Los kilómetros se desvanecen bajo las llantas de mi motocicleta y los árboles de la carretera pasan a toda velocidad a los lados de mis ojos como manchas borrosas que me acechan y amenazan con alcanzarme. Pero en lo único que puedo pensar es en ella, en la Abril inconsciente y ensangrentada que reposaba sobre el regazo de ese pedazo de mierda mientras la vida se le iba por los ojos.
—Angel, para. —Me dice Abril, apareciendose por milésima vez en mi camino, como Edward en las visiones de Bella en Luna nueva (no me pregunten cómo lo sé, no voy a hablar de mi pasado oscuro).
—Apártate del camino, Abril. Vas a hacer que me estrelle. —Le digo y la atravieso sin contemplaciones.
Me paso la caseta del peaje sin importarme la multa que seguro me pondran y me encamino por la NQS hacia la Universidad Nacional, serpenteando entre el tráfico infernal de Bogotá como todo un experto y antes de que caiga la noche, estoy aparcando mi motocicleta frente a la facultad de psicología donde ese tal Ravens sigue teniendo su oficina.
—Disculpe joven, no puede dejar el vehículo aparcado ahí. —Me intenta detener el vigilante del edificio.
—No se preocupe amigo, no tardo. —Le dejo el casco, porque sé que lo usaría como arma para romperle la cara, y quiero que esto sea a puño limpio. Vamos a ver que tan machito es.
—Ni siquiera sabes donde es, Angel. Puede que no esté aquí. —Abril aparece de nuevo en el borde de las escaleras.
—Lo encontraré hasta en la maldita China. Te lo juro. —Veo mi propia furia reflejada en sus ojos.
—Puede que la visión esté mal. —La escucho decir, apareciendo ahora en el descanso de las escaleras.
—¿Acaso lo estás defendiendo? —Le ladro antes de pasar junto a ella y empezar a ascender el segundo tramo.
—No, pero. ¿Por qué te importa tanto? ¿Acaso crees que partirle la cara cambiaría algo? —Siento el calor de su mano intentando alcanzarme, pero la ignoro olímpicamente.
—No lo entenderías. —Mascullo llegando al cuarto piso y doblando directamente en el pasillo de oficinas.
Está oscuro y frío, pues los postes de luz no alcanzan los tres metros y las puertas están cerradas, así que la única luz proviene de la luna que brilla en el cielo nocturno.
—¿Entender el que? ¿Tu delirio de machito dominante cuyo ego está herido por saber que hubo alguien más?
—Callate. —Le digo en un susurro ahogado.
—¿Que por una vez en todas mis vidas escogí a alguien distinto? —Grita a mis espaldas, haciéndome frenar en seco. —¿Qué es lo que te pasa, Angel? —Insiste y me devuelvo en su dirección sin detenerme a pensar en que tal vez no debería decir:
—¡Pasa que te amo, joder! ¡Te amo Abril! y no puedo hacer nada al respecto porque un imbécil me quitó la posibilidad de amarte en vida... —Perfecto. Lo dije. Y no puedo contener ni la voz temblorosa ni las lágrimas que se desbordan por mis mejillas, pero las aparto de un manotazo.
Abril no dice nada y no sé que me rompe más el corazón; si mi patética confesión o el hecho de que parece haberle importado una mierda. Así que antes de lucir aún más patético me giro sobre mis talones y echo a andar de nuevo, no quiero perder el impulso.
Encontrar la oficina del tal Ravens no es trabajo difícil, pues bajo las letras doradas con el número de oficina 410 se puede leer una escarapela metálica con su nombre. "PhD. Leonard Ravens".
Giro el pomo de la puerta con cuidado y me adentro en el lugar que tal vez vio viva a Abril por última vez. Me encuentro con una silueta de espaldas a mí, alta y fornida, con pantalones y camisa de vestir. Está recostado sobre el marco de la ventana con Shadowplay de Joy Division sonando por los altavoces de estéreo, así que no me escucha entrar.
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El Cielo De Abril [TERMINADA]
Teen FictionPara Abril, ser un alma en pena no está tan mal, pues incluso estando viva era invisible. Lo que realmente la cabrea es que el único que pueda verla y que puede ayudarla a llegar a la otra vida, sea Ángel; un cabeza hueca a quién no podría importar...