EXTRA I

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¿Saben qué es lo mejor de la vida de casados? Amanecer todos los días al lado de la persona que más estimas, o bueno, eso dicen Ava y John.

El flacucho hombre se encontraba colgado de las barras que hay por todas las paredes de su casa; fueron hechas para facilitar el traslado del señor Müller. Llegó hasta la habitación principal de la hermosa pareja, observando al instante el cuerpo inerte de su esposa en la cama. Estaba dormida.

John se recostó a su lado, pasando una mano por todo el contorno de su rostro, delineando las delicadas facciones de la mujer con 6 meses de embarazo. No faltaba mucho para el nacimiento de su primera criatura y la habitación donde se quedaría ya casi la terminaban, solo le faltan algunos retoques de decoración y listo.

Pero no todo es sencillo. Ava la había estado pasando fatal, la maternidad no parecía ser lo suyo.

Muchas veces, John la encontró llorando en el baño porque no se sentía capaz de mantenerse firme por más tiempo enfrente suyo. Así que su marido la abrazaba por horas hasta que se tranquilizaba y podían volver a la cama.

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Despertaron a las 10 de la mañana, ya que no tenían un horario específico para hacerlo. Mas que nada por la capacitación de Ava y el puesto de John (quien era su propio jefe).

-Buenos días, hermosa- Saludó el morocho a su esposa, luego se arrastró un poco hacia abajo hasta llegar a la panza abultada de la misma. Depositó suaves besos ahí- Buenos días a ti también, bebé- Sintió los delgados dedos de su mujer entre su cuero cabelludo.

-¿Puedes salir ya de mi, bebito?- Dijo Ava en broma, haciendo reír al hombre. Ella siempre hablaba con su hijito (porque si, ya sabían el sexo) a todas horas.

-No creo que eso sea posible, a menos que quieras sufrir complicaciones y acabar con un paso en la tumba. Si quieres eso lo respeto, pero no lo acepto, así que te pediría el divorcio- John mantuvo una sonrisita al hablar, y Ava se sentía indignada.

-¿Acabas de decirme que prefieres al bebé antes que a mi?- Justo por eso no quería hijos, sus celos tóxicos la terminarían matando; no soportaba compartir la atención de su bello marido.

-Solo digo que ese pequeño en tu barriguita- Dejó otro casto beso- Se parecerá a ti  y cada vez que lo vea sabré que soy el hombre más afortunado, porque tú me permitiste crear una familia contigo- Ahora besó apasionadamente los labios de la mujer. Y ella le correspondió con todo el amor que pudo transmitir.

-No existe otro hombre al que yo le hubiera permitido eso, así que si, eres un privilegiado- Rieron.

Rieron porque estaban asustados, pero juntos.

Rieron porque habían ganado un nuevo nivel de confianza, uno más extremo.

Rieron porque... ¡Serían papás primerizos!

Rieron porque, en el fondo, sabían que eso era cierto; eran almas gemelas destinadas a amarse por el resto de sus días.

De todos modos, rieron porque la vida es un chiste que todos vemos como la cruda realidad.


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Y bueeeeno... decidí hacer dos extras (ya que me pareció buena idea luego de leer los comentarios del epílogo).

Espero les gusten y gracias por apoyar esta historia.

¡¡L@s amo!!

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