FARAMIR: SEGUNDO CAPITAN DE GONDOR

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Cuatro hombres de elevada estatura estaban allí. Dos de ellos empuñaban lanzas de hoja ancha y reluciente. Los otros dos llevaban arcos grandes, casi de la altura de ellos, y grandes carcajs repletos de flechas largas con penachos verdes. Todos ceñían espadas y estaban vestidos, de verde y castaño de varias tonalidades, como para poder desplazarse mejor sin ser notados en los claros de Ithilien.

Tenían los rostros encapuchados y enmascarados de verde, con excepción de los ojos que eran vivos y brillantes. Inmediatamente Frodo pensó en Boromir, pues esos hombres se le parecían en estatura y postura, y también en la forma de hablar

– Pero ¿Qué hemos encontrado? – miro a los Hobbits con interés, uno de ellos, jamás ha visto criaturas como estas

– Orcos no son – Observo otro, soltando la empuñadura de la espada

– ¿elfos? – dijo un tercero, poco convencido.

– ¡NO! ¡No son elfos! – gruño el cuarto, indignado por su ignorancia; era el más alto de todos y al parecer el jefe – Los elfos no se pasean por Ithilien en estos tiempos. Y los elfos son maravillosamente hermosos, o por lo menos eso se dice – detallo a los Hobbits con cierto asco mmm

– Lo que significa que nosotros no lo somos, supongo – dijo con sarcasmo Sam – Muchas, muchas gracias. Y cuando hayáis terminado de discutir acerca de nosotros, tal vez queráis decirnos quiénes sois vosotros, y por qué no dejáis descansar a dos viajeros fatigados – sentenció con fastidio

Al menos los niños y esa asquerosa criatura, se había escapado, al menos es una preocupación menos para ellos, aunque hubiese querido que se llevaran consigo a su amo

– Yo soy Faramir, capitán de Gondor – El más alto de los hombres verdes rió sombríamente – Mas no hay viajeros en esta región: sólo los servidores de la torre oscura o de la blanca – agrando su sonrisa de advertencia de que sus mentiras no servirán mucho

– Pero nosotros no somos ni una cosa ni otra – contesto Frodo sintiendo un dejavu – Y viajeros somos, diga lo que diga el capitán Faramir – contemplo, no será fácil evadirlos y sus pensamientos son acertados, son peligrosos

– Entonces, decidme en seguida ¿Quiénes sois? y ¿Qué misión os trae? – exigió saber Faramir ¿Qué hacen en estas tierras? – Tenemos una tarea que cumplir, y no es este momento ni lugar para acertijos o parlamentos – señalo, la tarde esta sobre ellos, ante el silencio de los medianos

– Somos Hobbits de la comarca, muy lejos al norte y al oeste, más allá de numerosos ríos. Frodo, hijo de Drogo, es mi nombre, y el que está conmigo en Samsagaz, hijo de Hamfast, un honorable Hobbit a mi servicio. Hemos venido hasta aquí por largos caminos, desde Rivendell, o Imladris como lo llaman algunos – contestó Frodo, arriesgándose, pues la mirada del hombre es peligrosa

Faramir se sobresaltó al oír ese nombre y escuchó con creciente atención

– Teníamos siete compañeros: a uno lo perdimos en Moria, de los otros nos separamos en Parth Galen a orillas del Rauros: dos de mi raza; había también un enano, un elfo y dos hombres. Eran Aragorn y Boromir, que dijo venir de Minas Tirith, una ciudad del sur – expuso Sam, sin mencionar al resto, no es que sean conocidos por estos lares o eso comprendió de ellos, mejor no mencionar a los niños

– ¡BOROMIR! – exclamaron los cuatro hombres a la vez

– ¿Lo conocéis? – pregunto Frodo tragando duro. Su último recuerdo del hombre no es precisamente algo bueno. Estaba con Dragón y luego...

– ¿Boromir, hijo del señor Denethor, senescal de Gondor? – preguntó Faramir, y una expresión extraña y severa le cambió el rostro – ¿vinisteis con él? – preguntó mirándoles apremiante

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