Dalilah... & Jade

523 55 38
                                    

TORI

Aún recuerdo todo: mi desesperación al ver las sábanas ensangrentadas, las mantas llenas del mismo líquido, el espejo hecho trizas, las cuchillas ensangrentadas como último mensaje... Y nuestra promesa rota sobre no abrir las ventanas.

Supe que estaba muerta cuando la vi, pero muy dentro de mi corazón continué aferrándome a la posibilidad de que viviera.

Recuerdo haber bajado las escaleras desde su habitación al recibidor de la casa, gritando como jamás lo he hecho de nuevo. Recuerdo a sus padres preguntándome qué pasaba, y me recuerdo corriendo por el pasillo principal del decimoquinto piso del edificio hacia el ascensor. Recuerdo muy lúcidamente cuando sentí que me ahogaba mientras bajaba los quince pisos, que el aire faltaba en mis pulmones mientras corría por la recepción y salía hacia los jardines bajando unas pequeñas escaleras.

Recuerdo que ella parecía mirarme con sus ojos verdes, que la sangre salía en una fina línea de sus oídos y su boca como muestra de que por dentro había colapsado y no había nada que pudiera salvarla, y que estaba llena de moretones... También recuerdo que mi blusa de color gris quedó embarrada de sangre cuando ella levantó una de sus manos y murió en mis brazos mientras sus padres corrían para intentar llegar a mí, a nosotras.

Recuerdo todo sobre ella, sobre nosotras.

Ella no dejó ninguna nota antes de irse, y aunque supe los motivo inmediatamente después de ver su último respiro y que por fin cerrara los ojos, también supe que mi vida a partir de ese momento iba a doler cada vez que tuviera la fuerza necesaria para tomar una bocanada de aire fresco.

No ha sido del todo falso, las drogas no son precisamente una salida al dolor, son más bien una consecuencia después de buscar que el dolor saliera de mi pecho por su ausencia.

Fui a terapia durante algunos meses, pero nunca fue suficiente para que la culpa dejara de perseguirme. Supongo que la sensación de que pudimos haber hecho algo más nos persigue hasta que alguien nos hace cambiar de parecer.

Me refugié -paradójicamente porque soy una tonta que no sabe hacer más que tomar malas decisiones que siempre afectan a quienes amo- en la persona que más daño pudo hacerle a Dalilah...

Cuando tuve una noche de sexo experimental con Evangeline en el rascacielos, supe que iba a estar de algún modo atada a sus acciones y -sin que yo lo supiera directamente- ella fue mostrándome drogas: la primera fue el cigarrillo, con el que no me familiaricé de inmediato porque mi padre siempre fue muy precavido respecto a advertirnos de sus peligros.

No me importó, todo me importaba realmente muy poco en ese momento.

Hubo un punto en el que ya no soporté la escuela, y gracias a Trina y su poco talento pude entrar a Hollywood Arts, de modo que aunque para ese punto ya comenzaba a tener una adicción a la nicotina, no pasaba de allí.

Volví a verla unos dos o tres meses después de terminar con Steven, y tuvimos sexo de nuevo n medio de una dosis de marihuana que me dejó dormir todo lo que no dormía desde hacía un año antes de eso.

—Tori... Despierta, cielo.

—¿Mamá?

—¿Sabes dónde estás? —niego —Al parecer tuviste una sobredosis con algún medicamento y tuviste un episodio de epilepsia, estamos en el hospital.

Aprendieron a no tener tacto conmigo, no por ser malos sino porque cuando las cosas pasan no hay forma de que se escuchen suaves, son lo que son y ya.

—Pero...

Ella me abraza en silencio, sé que se esfuerza por entenderlo todo y que le duele no saber exactamente qué hacer para ayudarme. Yo también quisiera saberlo, ella y papá no son los únicos que sufren por las secuelas de un amor tras las ventanas de una habitación.

EVERYTHING ABOUT HERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora