Capítulo 29: "No le digas suegrita" (Abril)

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No sé cuanto tiempo paso hiperventilando como una idiota, agarrandome a los bordes de la cama como si eso ayudara en algo a detener el panico crudo y tangible que me invade de pies a cabeza, parecen solo segundos, pero en cuanto empiezo a ser consciente de nuevo del entorno que me rodea me fijo en que mi habitación se encuentra oscura, que los grillos cantan fuera de mi ventana y que el aroma que proviene de la cocina es exquisito.

¿Cuando se hizo de noche?

Me rehuso a salir de mi habitación, me niego a ver a Angel bajo ninguna circunstancia, pero la curiosidad de lo que puede estar pasando en la sala en este momento, a decir verdad, está matandome y aunque intento de todo: Desde la meditación hasta contar de nuevo las malditas flores, me encuentro propulsada fuera de la habitación como un cohete cuando escucho a mamá soltar una sonora carcajada. Es un sonido raro, que me deja brevemente aturdida, porque ha pasado tanto tiempo desde la ultima vez que lo oí que casi llego a pensar que era un producto de mi imaginación. Como el hada de los dientes.

—Y solo podía ver sus pies moviendose, mientras trataba de contener la risa para que el maestro no nos descubriera. —Dice jovial, con una sonrisa estampada en el rostro mientras ayuda a mi madre a pelar algunas papas para la cena.

Me ubico en una esquina apartada desde la que sé que no podrá verme, pero desde la cual podré observalo todo, así que tomo ventaja de mi invisibilidad por primera vez desde que mi vida de muerta inició y me dedico a analizar toda la situación, casi como si estuviera viendo una pelicula.

Angel es toda una experiencia visual; su cabello rubio enmarca su frente y sus sienes de una manera exquisitamente despreocupada, sus ojos azules se encuentran entrecerrados, enmarcados por unas cejas espesas fruncidas en un gesto de absoluta concentración mientras se ocupa de cortar las papas sin rebanarse un dedo. Sus mejillas se encuentran coloradas por el calor que desprenden los fogones de la cocina y en sus labios rosados se encuentra estampada una amplia sonrisa que revela unos hoyuelos condenadamente atractivos que invitan a tocarlos, a besarlos y a pesar de que sería feliz contemplandolos por el resto de la noche decido evaluar el resto de él.

Es verdad que parezco una acosadora, pero ey, no todos los días tienes la posibilidad de ver a Angel Marsans preparando ajiaco en tu cocina.

Viste una de sus tipicas camisas negras pero me sorprende ver el logo de Radiohead estampado en el pecho, él me dijo que no le gustaban, ¿Significa que lo había sacado del oscuro mundo del mainstream, o la había elegido intencionalmente para disminuir mi furia? y aunque me resulta curioso, lo que en realidad se lleva toda mi atención es el delantal de tela plastica que lleva amarrado a la cintura que dice "cocinero de rechupete". En cualquier otro se hubiera visto ridiculo, pero en él por alguna razón luce condenadamente sexy, como si hubiera planeado llevarlo todo el tiempo.

Se me seca la boca.

—No puedo creer que Abril haya hecho eso. —Mi madre niega divertida. —A decir verdad siempre la vi tan callada, tan retraida, que es casi como si hablaras de otra persona.

—Oh, no. En definitiva deberías haberla visto, era imparable. Sobretodo cuando se trataba de burlarse de mi, jamás parecía quedarse sin ideas.

—Eso si me suena a ella. —Admite con un subtono de "disculpame por lo que sea que haya dicho" —Creo que lo sacó de su padre.

—Una vez me comparó con un Kakapo, ¿puedes creerlo? —Expresa indignado y se lleva una mano al pecho.

—¿Qué es eso? —Pregunta mi madre, con genuina curiosidad.

—Nada menos que el animal más torpe del mundo. Lo peor del asunto es que no lo capté sino hasta casi una hora despues. —Niega con la cabeza y de nuevo allí esta, una sonora, jovial y alegre carcajada de mi madre la abandona antes de que ella pueda controlarla, obligandola a taparse la boca con las manos.

—Lo siento, lo siento. No es gracioso, en verdad no lo es. Si la hubiera escuchado la hubiera reprendido seguro. —Trata de sonar sería y de condenar mis acciones pero el brillo de la diversión no deja sus ojos, es casi como si hubiera vuelto a la vida.

—Anda, riete. En realidad tenemos que aceptar que es muy ingeniosa con los insultos.

—Era. —Lo corrige ella rapidamente y una pesadez cae en el ambiente, pero antes de que alguno más pueda decir algo, la puerta principal se abre y mi padre entra animado.

—Es Germán. —Anuncia ella. —¿Puedes ocuparte de las papas un momento? Iré a saludarlo y a avisarle que tenemos visitas. —Ella sonrie maternalmente y se limpia las manos en su delantal, antes de salir.

—Si, suegrita. —Dice él en un tono mas bajo, casi para si mismo, como dentro de su propia broma privada. El que haya usado ese adjetivo con ella me revuelve un poco las entrañas así que antes de que pueda morderme la lengua me encuentro diciendole:

—No le digas así. —Exijo de forma contundente.

Él da un respingo, como si no se esperara mi aparición y a pesar de que intenta mantenerse tranquilo, sé que tambien siente esa corriente flotando entre los dos, más fuerte que antes, casi palpable, inmovilizante, aturdidora. A pesar del respingo, se mantiene concentrado pelando las papas (o más bien mutilandolas porque al intentar quitarles la cascara les esta quitando la mitad de la medula) al tiempo que una sonrisa lenta y satisfecha se extiende por sus labios.

—¿Que te parece: mamita suegra? —Propone dando pequeños toquecitos con su indice a su barbilla, en actitud pensativa.

—¿Que te parece si te largas a la mierda? —Resongo de vuelta con una sonrisa sarcastica cargada de veneno.

—¡Guao! Oye, que grosera. —Ahora se hace el ofendido, bien. —Tu madre fue quien me invitó a quedarme, así que no creo que tengas el poder de echarme. Además, se nota que esta pasando un buen rato.

—¿Que es lo que pretendes, Angel? —Pregunto de nuevo. —Venir y contarle historias sobre mi, como si en realidad me conocieras, como si fueramos...

—¿Amigos? —Completa por mi. —Bueno, casi lo fuimos.

Intento que no me afecte cuando dice casi pero es como si me taladraran la palabra dentro del craneo. Casi lo fuimos.

—Además no estoy mintiendo. —Habla de nuevo. —Solo estoy excluyendo la parte de la historia en donde menciono que atraviesas las paredes y vuelas. —Se encoje de hombros y sigue pelando las papas, como si nada y no se me pasa por alto que a pesar de que luce relajado esta evitando deliberadamente verme a los ojos.

Estando más cerca me percato de detalles que no habia podido observar antes: unas sutiles pecas que cubren su nariz y mejillas, unas ligeras arrugas que surcan su entrecejo, dandole un aire preocupado, sombrio y sus ojos igualmente cautivadores estan enmarcados dentro de unas ojeras profundas y violaceas que aunque lo hacen ver cansado y preocupado no disminuyen el atractivo innegable de su rostro.

—¿Por qué viniste? —Inquiero de nuevo, Dios, parezco un disco rayado, pregunta tras pregunta, como si estuviera en un interrogatorio policial, pero es inevitable. Angel suspira y sé que esta planeando una de sus respuestas sarcasticas y elaboradas en las que sigue evitando mirarme, así que me adelanto: —Mirame a la cara, por el amor de Dios y sé honesto.

—Escucha, Abril. —Dice finalmente, derrotado, posando sus ojos en mi. —Descubrí algo que lo cambia todo, sobre tu vida, sobre tu muerte, sobre... nosotros. Todo. Pero no quería intervenir de nuevo sin tu consentimiento, asi que...

Su respuesta explica lo que dijo más temprano sobre la promesa. Vaya, ¿Ahora se lo tomaba en serio? ¿A que santo debía atribuir este milagro?

Estoy a punto de responder, exigiendo que me diga ese descubrimiento de una vez por todas, pero él lo adivina y niega con la cabeza al tiempo que se escuchan unos pasos animados por el pasillo en dirección a la cocina.

—Ten paciencia, Abril. Hasta esta noche. —Sentencia justo antes de que se abra la puerta y entren mis padres animados por su visita.

—Espero que ese ajiaco este bueno, Angel. De lo contrario dormiras en el deposito. —Bromea mi padre con naturalidad, casi como si lo conociera desde antes.

—Oh, señor Germán. Esta tan bueno que podría levantar a los muertos. —Sonríe de nuevo revelando todos los dientes y me mira disimuladamente antes de guiñar un ojo, incluyendome en su retorcida pero ingeniosa broma privada.              

El Cielo De Abril  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora