Me sorprende la habilidad de David para hacer de este chiquero un palacio en menos de tres horas, con luces estrambóticas, una máquina de humo y un DJ sorpresa, que seguramente resultará siendo solo un pobre diablo de la escuela secundaria que quiere saber qué se siente estar en una fiesta universitaria.
La excusa del día de hoy es la celebración del día del idioma, pero en términos generales se traduce en; montones de botellas de Jack Daniels, uno que otro porro o Happy brownies, su lista de Spotify de cinco horas de One Hit Wonders —que se hicieron famosos en Tiktok o alguna otra red social— y decenas de chicas y chicos en busca de algún pretexto para darle rienda suelta a sus hormonas.
Tal como lo sospeche antes de salir de mi habitación, el resto de la casa esta a reventar de cuerpos sudorosos y danzantes, el aire esta viciado con olor a alcohol, marihuana y sexo, y desde el sistema de estéreo mediocre suena una melodía pegajosa que pertenece a miles de reels en instagram y Tiktok. Tengo que poner buena cara, claramente, y procurar encajar aquí, tengo que pretender que soy normal, porque es lo único que tengo. Además, siempre cae bien algo de alcohol y sexo, ¿Qué hay de malo en eso?
Me recompongo de mi repentino ataque de identidad y termino el tramo de escaleras hasta llegar al vestíbulo donde es aún más imposible moverse.
—¡Eh, Ángel, viniste! —Me saluda David abriéndose paso entre la gente hasta llegar a mi.
—Uhm... Literalmente vivo aquí, Dave, ¿De que hablas? —Le devuelvo el saludo con un choque de puños amistoso.
—Lo siento, esto es muy potente. —Sonríe aletargado y me enseña el cigarro de hierba a medio fumar que sostiene en su mano derecha. —¿Quieres un poco?
—Paso, gracias. No quisiera olvidarme de donde vivo. —Me burlo y me safo delicadamente del brazo que me pone sobre el hombro para ir a la cocina, donde seguramente hay montones de cerveza y vasitos rojos.
Cuando logro hacerme con una lata de BBC lager barata y una rebanada de pizza de pepperoni de Aprissa Pizza —Un local frente al campus que vende pizzas decentes a un precio razonable— me hago campo entre la gente para poder comer en paz. No he probado bocado desde el almuerzo, pues estuve escondiéndome en mi habitación para no tener que ayudar con los preparativos de la fiesta de David. Debo decir que lo hice perfecto, pero ahora la gastritis me esta matando y la pizza es bienvenida en mi estomago vacío.
—¡Ahí estás, Angelito! —Saluda una familiar voz aguda, que se eleva un par de octavas para llamar mi atención. Su nombre es Celeste, creo. Una de las chicas de nuevo ingreso que cayo en mis sabanas casi al tiempo que le daban la bienvenida a la facultad de derecho de la Universidad Nacional. Intento fingir que no la escucho, pero sus manos pegajosas se pegan a mi pecho mientras me abraza por detrás y me veo obligado a girar.
—¡Hola, Cel! No pensé que fueras a venir. —Digo fabricando mi sonrisa de medio lado que sé que revuelca todas sus hormonas.
—No me perdería una de las fiestas de David por nada del mundo. Además, tengo algo que quiero mostrarte. —Sonríe despampanante como siempre.
—¿Qué es? —Pregunto verdaderamente intrigado, si me dice que me hizo una carta o un Mixtape, juro que podría escupir la cerveza.
—Bueno. —Dice y adopta una sonrisa lenta y sensual mientras se acerca a mi oreja. —No es algo que pueda mostrarse en público. —Susurra y muerde el lóbulo de mi oreja, haciéndome olvidar que no quería verla en primer lugar.
Un gruñido casi animal se escapa de mí antes de que pueda detenerlo y a ella parece encantarle.
—Suena interesante. —Logro decir y me encuentro rodeándola con los brazos, llevando una de mis manos a la parte baja de su espalda, atrayéndola en mi dirección. —¿Quieres ir ahora? —Pregunto y espero que diga que sí. Es una rubia platinada, alta, con hermosos pechos y un trasero perfecto. Al imaginarme lo que pueda ser su sorpresa y todo lo que podría hacerle ahora mismo, tengo la imperiosa necesidad de arrancarle el vestido de algodón rojo en el que no había reparado hace tres segundos.
—Es tentador, pero quiero bailar un poco y beber hasta que el mundo se vea un poco menos definido. —Dice manteniendo la sonrisa, pero sé que es una prueba, quiere saber que tanto puedo esperar para desvestirla.
Sé que quiere que encuentre en ella alguien divertida, única, seria, con quien pueda mantener una relación estable y duradera, y en verdad lo intenté, pero no es posible, no hay nada en ella —además de sus preciosos pechos y su descomunal talento en las artes orales— que me haga querer pasar con ella más de dos horas.
—Estás en tu casa, por favor diviértete. —Le doy un gentil apretón en el hombro y de la misma manera en que la acerque a mi, impongo un par de centímetros de distancia.
—¡Oh! Pensé que íbamos a pasar la noche juntos. —Dice mirando sus zapatos de tacón, luce visiblemente decepcionada.
—Sabes que no estoy buscando... —Empiezo a aclarar las cosas por milésima vez, pero ella me interrumpe.
—¿Sabes que? Da igual, Vivian seguro querrá bailar y beber un poco. —Como si no hubiera pasado nada, se arregla el cabello enviándolo hacia atrás por encima del hombro y se da la vuelta sobre sus zapatos. —Te enviaré un mensaje cuando esté lista para mostrarte tu regalo. —Dice por encima del hombro y se va.
Su actitud realmente me sorprende, ¿En serio esta dispuesta a tener sexo conmigo después de que rechacé su compañía por millonésima vez? Vale, no entiendo nada. Resoplo exasperado, terminó mi cerveza en un par de sorbos antes de arrojar la lata a la caneca rebosante y saco una nueva y helada lata de la nevera antes de hacerme paso entre la gente para tomar algo de aire fresco.
Son casi las once de la noche y me sorprende que los guardias de seguridad aún no nos hayan hecho apagar la música, supongo que se debe al hecho de que es viernes y que sería muy difícil detener una fiesta de aproximadamente ciento cincuenta almas ebrias entre tres vigilantes. Sonrío ante la idea de tres pelagatos intentando imponer su autoridad sobre toda esta gente que en su mayoría esta ebria, drogada, teniendo sexo, o las tres al tiempo y camino a un lugar lo suficientemente alejado para poder pensar con claridad y respirar un aire medianamente decente.
Al principio caminó sin rumbo, dando tumbos entre las áreas verdes frente a la biblioteca central y la parte trasera del auditorio León de Greiff, inconforme con cada lugar. No sé exactamente que estoy buscando, o porque cada sitio me parece inapropiado, hasta que luego de veinte minutos de vagar por el campus me encuentro sentado al borde de la enorme e imponente fuente frente a la facultad de psicología, meciendo el agua de la fuente con la mano, formando pequeñas ondas que se expanden infinitamente sobre la capa de agua.
Me siento extrañamente melancólico e incómodo. Nunca había venido a este lugar tan tarde, no es uno de mis lugares favoritos del campus, pues sus estudiantes parecen estarme evaluando todo el tiempo, como si supieran más de mi que lo que elijo contarle a la gente. Así que, ¿Qué demonios estoy haciendo aquí?
El pensamiento de que algo específico me trajo a este lugar me golpea como un tren, porque significa que por más de que intente dejarlo ir, sigue ahí, el don que mi madre insiste que tengo desde que nací, no me ha abandonado, a pesar de que he hecho todo lo humanamente posible por deshacerme del malnacido. Es un pensamiento fugaz, pero me deja mal parado, confundido y frio. Así que sacudiéndome la mano mojada, me pongo de pie y me empino el ultimo sorbo de cerveza antes de caminar de vuelta a la fraternidad.
Pero, es en el mismo momento en el que decido caminar lejos de la fuente y que me reprocho por haberme dejado guiar hasta este lugar, cuando un golpe seco, sordo y escalofriante resuena a mis espaldas.
Me giro a tiempo para ver una pared de agua levantarse en los aires antes de caer de nuevo a la fuente, enviando ondas de agua que salpican en todas direcciones hasta la punta de mis zapatos. Pienso que es como si una piedra hubiera caído al agua, una piedra enorme.
Excepto que no es una piedra, es un cuerpo.
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El Cielo De Abril [TERMINADA]
Novela JuvenilPara Abril, ser un alma en pena no está tan mal, pues incluso estando viva era invisible. Lo que realmente la cabrea es que el único que pueda verla y que puede ayudarla a llegar a la otra vida, sea Ángel; un cabeza hueca a quién no podría importar...