Hay quinientas treinta y nueve margaritas estampadas en la colcha de mi habitación, cada una con seis pétalos, y dos hojas, lo que nos da un gran total de tres mil doscientos treinta y cuatro pétalos y mil setenta y ocho hojas estampadas. ¿Cómo lo sé? Es la veinteava vez que las cuento, y puede sonar aburrido y tedioso, pero para la vez número veintiuno decido ser más arriesgada, así que en vez de contarlas en línea recta, decido contarlas en diagonales, desde la esquina superior izquierda hacia abajo en la esquina opuesta.
¿Qué les puedo decir? Me gusta tomar riesgos.
Voy en la flor número doscientas cuarenta y cinco cuando escucho murmullos provenientes del piso de abajo, al principio intento ignorarlos, porque no quiero que nada me distraiga de mi tarea, pero en cuanto escucho un sollozo ahogado de mi madre, decido que debo ir a asegurarme de que todo esté bien, no sé para qué, si en caso de robo, terremoto o incendio no es mucho lo que pueda hacer, pero... bueno.
—Nos dijeron que esto se había perdido. —Dice entre sollozos mientras desciendo las escaleras, he perdido práctica con lo de aparecer y desaparecer.
—Bueno, al parecer no. —Escucho esa voz.
Esa maldita voz.
Me congelo en mi lugar, a la mitad de las escaleras, completamente desubicada y en pánico, él está aquí, aquí, es decir físicamente aquí, mi madre lo ve y está hablando con él. ¡Joder! No estoy preparada para esto, es decir, hace cinco minutos estaba contando margaritas por el amor de Dios, ¿como se supone que esté preparada para verlo de nuevo?
Me obligo a mi misma a salir de mi estado de shock y me devuelvo rápidamente escaleras arriba, asegurándome de ubicarme en un lugar donde pueda escuchar lo que dicen sin que me vea, ¿Me habrá visto? Espero que no.
—Estaba en una de las bodegas, al parecer cuando cargaron el camión con sus cosas se olvidaron de ella. Así que cuando la encontré me tomé el atrevimiento de traerla, espero que no le moleste, señora...
—Aurora, me llamo Aurora Tod. Soy su madre. —Sé que él sabe su nombre, solo está fingiendo que no. Es un magnífico mentiroso. No me hace falta verlo para saber que lo que sostiene entre las manos es la caja que encontré bajo su cama con un conjunto de mis pertenencias más valiosas. La pregunta es: ¿Porque ha decidido devolverla después de tanto tiempo? ¿Es acaso una ofrenda de paz? No tengo mucho tiempo para darle vueltas a una respuesta coherente, porque sigue hablando:
—Un placer señora Tod, mi nombre es Angel Marsans. —Sé también que en este momento debe estar estrechando su mano mientras le da una de sus encantadoras sonrisas que podrían derribar hasta la muralla china, porque ella responde:
—Vaya, pero que encanto, ¿Viniste hasta acá solo para traer esto? —Pregunta.
—Así es. No puedo imaginar lo doloroso que fue perderla y que algunas de sus cosas favoritas hayan quedado olvidadas o en manos equivocadas, así que en cuanto encontré esta caja supe que debía traerla. Espero que no le moleste mi atrevimiento.
Si no lo conociera me hubiera tragado todo su teatro, con crispetas y todo, desde el saludo hasta el "Espero que no le moleste mi atrevimiento", tan propio y educado, actuando como si en realidad le importara.
—¡No! —Se apresura a decir. —No sabes cuanto agradezco que hagas esto por nosotros, por ella. ¿La conociste?
Pienso que va a decir que no, que solo encontró mi caja por suerte, como cuando encuentras un premio en una bolsa de papas fritas, pero me sorprende cuando empieza a hablar.
—Si, tuve la fortuna. Es una de las mejores personas que he conocido en mi vida, hermosa en todos los sentidos, gentil, tanto que veía cosas buenas en todos incluso si no había nada. Es amable y graciosa de alguna extraña manera en donde se burla de mí, pero no me molesta solo porque puedo verla sonreír, ver las pequeñas arrugas en sus ojos o como arruga su pequeña nariz cuando algo no le gusta mucho, y... lo siento, no quería... si, sí la conocí, pero me hubiera gustado tener más tiempo.
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El Cielo De Abril [TERMINADA]
Fiksi RemajaPara Abril, ser un alma en pena no está tan mal, pues incluso estando viva era invisible. Lo que realmente la cabrea es que el único que pueda verla y que puede ayudarla a llegar a la otra vida, sea Ángel; un cabeza hueca a quién no podría importar...