Capitulo 2: "Sueños Paralizados" (Ángel)

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No recuerdo haber entrado nunca a la facultad de psicología de la universidad, pues es un edificio viejo, lleno de goteras y casi al borde de la demolición que me provoca escalofríos y repelús cada vez que me acerco a menos de treinta metros, así que me encuentro sorprendido y casi al borde del pánico cuando me hallo de pie junto a las escaleras del sexto piso, con las luces apagadas y las paredes color blanco hueso de los pasillos extendiéndose frente a mí como un laberinto sin salida.

Al principio deambulo sin rumbo fijo, llevado un poco por mi sentido de la aventura, intentando abrir puertas al azar, sin embargo todas se encuentran cerradas bajo llave lo cual no me parece del todo extraño. Pienso que me encuentro solo hasta que escucho un par de gritos ahogados, provenientes de una puerta al fondo del pasillo. Me debato entre si debería ir a ver de qué se trata, o si debería dar media vuelta y volver por donde vine.

Me decanto por la segunda opción, pues mi sexto sentido me dice que debería irme de este lugar, hay algo que no está bien aquí y no pretendo ser uno de los chicos valientes de las películas de terror que mueren en los primeros treinta minutos de película. En cuanto me doy vuelta me encuentro fuera del edificio con el aire fresco de la noche pegándome en la cara. Suspiro de alivio y doy un paso, pero me tropiezo con la fuente y me voy de bruces dentro del agua fría.

—Joder. —Mascullo y me levanto, intentando limpiarme el agua de la cara. Cuando abro los ojos espero encontrarme de nuevo con el cuerpo que vi caer hace unos minutos, pero el agua está limpia meneándose apacible al ritmo del agua que cae desde la cascada central. Tal vez aluciné, tal vez estoy tan ebrio que estoy empezando a ver cosas que no son reales. Sonrío con una mezcla de alivio y extrañeza y empiezo a caminar de nuevo.

—Disculpa, ¿Podrías ayudarme? —Escucho a mis espaldas en cuanto salgo del agua. Es una vocecilla tenue y aguda, tan insignificante que apenas logro escucharla por encima del ruido del viento.

En cuanto me giro para ver de quién se trata veo como el agua cristalina que salía por la cascada central se ha teñido de rojo y ahora sale a borbotones tiñendo toda la fuente y esparciendo un hedor nauseabundo tan fuerte como el que sale del anfiteatro de la facultad de medicina. Allí no hay nadie.

—Esto no es real. —Me digo y empiezo a girar de nuevo, cerrando los ojos con fuerza.

—Ayúdame. —Vuelve a decir aquella vocecilla de ratón casi a mis espaldas, haciéndome girar de manera instantánea.

Entonces la veo, empapada, pálida como el papel, tan delgada que puede desaparecer dentro de su propia ropa, con su enmarañado cabello rojo hasta la cintura y unos ojos negros tan dilatados que parecen cubrir toda su cornea.

Es la chica suicida.

Me despierto de un sobresalto, con la camiseta de franela pegándose a mi espalda gracias al sudor que se escurre desde mi cuero cabelludo hasta la parte baja de mi espalda. Mi visión borrosa, completamente empañada y mi respiración agitada luchando por salir y entrar a mis pulmones para llevar algo de oxígeno a mis alvéolos.

—Santo Dios. —Pienso presa del pánico e intento ponerme de pie, pero al parecer mis extremidades han dejado de responder a las señales de mi cerebro. —¿Qué cara... —Intento verbalizar, pero las palabras siguen quedándose atoradas en mi garganta.

Intento ponerme de pie, gritar, patalear o hacer algún tipo de ruido para que alguien de la casa venga en mi auxilio, pero lo único que puedo hacer es mover mis ojos como un poseso en todas direcciones casi al tiempo.

—Por favor, por favor. —Suplico una y otra vez en mi mente, para que la tortura termine lo más rapido posible, sin embargo todo parece empeorar cuando la puerta a mis pies se abre de manera lenta y angustiante, con un chirrido casi fantasmal. Yo no puedo hacer nada más que observar.

El Cielo De Abril  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora