LA CRUELDAD NO ES MALDAD

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Tauriel logró salvar a uno de los suyos apenas. Están rodeados y sin salida. Legolas no parece tener orden alguno en su patrón de lucha, parece un completo extraño. Solo de ataques sin dirección. Justo como un disparo en la oscuridad

– ¡Señora! – reclama un elfo, salvándola de ser degollada por un hombre de piel oscura

– ¡Tenemos que sobrevivir! – ordena la capitana elfica regañándose entre dientes por su distracción. Será mejor que deje al príncipe a sus anchas. Ahora tenían mayores preocupaciones; pues ha aparecido una sombra de alas negras en el cielo, y el terror solo puede duplicarse cuando uno segundo descendió desde las alturas

Mucho más por el miedo infundido por los Nazgul tuvo que esperar, cuándo repentinamente... Tuvo que clavar su espada en el suelo para no caer, un segundo antes la tierra tembló como si todo estuviera resquebrajando, partiéndose, hundiéndose en las fauces del mismo; entreabrió los ojos para ver

El miedo se fundió también en los corazones del enemigo. Y entonces el asedio se convirtió en una fuga. Ya unos hombres rompían filas, huyendo aquí y allá, arrojando las armas, gritando de terror, rodando por el suelo. Los orcos caso contrario permanecían en el lugar, pero claramente aterrorizados por el estruendo junto al resquebrajor

La capitana olvidó todo cuanto cruzase su mente, hasta respirar; la montaña, la gran montaña del norte, esa única y colosal montaña, ciertamente no es tan grande como Erebor, pero ahora se hundía en la tierra como si nunca hubiera estado allí

Veía atónita el suceso aferrada a su espada; ignorando el estruendo que esto producía

– ¡AHORA! – Gritó una voz en medio, rompiendo el encantamiento de tan impactante hecho, asi como los lamentos

Y Una trompeta sonó entonces aun con la tierra temblando y rugiendo en agonía. Tauriel buscó con la mirada, al encontrarlo, sus dudas solo se hicieron más grandes, ¡era Legolas!

– ¡Legolas! – le llamó temerosa, pues un troll estaba detrás suyo con su maso en alto

El príncipe con una pirueta extraña e imposible, clavo una flecha en el ojo de la criatura, dejando a Tauriel mas desconcertada. Había algo distinto en él, lo ha visto matar antes, pero no con esta ansiedad o necesidad, quizás furia desmedida

¿Por qué?

– Vaya. Tan preciso como siempre – dijo una voz llena de diversión, una que la capitana reconoció de inmediato, mas no supo cómo llego allí, solo hasta descubrir que montaba un lobo de propiedad enemiga

– Primero Dragones, ahora, ¿lobos? – pregunta el príncipe, saltando hasta quedar detrás de Dragón y abrazarlo restándole importancia a la mirada inquisitiva de la elfa. Sentirlo en sus brazos, hace que se calme

No está seguro de lo que sintió cuando lo perdió de vista, ¿Miedo o ansiedad? No puede nombrarlo con seguridad

Tauriel solo pudo desviar los ojos a otro lado molesta

– ¡Mi señor! – un elfo le alcanzo detallando todo mínimamente; pero todo cuánto fuera a decir murió ante la escena, ¿Qué? Buscando respuestas en la capitana

– ¿Qué ocurre? – preguntó el príncipe prestando atención a la extrañeza plasmada en ese rostro

– Tenemos dos Nazgul, peleando contra otro – señala el elfo sin saber que más decir. No se atreve a cuestionar

– ¡Maldición! – maldice Draco masajeando su sien con frustración

Estaba tan metido en derrumbar la montaña y enterrar al enemigo de una vez por todas; realmente a este punto no le importa si son hombres o bestias. Que no prestó atención a los cielos

LA VOLUNTAD DE ILUVATURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora