Capítulo 10: Exámenes fantasma (Ángel)

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Dicen que la vida está definida por momentos, momentos que dejan una marca, que nos hacen crecer y ser mejores versiones de nosotros mismos, y tienen razón, en realidad son palabras hermosas, pero este momento no es una de esas veces.

Estoy jodido, estoy realmente jodido y no sé cómo voy a salir de está.

—Tal vez deberías estudiar los temas, Ángel. —Susurró a eso de las dos de la mañana, dos horas después de que el señor Cabulla saliera por la puerta principal, con un aire de suficiencia y una sonrisita de satisfacción macabra en los labios, al dar por sentado que me dejaría en ridículo frente a todos mis compañeros.

—Ni hablar, Abril. ¿Quieres concentrarte? —Le digo con frustración del otro lado de la puerta, mientras ella intenta por milésima vez adivinar la contraseña.

—¿Y tú quieres dejar de presionarme? Joder. —Dice y saca su cabeza flotante por el marco de la puerta, dándome un susto mortal.

—¡Deja de hacer eso! Me vas a matar del susto.

—Por favor no me ilusiones. —Dice sarcástica y hace un puchero con los labios haciéndome soltar una carcajada.

—Vale ya, no te voy a presionar, pero ¿Podrías por favor ayudarme? —Me obligo a respirar profundo, suavizando el gesto de mi cara

—Vaya que estás mal, Marsans ¿Qué tan mal está tu promedio? —Pregunta curiosa, volviendo a meter la cabeza.

—No quieres saberlo, porque eso sí sería poner presión sobre tus escuálidos hombros fantasmales. —Confieso un poco apenado, agradeciendo que no me pueda ver en este momento.

—Uffff, vaya. Apuesto a un tres cerrado, ¿O tienes matrícula condicional? —Silva condescendiente, su insistencia me estresa por completo, pero me controlo lo mejor que puedo para que siga intentando conseguir ese maldito examen.

—Jamás lo sabrás, así que por favor no insistas. —Le ladro con los dientes apretados, para que deje el maldito tema de una vez.

—Calma, mi promedio perfecto y mi beca por excelencia académica jamás te juzgarían por tu poca capacidad cerebral. No soy tan cruel. —Dice del otro lado, con un tono inocente, pero puedo adivinar la sonrisa diabólica y burlona que tiene en el rostro.

—Bueno, pues al menos mi poca capacidad cerebral y yo seguimos vivos. —No puedo evitar soltarle y me arrepiento al instante, sintiendo como todos mis músculos se tensan esperando su respuesta, mientras  un silencio sepulcral se hace del otro lado.

Oh no.

Pienso que se ha ido y me ha dejado solo en esto y que la he terminado de joder para que jamás me vuelva a dirigir la palabra, pero en lugar de eso y después de un par de segundos de dolorosa agonía escucho una dulce carcajada del otro lado de la puerta. Es cálida y divertida, un sonido que jamás había escuchado venir de ella, así que es inevitable sentir un calor agradable en el estómago que me hace sonreír.

—Eres un bastardo, Marsans, algún día me las cobraré. —Me suelta, haciendo que mi sonrisa se haga aún más amplia en contra de mi voluntad, extendiendo un calor agradable y un corrientazo extraño a partes iguales por todo mi cuerpo. Carraspeo ocultando la sensación y forzandome a concentrarme en el ahora.

Aguardo pacientemente un par de minutos más, esforzándome en no abrir la boca para presionarla o distraerla, pero su rostro al atravesar de nuevo la puerta para salir me lo dice todo.

—Lo siento. —Dice apenas. —Hice todo lo que estuvo en mis fantasmales manos para sacar las malditas respuestas del ordenador, pero el archivo estaba protegido con un encriptado romano, un círculo de sal, un campo minado y un infernal código de seis dígitos que no pude adivinar. En verdad lo lamento.

El Cielo De Abril  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora