Abril.
—¿Desafiar a la muerte? —Pregunto tratando de seguirle el paso pero en cuanto trato de atravesar la puerta e ir tras él me doy un cabezazo contra la puerta que me hace retroceder de inmediato. —¡Oye! ¡No me encierres maldita sea! ¡No es así como quiero pasar mis últimos minutos! —Grito desesperada, pero en realidad lo que quiero decir es: Vuelve aquí y cogeme de una maldita vez, Angel. Termina lo que empezaste.
—¡Confía en mí, tengo un plan! —Lo oigo decir del otro lado de la puerta y casi puedo verlo bajando a trompicones por la escalera.
A pesar de que estoy exasperada y que la excitación que me ha dejado a medias me tiene completamente frustrada, una sonrisa terca abandona mis labios antes de poder detenerla.
—Más te vale que sea bueno, o te voy a matar. —Susurro más para mi misma y me acuesto sobre su cama, con las piernas extendidas y los brazos tras la cabeza, como si tuviera todo el tiempo del mundo.
Angel.
Decir que estoy en una pelea contra el tiempo, es poco. A decir verdad ese hijo de puta me tiene en el suelo y me está pateando con todo lo que tiene, pero no estoy dispuesto a dejarme vencer, no desde que tengo una nueva meta en la vida.
Estar con Abril.
Desde el momento en que vi nuestra historia reflejada en todas aquellas vidas pasadas y la manera en la que la muerte siempre ha encontrado la manera de apartarla de mis manos, supe que lo nuestro estaba destinado al fracaso, que nunca habría nada ni nadie que pudiera interceder y cambiar el hecho de que nuestro amor nunca pudiera tener un "Y vivieron felices por siempre". Sin embargo, no estoy dispuesto a escuchar un "no", no después de saber que Abril me ha elegido a mí.
—No. —Sentencia Lidia luego de que he terminado de exponerle mi arriesgado plan.
Nos encontramos en la entrada de la fraternidad, sentados en el antejardín descuidado, lleno de hojas secas y colillas de cigarro, mirando hacia el suelo mientras el sol de la tarde se oculta tras el horizonte.
—Mamá. Por favor. —Suplico. —Si hay alguien que puede hacer algo al respecto eres tú.
—Ya hice suficiente. —Brama. —Ya supimos qué fue de ella y los motivos de su muerte, es hora de que se vaya.
—No lo es, mamá. —Admito y aferro mis manos con fuerza a la cerca de ladrillo donde tengo apoyado el trasero. —Sé que esto es una idea absurda, pero necesito más tiempo. Solo un poco.
—Angel. No puedo traer de vuelta a los muertos. No soy Dios. —Dice ella y aunque está tratando de ser paciente, sé que le está costando lo suyo.
—No te estoy pidiendo una vida entera mamá. Solo... Solo un día. —Ella está a punto de negarse de nuevo, pero me apresuro. —No puedo seguir adelante si no, si no tengo al menos una oportunidad de vivir nuestra historia en esta vida. —Estoy rogando de nuevo y tengo que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para retener las lágrimas.
—No sé cómo hacerlo. —Confiesa.
—No lo sé, has algo de tu magia, un poco de abracadabra. —En serio estoy desesperado, pero manejo mi tono de voz lo mejor que puedo.
—Repite eso. —Ordena y se pone de pie con el ceño fruncido y la vista fija en un parche de pasto rebelde que crece entre las baldosas de la acera.
—¿Qué? ¿Que no puedo seguir adelante sin darle un cierre? ¿O que espero que hagas tu magia vudú? —La observo consternado, mientras empieza a caminar de un lado a otro sobre la acera, porque no entiendo de qué demonios va todo esto, toda ella. Pero así es Lidia.
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El Cielo De Abril [TERMINADA]
Teen FictionPara Abril, ser un alma en pena no está tan mal, pues incluso estando viva era invisible. Lo que realmente la cabrea es que el único que pueda verla y que puede ayudarla a llegar a la otra vida, sea Ángel; un cabeza hueca a quién no podría importar...