Capítulo 37 "¿Acaso intentas morir?" (Angel)

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No conozco mucho sobre el cielo o el infierno. En realidad, no conozco mucho sobre muchas cosas, lo único que sí sé es que la sensación de los labios de Abril sobre los míos y sus manos sobre mi espalda desnuda acercándome a ella, con su centro palpitante tan cerca del mío es como estar en el cielo, el cielo de Abril.

He dejado de ser dueño de mi hace mucho y en su lugar se encuentra el cavernícola urgido de sacarle la ropa y hacerla mía finalmente, de demostrarle que es lo que se siente que te hagan el amor, de hacerla entrar en razón y borrar de su piel cualquier rastro de los labios de ese idiota y casi lo logo, casi logro hacerla mía, sino fuera por el infierno que se ha desatado (y no en el buen sentido) del otro lado de la puerta.

—¡Abre la puerta! —Gritan y aporrean la madera con una urgencia alarmante.

Intento ignorarlo y seguir en lo mío, pero lo vuelvo a oír, más claro está vez.

—¡Ángel, hijo, sé que estás ahí, abre la puerta!

No podría huir de esa voz aunque quisiera.

—¿Mamá? —Gruño entre jadeos mientras apoyo mi cabeza sobre el hombro de Abril para recuperar un poco el aliento.

—Más te vale que abras la puerta o la voy a tumbar en diez segundos. —Sentencia y me aparto para mirar los ojos de Abril, quien se encuentra entre divertida y molesta.

—¿Que, en el nombre de todos los santos, está ocurriendo aquí? —Pregunto en un gruñido, a medio camino entre la exasperación y la molestía.

—Ve, Angel. No queremos que mi suegrita se enoje. —Abril intenta motivarme, pero en sus ojos puedo ver un leve destello de decepción, tan sutil que por un momento dudo que esté ahí en realidad.

—¿Suegrita? ¿Eso quiere decir que... —Ella me interrumpe empujandome gentilmente de vuelta a mi cuerpo.

—Ve, ahora. —Ordena y se las arregla para sonreír esta vez, sé que está tan contenta como yo de ver a mi madre justo ahora, sarcasmo presente.

—No vas a huir de esto, ¿Lo sabes, verdad? —Sonrío maliciosamente en su dirección mientras me acuesto sobre mi cuerpo y despierto de nuevo en el plano de los vivos. Me cuesta un poco volver, porque he estado mucho tiempo fuera, pero luego de un par de minutos lo logro. Me levanto de la cama y camino perezosamente hacía la puerta, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad para siquiera abrirle la puerta. No odio a mi madre, pero odio que me haya arruinado esto.

—¿Qué quieres? —Pregunto apoyándome perezosamente sobre el marco de la puerta.

—¿Es así como recibes a tu madre? —Me desafía con la mirada cruzando sus brazos sobre su pecho.

Luce cansada, preocupada y molesta. Genial, ¿Y ahora que hice?. Al ver que no respondo y que básicamente le quiero estampar la puerta en la cara para seguir en lo mío con Abril, se descruza de brazos y se adentra en mi habitación, como si me leyera la mente, y seguro que lo hizo.

Ella sabe que odio que lo haga.

—Estaba ocupado, mamá. —Mascullo con los dientes apretados. Abril se ha quedado sentada sobre el escritorio, se ha arreglado la ropa y el cabello para parecer más presentable, como si Lidia la pudiera ver y estuviera tratando de caerle en gracia, lo cual me parece bastante divertido.

—Necesito hablar contigo. —El tono de su voz preocupado y alarmado no me pasa por alto, y sé que todo esto tiene que ver con Abril, pero no estoy listo para escuchar lo que tenga que decir, solo quiero que se vaya y me deje en paz.

—¿Era necesaria tu presencia? —Pregunto. —No podías, no sé, ¿enviar un mensaje de texto?

—¿Para que lo ignores como siempre? —Ahora suena dolida, y tiene razón. La última vez que la ví fue para mi propio beneficio. Una punzada de culpa me atraviesa, pero la cólera es tan grande que la envuelvo dentro de la manta de enojo que me cubre todo el cuerpo, y la arrojo al fondo de mi cerebro. —Estás llevando esto muy lejos, Angel.

El Cielo De Abril  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora