Capítulo 19: "Lidiando con Lidia" (Ángel)

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Aquel viejo dicho que reza que las brujas arderán en el infierno hasta el fin de los tiempos por sus pecados... Creo que mi familia ha decidido interpretarlo de una manera demasiado literal. La Jagua es un pequeño pueblo ubicado en el departamento de Huila, un lugar alejado de la mano de Dios, que parece haberse quedado congelado en el siglo XVI, con calles empedradas, casas de barro con tejas españolas a dos aguas, una población de 3200 almas y temperaturas de más de 30°C que te derriten hasta las ideas.

Cuando me bajo de la pequeña flota el sol del mediodía dispara sus rayos UV llenos de cáncer en mi dirección, el sudor cae a cántaros por mi frente y mi espalda e intento refrescarme un poco abanicando un poco de aire fresco en mi dirección con el tiquete del viaje, pero el viento es tan caliente como el vapor que desprende una olla con agua hirviendo. Es inutil, voy a morir derretido en menos de dos minutos si no encuentro algo de sombra.

—¡Qué lugar tan pintoresco! Parece un pesebre de navidad tamaño real. —Declara Abril apareciendo a mi lado, fresca como una lechuga y relajada como si nada estuviera pasando.

—¿Pintoresco? Estamos en el mismísimo infierno Abril, no entiendo cómo puedes estar tan fresca y relajada.

—Son las ventajas de estar muerta, Ángel, no siento el calor o el frío, ya deberías saberlo. —Aclara como si nada y empieza a caminar por la calle, explorando el lugar como si estuviera viva.

Pienso en detenerla, en hacerle saber que esto es una locura, que deberíamos volver a Bogotá lo más rápido posible, antes de que mamá nos vea, antes de morir derretido por el calor y los piquetes de mosquito. De hecho, estoy a punto de hacerlo, puedo sentir la palabra Basta formarse en la parte de atrás de mi boca, pero justo cuando empiezo a formar la letra B en mis labios, el brillo de emoción que adivino en todo su delgado y frágil cuerpo me frenan en seco.

Abril luce distinta, caminando con la espalda derecha, la vista al frente, su cabello rojo ondeando al viento, sus mejillas sonrojadas, sus labios rojos enmarcando una sonrisa radiante y sus los ojos negros, abiertos y brillantes que me miran con expectación, como diciendo ¿No vienes?

A decir verdad luce hermosa, viva. Más viva que cualquier persona que conozca.

La dejo alejarse lo suficiente, perderse entre la gente, admirar las casas, los árboles, el camino empedrado por el que va andando como cualquier otra persona lo haría. Ella va admirando la vida, yo solo puedo admirarla a ella.

¿Por qué no la conocí antes?

El pensamiento me deja una sensación amarga y el corazón un poco roto. Si tan solo la hubiera visto antes...

—¡Me encanta aquí! ¡Quiero empacarlo en una caja y llevarlo de vuelta a casa! —Grita extasiada mientras extiende sus brazos y gira sobre sus pies, haciéndome sonreír.

—Lo que tu digas loquita, pero estás yendo en el camino equivocado, la casa de mi madre está por aquí. —Levanto mi pulgar y señalo al otro lado del camino, hacia las montañas.

—Qué aguafiestas eres. —Refunfuña apareciendo de nuevo a mi lado, cruzándose de brazos y mostrándome la lengua como una niña pequeña.

La casa de Lidia Marsans está ubicada en un camino apartado y sin pavimento, discreto a los ojos de la gente común y sólo accesible para todos aquellos que estén dispuestos a creer en algo más que la plana realidad que se muestra ante nuestros ojos. Así que para mi, —un pobre hombre alejado del mundo espiritual, que he renegado de mi don y de los míos desde que supe que era el único niño que podía ver gente muerta y que he cerrado mi tercer ojo para acostumbrarme al mundo plano y lineal— se requiere de un esfuerzo titánico de casi dos horas, encontrar el pequeño camino que conduce a la pintoresca casa de piedra blanca, chimenea y tejas españolas.

El Cielo De Abril  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora