—No te atrevas a tocarme. —Es lo primero que se me ocurre decirle cuando lo veo frente a mí, como si pudiera hacerlo de verdad. Que estupida.
—Tienes que escucharme, Abril. No es lo que... —Empieza a acercarse pero yo instintivamente doy un paso hacia atrás.
—¿No es lo que parece? ¿En serio, Ángel? —Me cruzo de brazos y lo miro desafiante.
—No, yo... —Empieza a balbucear antes de que lo interrumpa de nuevo.
—Huiste. —Lo acuso. —Cuando supiste que en todas tus miserables vidas tendrías que conformarte con nada más que... conmigo. —Se me quiebra la voz.
Sé que tiene intenciones de abrir la boca, de nuevo, pero no estoy dispuesta a darle vía libre.
—Pero tal vez en esta vida sea diferente, ¿sabes? —Me limpio una solitaria lágrima. —Creo que podrías romper el ciclo. Luisa parece una gran chica.
—Abril, escucha... —Intenta acercarse de nuevo pero esquivo su tacto como si estuviera en llamas.
—¡No! No pasa nada, Angel. En serio. —Me las arreglo para sonreír. La sonrisa más triste del mundo. —Todo fue un malentendido, el beso que me diste fue un error, un error terrible y estupido.
—¡No fue un error! Abril, por favor. No digas eso. —Avanza de nuevo en mi dirección.
Luce atormentado, con la cara pálida y los ojos rojos, como si hubiera llorado toda la noche. Pero si algo he aprendido en estos días es que Ángel es uno de los mejores mentirosos de la historia, así que decido mantenerme firme.
—Besarte ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. —Confiesa y me toma gentilmente del brazo acercándome a su pecho, tan duro y sólido como una roca, pero, si lo puedo sentir es porque no está aquí, ni siquiera fue capaz de venir, tan solo uso uno de sus fugaces viajes astrales para salvar su trasero.
—No necesito tu lastima, Ángel. Si necesitas ayuda con algún otro examen solo tienes que pedirlo, no tienes que hacer esto.
—Creo que te quiero, Abril. ¿No lo entiendes? —Suelta luego de un par de segundos en los que parece luchar con sus pensamientos. Sus ojos buscan los mios con insistencia, buscando saber si en realidad puedo creerle.
—No. —Me aparto despacio, como un ave herida. —Estoy muerta, Ángel, pero no soy una estupida. Tu problema, es que "crees quererme" pero no estás seguro y yo sí estoy segura de una cosa.
—¿Qué?
—Jamás me volverás a ver en la vida.
—Hemos coincidido todas nuestras vidas, Abril. No puedes hacerme esto. —Ruega y sus ojos azules están humedecidos.
—Observame.
Sin darle tiempo a alcanzarme de nuevo, decido esfumarme de la habitación e ir a un lugar donde pueda sentir un poco de tranquilidad, en donde su cercanía no me intoxique ni me haga daño y que claramente esté físicamente lo más lejos posible de él.
Mi casa.
El olor hogareño, el familiar papel tapiz y el clima cálido son un bálsamo inmediato para mi muerto corazón roto, un refugio de paz y calma en donde finalmente me siento un poco menos miserable. Camino hacia mi cama y me refugio sobre mi colcha de margaritas que ahora se encuentra cubierta de polvo antes de empezar a sollozar de nuevo.
Lo odio, odio todo lo que representa, odio la facilidad que tiene sobre mí, de enviarme al cielo con un roce de sus labios y de enviarme al infierno con su desprecio, odio que me haga sentir tan viva, pero que al mismo tiempo me haga desear morir una y mil veces más.
¡Me siento tan sola y miserable! Necesito un abrazo, quisiera un abrazo que arrastre un poco toda esta miseria.
Justo en el momento en que mi mente formula ese pensamiento, la puerta de mi cuarto empieza a abrirse lentamente revelando un halo de luz cálida proveniente del pasillo, pero que más bien parece una puerta celestial que revela a un ángel piadoso y bondadoso frente a mí. Es Aurora, mi madre, que llega a mi lado, como si en serio pudiera verme.
—Me haces tanta falta, mi niña. —Susurra con una sonrisa triste, mientras acaricia mi colcha, como buscando un poco de mi calidez.
—Lo siento tanto, mamá. —Digo de vuelta y estiro mi mano en su dirección, buscando acomodar uno de sus cabellos tras su oreja, pero me detengo justo a tiempo. Si en realidad puede sentirme, no quisiera asustarla.
—Desearía tanto haberte dicho lo fuerte que eras, lo valiente que fuiste por perseguir tu sueño. —Solloza suavemente y toma un par de respiraciones antes de continuar. —Que tu terquedad era más bien una tenacidad implacable, intimidante, que nos dejaba a tu padre y a mi descolocados, incapaces de seguirte el paso.
Toma una de mis almohadas y la abraza contra su pecho antes de continuar.
—Quisiera haber estado más pendiente de ti, haberte llamado más veces, haber sabido interpretar tu silencio... si tan solo... si tan solo hubiera estado para ti.
—Mamá... —Susurro, limpiándome las lagrimas tambien. —Tu no tienes la culpa. Lo siento, yo no quise hacerlo... perdóname.
—A veces no sé como seguir, no sé cual es el propósito de levantarme en las mañanas, de ir al trabajo, no sé cual es el punto de todo esto. —Sorbe por la nariz y levanta la mirada en mi dirección, como si pudiera verme, pero sé que está viendo a través de mí, hacia la ventana.
—Así que entiendo tu decisión y donde sea que estés espero que estes mejor, dándole lata a los ángeles. Reclamando a San Pedro por la paz mundial, por el hambre de los niños en la guajira, o algo así. —Su fugaz pensamiento nos saca una pequeña risita a ambas. Porque esa sería yo sin lugar a dudas.
—Tu padre y yo te echamos mucho de menos, mi niña. Pero sabemos que donde sea que estés, nos cuidas a ambos y siempre serás nuestra niña valiente, capaz, dulce y llena de amor. —Dicho esto, pone la almohada de vuelta en el cabecero y se alisa la blusa antes de ponerse de pie. —Te amo, siempre lo haré.
—Te amo tanto mamá, por favor sigue luchando. —Susurro como si pudiera oírme, deseando con todas mis fuerzas que pueda hacerlo, que se quede un poco más, pero luego de escuchar como la puerta de la entrada se abre y mi padre la saluda desde el primer piso, ella se apresura a salir, cerrando con cuidado y dejándome sola de nuevo.
Sus palabras son una bandita puesta delicada y amorosamente sobre mis heridas sangrantes, que me alivian de inmediato, me brindan paz, tranquilidad y sobre todo fuerza para seguir, para enfrentar esta eternidad sombría y aterradora con un poco más de optimismo.
Pero no dura mucho, porque el tedio me acecha más que cuando estaba viva. La vida de un fantasma que no tiene a quien asustar, a quien jalarle los pies en la noche, a quien cambiarle las cosas de lugar, o de quien cobrar venganza por el resto de la existencia es tan deprimente que me alegra que nadie pueda verme. Mis días y mis noches se basan en:
Vagar por casa, ver a mamá llorar, ver a papá llorar por ver a mamá mal, intentar refugiarme en mi habitación, aburrirme en mi habitación, ir por las calles de Pereira buscando algo que sé que no podré encontrar e intentar con todas mis fuerzas no pensar en él. La mayoría de veces puedo hacerlo, logro mantener sus ojos azules a raya, pero en las noches, cuando la ciudad duerme y no hay muchos lugares a donde ir, me permito pensar en él y sollozar por lo que jamás se dará.
Por lo que en ninguna vida sucederá.
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El Cielo De Abril [TERMINADA]
Teen FictionPara Abril, ser un alma en pena no está tan mal, pues incluso estando viva era invisible. Lo que realmente la cabrea es que el único que pueda verla y que puede ayudarla a llegar a la otra vida, sea Ángel; un cabeza hueca a quién no podría importar...