CAPITULO 18 PENDIENTES

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Fluke volvió al presente cuando una voz le insto a que se pusiera de pie. Saliendo de su ensimismamiento logro sonreír y hacer lo que le pedían. Y por fin se pudo mirar en un espejo, y quedo anonadado, era el, pero no era él. En su cabello habían puesto una pequeña corona hecha de flores naturales de color blanco con trigo dorado, su cabello al ser trenzado de un solo lado le daba un aire sexy. La chaqueta blanca con bordes dorados se ajustaba a su pequeño cuerpo de manera perfecta, y el velo del cuello tortuga, dejaba traslucir su delgado cuello el cual había sido bañado con pequeños brillos dorados, tan minúsculos que solo al movimiento se podían ver. Su pantalón se ajustaba a sus piernas y caderas, teniendo al lado unas pequeñas franjas doradas que lo hacían más visual. En el bolsillo derecho del saco prendía una rosa blanca con pequeños trigos, y por último unos zapatos de charol blanco, pulcramente relucientes.
Se acercó más al espejo y se miró detenidamente el rostro. Sus cejas estaban muy bien delineadas, de un color muy tenue, y le habían aplicado algo de polvo y rubor, y sus labios, woww, se veían tan comestibles. Sonrió al reflejo, ¿Siempre había sido tan apuesto?, se preguntó mientras se giraba de un lado a otro, o por los cielos, ese era su trasero, abrió mucho los ojos, se veía espectacular, pequeño, respingado y redondo.
Los presentes lo veían con una sonrisa de satisfacción.
-¿Qué le parece su alteza? – le pregunto una de las mujeres.
-Me encanta – exclamo si dejar de mirarse en el espejo. Preparate Ohm, pensó ensanchando su sonrisa.
En el otro lado del pasillo se encontraba Ohm, despidiendo al personal que le ayudo a vestirse y arreglarse. Había sido algo incómodo ya que desde niño no necesitaba ayuda para nada de eso, pero los ojos de Reina lo habían visto de una manera suplicante, que bufo internamente y accedió.
Debía admitir que habían hecho muy buen trabajo, por no decir excelente. Se miró críticamente en el espejo de cuerpo completo. El traje color negro cuervo, con las orillas plata, se ajustaba a su torneado cuerpo, en el bolsillo del saco le habían puesto una extraña flor color plata con pétalos negro brillosos. La camisa color gris le sentaba bien al tono de su piel, y la pajarita negra le daba un toque distinguido. El pantalón le sentaba como guante y le marcaba sus torneados muslos.
Estaba muy bien peinado, y le habían puesto un pequeño arete con una piedra negra en su oreja derecha. No estaba acostumbrado a verse tan emperifollado, pero le gustaba lo que su reflejo le mostraba. Se sonrió por última vez y se dirigió a revisar unos pergaminos antes de que empezara la boda.
Mild al estar listo, se dirigió a los aposentos de su amigo. Y sin tocar entro en el lugar, ahí estaba la cosa más bella que sus ojos habían visto.
-Te propongo algo – empezó a decirle acercándose hacia la salita donde se encontraba el Príncipe.
-Mild – le dijo sorprendido ya que no lo había escuchado entrar.
Se sentó junto a él y le tomo una mano.
-Deja a ese Alfa cuerpo escultural que tienes como prometido y acepta a este humilde Beta. – dijo en tono teatral.
Fluke lo miro sin entenderle.
-Escapa conmigo a lo más recóndito de la tierra – exclamo levantando uno de sus brazos y abarco el balcón – y te prometo que seremos felices por la eternidad. – termino agachando teatralmente su cabeza.
-¿De qué hablas? – le pregunto extrañado el castaño.
Su amigo levanto el rostro y soltó un bufido exasperado.
-De verdad te corre atole por las venas Fluke- se quejó.
-No te entiendo – le sonrió en disculpa.
-Que bueno que no eres mi pareja destinada, me sacarías de quicio cada dos por tres – le palmeo paternalmente una mano.
Fluke solo levanto una ceja.
-Te ves tan divino- empezó- sé que siempre has sido hermoso, pero ahora – se levantó y con ambas manos abarco a Fluke – te ves impresionante amigo, que digo impresionante, te ves como todo un ángel.
El príncipe se sonrojo ante el alago.
-Muchas gracias Mild – le dijo – yo también a verme en el espejo no podía creerlo. – admitió avergonzado.
-Levántate, que quiero mirarte bien.
El pequeño obedeció, y al ver que Mild le decía que girara este lo hizo, sintiéndose tímido.
-¿Ese es tu trasero? – le pregunto descaradamente.
-Lo sé, yo también pensé lo mismo. – le dijo palmeándose las asentaderas.
-Que guardadito se lo tenía Príncipe Natouch – le guiño un ojo, y ambos rieron.
Los interrumpió unos toques en la puerta.
-Adelante – invito el Príncipe.
Eran sus padres, se veían avasalladores, sonrió con orgullo Fluke.
-¿Pero que tenemos aquí? – dijo su padre acercándose a ambos chicos.
Mild hizo una reverencia.
-Les gusta – pregunto dubitativamente el pequeño.
-Te ves perfecto – exclamo feliz la Reina.
-Gracias.
-Mild nos haría el favor de dejarnos solos por favor – pidió el Rey.
Este volvió a hacer una reverencia y salió del lugar.
El príncipe entendió que sus padres querían tener una plática con el así que se sentó, y estos lo imitaron.
-¿Cómo te sientes hijo? – inicio la Reina.
-Siendo sincero, muy nervioso – les confeso.
-Eso es normal – dijo su padre – me hubieras visto el día de nuestra boda – volteo a ver a su esposa.
-Antes de la ceremonia tu padre estuvo vomitando de tanto nervio que sentía.
Fluke abrió los ojos sorprendido, pues él estaba nervioso y si sentía un poco revuelto el estómago, pero no tenía ganas de vomitar.
-No te asustes – le aclaro su padre – todos reaccionamos diferente, aunque el sentimiento es el mismo – le sonrió.
Esto tranquilizo un poco al Príncipe, ya que se había imaginado vomitando en medio de la boda.
-Sabes que a pesar de que vayas a estar lejos de aquí, este siempre será tu hogar, y nosotros tu familia ¿verdad? –le dijo tiernamente la Reina.
Fluke solo asintió, ya que un nudo se le empezó a formar en la garganta.
-Las cosas no serán fáciles Fluke – siguió el Rey – pero creo que te hemos criado bien, y eres una persona muy fuerte y tenaz.
Su hijo volvió a asentir.
-Tienes que poner todo de tu parte para poder encajar, sabemos que es un reino muy diferente al nuestro, pero también sabemos que no importa lo que se te atraviese tu podrás con cualquier obstáculo, porque eres un Natouch Manow – dijo con firmeza su madre.
Fluke solo los miraba con los ojos muy grandes, tenía ganas de soltar el llanto.
-Te amamos con todo el corazón – dijo su padre con la voz quebrada – y qué más quisiéramos que tenerte siempre con nosotros, pero los hijos crecen y vuelan del nido.
-Es por eso que mandamos hacer algo muy especial para ti, pero será usado en situaciones especiales. – le aclaro su madre.
Los miro con interrogación, su padre saco una pequeña caja de terciopelo negro, la extendió hacia él y el pequeño la tomo con manos temblorosas. Miro la caja y miro a sus padres.
-Adelante – invito su madre.
Fluke con parsimonia levanto la tapa y vio dentro de ella unos pequeños pendientes, uno era la cola de pescado, lo cual el príncipe entendió más bien como cola de Tritón, tenía unas pequeñas piedras color turquesa incrustadas. El otro, era una cabeza de dragón con ojos de piedras rojas. Miro a sus padres interrogativamente.
-Estos pendientes, son unos trasladores, los mandamos hacer cuando nos enteramos quien sería tu pareja destinada. –le explico el Rey.
Ese término a Fluke le sonaba, pero no sabía de qué. Sus padres al ver que su mirada no cambiaba, sonrieron comprensivos.
-Si te fijas – empezó su madre – estos pendientes no tienen poste. – en lugar de eso tienen una prensa que lo sujeta a la oreja.
El príncipe asintió, al ver que los aretes no tenían ese palito que se introducía en el orificio de la oreja.
-Cuando abres esa prensa y lo pones en el lóbulo, al cerrarlo este te transportara aquí.
El pequeño se quedó viéndolos aun sin entender. Y su cerebro hizo click al recordar lo que era un traslador. Abrió los ojos como plato y su boca no se quedó atrás. Hace unos años había leído sobre esos artefactos, en un libro de historia de la isla, pero no lo había tomado muy enserio, ya que hablaban de hace muchos siglos, y decían que ya no eran usados ni vistos en la actualidad.
Este tenía que ser un objeto cualquiera, algo que pase desapercibido ante cualquier ojo. Miro los pendientes y miro a sus padres.
-Es cierto que ya no es común hacerlos y menos usarlos – se encogió de hombros el Rey- pero dadas las circunstancias, creímos que era adecuado y necesario que los tuvieras.
-Pero que no se te olvide, que solo deben ser usados en situaciones extremas o especiales, no puedes utilizarlo a la ligera, ten esto muy presente. – le recalco la Reina.
Al ver que el príncipe seguía en estado de shock, su padre prosiguió a seguir hablando.
-Obviamente la cola de Tritón es para que tú lo uses, y la cabeza de dragón es para Ohm.
Fluke seguía ensimismado viendo los pendientes.
-Estrictamente tú debes usar la cola de Tritón – repitió su padre – ya que, si te pones la cabeza de dragón, el traslador no tendrá efecto.
-¿Eso por qué? –pregunto el príncipe, hablando por primera vez.
-Para que los trasladores personales funcionen, se debe de tener algo de la persona que solo puede usar este. Me refiero – se inclinó su padre- en tu caso usamos tus cabellos.
-¿Pero de donde los obtuvieron?
- Tu cepillo – respondió su madre.
Fluke solo volvió a asentir.
-¿Y el del Príncipe Ohm? – pregunto curioso.
-De su saliva – dijo el Rey.
El pequeño hizo cara de asco. Eso hizo sonreír a los Reyes.
-Se que suena asqueroso – dijo su madre riendo- pero lo tomamos de una de sus copas.
-Tu traslador fue hecho inmediatamente, mientras que para el del príncipe Thitiwat se hizo hace una semana.
-Está bien – dijo el príncipe cerrando la cajita y dejándola a un lado suyo- ya entendí lo de los trasladores, ahora mi duda es, ¿Porque son necesarios? - los miro inquisitivamente.
-Como ya te hemos dicho- Empezó el Rey – al lugar donde vas, es bastante diferente al de nosotros, su cultura entre otras cosas, y el del Príncipe Thitiwat, es para que cuando deseen visitarnos, puedan hacerlo cuando les apetezca. - le sonrió ocultando la inminente guerra de la Isla Dragón Rojo, no quería asustarlo, y ponerlo más nervioso.
-Son los mejores, gracias – se levantó de su lugar y fue a abrazar a sus padres, como los echaría de menos, como le harían falta, pensó reprimiendo las lágrimas que pungían por salir.
Sus padres se despidieron y lo besaron en la mejilla deseándole lo mejor. Apenas había guardado los pendientes en un cajón cuando la puerta volvió a sonar. Al voltear a ver quién había entrado a sus aposentos sin avisar, se encontró con su hermano y su cuñado, los cuales ya estaban más que listos y muy guapos para la boda.
-¿Cómo vas? – pregunto Prem.
-Nervioso – les dijo, ya que esa pregunta se la habían hecho un montón de veces en el día.
-Te dije que teníamos que venir antes – se quejó Boun hacia su futuro esposo, el cual solo se encogió de hombros y se fue a sentar a la salita.
-Lo siento – se disculpó con media sonrisa- pero he escuchado esa pregunta todo el día, que ya ni se cómo responder. – se sentó frente a ellos.
-No te preocupes, te entendemos – le regreso la sonrisa su cuñado- yo la he escuchado por meses.
-Y yo – atestiguo el rubio, también sentándose junto a su Omega.
-No sé cómo no han salido corriendo queriéndose quitar el cabello – les dijo divertido- si yo con unas semanas ya me tienen mareado.
-Se dice harto, o hasta el cansancio – le aclaro Prem.
Esto los hizo sonreír.
-¿Como va todo abajo? – se atrevió a preguntar el pequeño.
-Ya te imaginaras –  su hermano hizo rodar sus ojos.
-Parece guerra, de donde va cada cosa – lo imito su prometido.
-¿Ustedes sabían lo de los trasladores personales? – le pregunto sin tapujos.
Ambos chicos se voltearon a ver.
-Así es – confeso su hermano.
-¿Y por qué no me dijeron nada?
-Tus padres querían que fuera una sorpresa
-Ya veo – se tomó sus manos.
-¿Ustedes tienen unos? – pregunto curioso.
-Hasta donde se no – se recargo en el respaldo despreocupadamente su hermano.
-Probablemente sea también una sorpresa – afirmo feliz Fluke.
Los mayores solo asintieron, no querían decirle que su caso era muy diferente al de ellos, no había por qué preocuparlo.
-Perdón por interrumpir – dijo Mild entrando a la recamara de nuevo sin llamar- pero ya es hora.

FIRE AND WATER (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora