salido de ese trance y había concertado una junta urgente, con la familia cercana y dignatarios del reino.
Gracias por poder asistir a esta reunión de último minuto, había dicho su hijo mirando a todos, que aun con su semblante pálido y con ojeras proyectaba su poder de alfa, de Rey.
-Como todos ya saben – sonrió sin gracia- mi omega tuvo su celo y me lo hizo saber de una manera bastante peculiar. En esos tres días, pase por lo que nadie ha pasado y vi cosas que nadie ha visto, es por ello que les voy a pedir un gran favor.- Los miro fijamente de nuevo a todos.
-Después de la unión matrimonial y que el venga a vivir a nuestra playa, quiero que todos hagan oídos sordos, miradas ciegas y hablar mudo.
Los presentes en la sala se voltearon a ver extrañados.
-No me pregunten por que, por que no la puedo decir, lo único que quiero es que acaten esta orden – callo un momento- o más bien que puedan cumplir este favor a su futuro rey.
Nadie entendía nada, pero sabían que el príncipe Ohm sus razones tendría, así que por más confusos que estaban, todos asintieron.

FIRE AND WATER (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora