SOMBRAS EN LA OSCURIDAD

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Una trompeta sonó entonces en la ciudadela, y Denethor dio la orden de salida. Cobijados a la sombra de la puerta y bajo los muros elevados los hombres habían estado esperando esa señal

Todos los jinetes que quedaban en la ciudad avanzaron, apresuraron el paso, y en medio de un gran clamor corrieron al galope hacia el enemigo

Como un trueno cayeron sobre el enemigo, atacándolo por los flancos. Tomadas por sorpresa mientras corrían, las hordas de Morgul se desbandaron, dispersándose como chispas al viento.

Pronto regresaron marchando. Y entraron en la ciudad; pisando con orgullo; y con orgullo los contemplaba la gente y los saludaba dando gritos de alabanza, aunque todos estaban acongojados. Pues las compañías habían sido diezmadas. Faramir había perdido un tercio de sus hombres.

¿Y dónde está Faramir? Era la pregunta general

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Cerca del atardecer

Fue el último en llegar. Y en los brazos de un jinete, siendo resguardado por un pequeño grupo de jinetes; apenas lograron escapar

– ¡Faramir! ¡Faramir! – gritaban los hombres, y lloraban por las calles. Pero Faramir no les respondía

El soldado, Damrod, llevó a Faramir herido por una flecha maldita a la torre blanca, indicando al resto descansar, se lo merecían, además también debían curar a los heridos, pues Faramir no es el único

– tu hijo ha regresado, señor, después de grandes hazañas – dijo Damrod y narró todo cuanto había visto

Denethor fue incapaz de oír palabra alguna, palideció de golpe viendo fijo el cuerpo sin movimiento. Horrorizado en su mente solo veía a su hijo tirado en el piso, retorciéndose de dolor, y él con la espada a punto de acabar con su vida

Otra vez sintió sobre si, ese control poderoso, su cuerpo tembló sin remedio; salió de allí a toda prisa con la bilis en su boca

El soldado se quedó allí desconcertado; hasta que vino una curandera, dispuesta a atender a Faramir

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Denethor no se atrevió a Volver con Faramir. Subió a solas a la cámara secreta bajo la cúpula de la torre. Alzo la mirada a los restos aun brillando tenue a la distancia. Ahora mismo al fin la ciudad estaba sitiada, cercada por un anillo de adversarios. El Rammas estaba destruido, y todo el Pelennor en poder del enemigo. Las últimas noticias del otro lado de las murallas las habían traído unos hombres que llegaron corriendo por el camino del norte, antes del cierre de la puerta

– No hay ninguna noticia de los Rohirrim – se dejó caer en la desesperanza – Los de Rohan ya no vendrán. O si vienen al fin, todo será inútil – por primera vez en su vida se sintió pequeño, como un niño, justo como cuando perdió a su madre. No hay noticias de Boromir – El nuevo ejército que nos fue anunciado se ha adelantado a ellos, y ya llega desde el otro lado del río, a través de Andros, por lo que parece. Es poderosísimo, batallones de orcos del ojo e innumerables compañías de hombres de una raza nueva que nunca habíamos visto hasta ahora. No muy altos, pero fornidos y feroces, barbudos como enanos, y empuñan grandes hachas. Vienen sin duda de algún país salvaje en las vastas tierras del este. Ya se han apoderado del camino del norte, y muchos han penetrado en Anórien. Los Rohirrim no podrán acudir – siguió mientras la imagen de su hijo ensangrentado por sus manos permanece plasmada en su mente, habla en un intento desesperado por arrancar esos recuerdos de su mente

LA VOLUNTAD DE ILUVATURDonde viven las historias. Descúbrelo ahora