No, no, no. Esto no puede estar pasando, no de nuevo. Maldita sea. Maldigo para mis adentros y antes de darme tiempo de procesar lo que estoy haciendo abro la puerta buscando a la persona que acabo de echar a patadas.—¡Espera! —Chillo, pero ella no me escucha. —¡Detente ahora! —Demando, pero es como si le estuviera hablando a la pared.
No hace falta decir que para estas alturas del show que estoy ofreciendo mis compañeros de fraternidad ya han salido de sus respectivas habitaciones a asomar sus narices en el chisme caliente y morboso que se cuece frente a sus ojos, y la verdad no podría importarme menos.
—¡Mamá! —Le digo en tono estrangulado al borde del colapso. —Por favor…
Mi súplica llena de temor y pánico apabullante parecen detenerla a la mitad del tramo de las escaleras, pero no la hacen volver.
—Por favor. —Insisto. —La amo.
La facilidad con la que admito esas dos palabras me resulta apabullante, sobre todo porque jamás había sentido algo remotamente cercano y jamás pensé que pudiera llegar a hacerlo, hasta que Abril se metió debajo de mi piel sin pedir permiso. Ahora incluso esas dos palabras parecen quedarse cortas con respecto a mis sentimientos por ella, parecen insulsas, insuficientes y quisiera saber que expresión sigue en la escala del afecto que se adecue mejor a lo que siento. ¿Te adoro? No, no parece correcto tampoco.
Luego de lo que parece una eternidad, Lidia gira lentamente sobre sus pasos y me observa con la mirada empañada por las lágrimas.
—Te está matando. —Sentencia.
—No me importa.
—Hijo. —Suspira con lástima y eleva sus ojos al cielo como buscando alguna clase de iluminación divina. —No puedo… simplemente no me pidas que te ayude con esto.
—Mamá, por favor. —Imploro. —Si hay alguien que puede hacer algo, eres tú. —Abandono la seguridad de mi cuarto y llegó junto a ella en las escaleras. —Por favor, por favor danos un poco más de tiempo.
—Angel, no… —Intenta negarse de nuevo, pero la interrumpo.
—Te juro que soy lo suficientemente fuerte. Te juro que puedo manejarlo. —Insisto. —Solo… solo dame un par de horas.
—¿Y si no eres tan fuerte como crees? —Inquiere, no del todo convencida.
—Tendrás que confiar en mí.
—Solo tengo una condición. —Suelta después de lo que parecen siglos y estoy seguro que mi corazón ha dado una voltereta en mi pecho. ¡Está aceptando!
—Lo que sea.
—Cerraras la boca, me escucharás y harás todo como te lo ordene. ¿Hecho?
En otro momento de mi vida la hubiera mandado a freír espárragos, pero en este momento no estoy en condiciones de exigir nada y a decir verdad, si es mi única opción pienso aferrarme a ella con todo lo que tengo.
—Hecho.
—Y ustedes, chismosos, encuentren algo más que hacer. —Dice ella y las cabezas que están asomadas por los Marcos de las puertas se devuelven lentamente hacia adentro, excepto una.
David nos mira con aprensión y desconfianza desde la puerta de su habitación y sé que quiere saber qué narices es lo que está pasando.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti? —Ladra Lidia en su dirección, con aparente tono amigable, pero puedes adivinar el subtono de "lárgate" en casa sílaba.
—No, señora. Buenos días. —David decide sabiamente guardarse lo que sea que tiene por decir y vuelve a su habitación antes de cerrar la puerta en nuestras narices.
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El Cielo De Abril [TERMINADA]
Teen FictionPara Abril, ser un alma en pena no está tan mal, pues incluso estando viva era invisible. Lo que realmente la cabrea es que el único que pueda verla y que puede ayudarla a llegar a la otra vida, sea Ángel; un cabeza hueca a quién no podría importar...