Otro diez. Una calificación perfecta más a su expediente. Pero sigue aún sin levantar sus ojos negros de la madera de su pupitre.
—Excelente análisis del condicionamiento operante. —El señor Ravens deja el trabajo bajo su campo de visión para que ella pueda ver el cinco cerrado y la breve nota de admiración que ha puesto debajo con rotulador rojo.
—Gracias. —Murmura ella, pero no se mueve.
Siempre ha sido así para Abril; ir a clases, sentarse al fondo, mirar al suelo, rascarse las palmas de la mano contra la tela áspera de sus jeans, intentar desaparecer cuando hay foros de discusión, seminarios o actividades que requieran hablar en voz alta, negociar con sus docentes (en su mayoría impresionados por su intelecto) para que las calificaciones de participación sean reemplazadas, por ensayos, revisiones de texto, inspecciones de casos clínicos complejos o lo que fuera para no tener que hablar en frente de los demás, para hacerse invisible.
Y le había funcionado, de verdad que sí. Por casi cuatro semestres ha logrado ser el montículo de ropa sentado en la parte de atrás del salón, que gasta el valiosísimo aire que los demás podrían respirar, pero que no parece molestar a nadie. Abril es una grieta negra y profunda en la pared, a la que todos parecen estar acostumbrados y no se esfuerzan en cubrir.
Pero no sabe qué demonios es lo que está pasando este semestre, pues desde que empezó el curso de Psicología diferencial, su docente Leonard Ravens se ha empecinado en notar su presencia, en intentar interactuar con ella, en romper la regla no escrita de no meterse con ella.
—¿Cuál fue la descripción que le dió a Skinner en tu ensayo? ¿Un... —Deja la pregunta formulada al aire con aire esperanzado, esperando que ella la responda.
—Un encantador de perros. —Abril se haya murmurando de vuelta, a medio camino entre la risa y la exasperación. De su ensayo de diez páginas jamás pensó que él en serio se fuera a fijar en eso.
—Una opinión bastante polémica, ¿No cree? —Pregunta Ravens de nuevo, completamente maravillado de escuchar su voz al fin, pues en las dos semanas que llevaba el curso, lo único que había podido escuchar en su dirección había sido un silencio ensordecedor.
Las personas a su lado han empezado a guardar silencio para escuchar la conversación, curiosos de si lo que escucharon fue una invención colectiva o si en realidad fue la voz del montículo de ropa con piernas.
—Su teoría es vana y sencilla. Carece de visión interna. Pretende reducir la complejidad de la mente humana a... —Se pausa a sí misma cuando se da cuenta de que ha hablado por más tiempo del que ha hablado en toda su carrera y que ha capturado aún más miradas curiosas de sus vecinos de pupitre, así que se apresura a terminar: —Premios y castigos.
Cuando no recibe respuesta alguna del señor Ravens teme por un momento que en algún punto de sus divagaciones él se haya ido aburrido y que esté haciendo el ridículo hablando sola, pero en cuanto alza la vista se encuentra con un par de ojos chocolate extremadamente cálidos que la miran a través de unos gruesos lentes de montura con una pizca de lo que parece ser orgullo y astucia.
¡Al fin he logrado que hable! Se dice el señor Ravens a sí mismo completamente embargado por la emoción. Pues desde el inicio del curso ha querido escuchar la voz tras la mente maestra de todos los ensayos y revisiones magistrales que ha encomendado a sus alumnos, pero más que eso, ha querido ver a los ojos a la chica listilla que le ha recordado porqué escogió la docencia en primer lugar y ahora que lo ha logrado, se siente completamente descolocado.
Decir que no ha inspeccionado a Abril a la distancia en más de una ocasión sería mentira, pues la chica le preocupa, digo, ¿A qué maestro no le preocuparía que una alumna sufriera un ataque de ansiedad a mitad de una prueba parcial? Suele inspeccionarla, si, pero con fines educativos y con preocupación genuina. Otra cosa es que en medio de sus chequeos esporádicos se hubiera dado cuenta de cuán bonita es, porque es una chica bonita, con un cabello rojo fuego ensortijado y caótico, una nariz fina y respingada cubierta de una fina capa de pecas y unos mullidos labios rojos.
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El Cielo De Abril [TERMINADA]
Roman pour AdolescentsPara Abril, ser un alma en pena no está tan mal, pues incluso estando viva era invisible. Lo que realmente la cabrea es que el único que pueda verla y que puede ayudarla a llegar a la otra vida, sea Ángel; un cabeza hueca a quién no podría importar...