El saludo de Janet desde una ventana en lo alto de su edificio remueve cada una de mis emociones de todas las formas posibles, y por un segundo me replanteo la idea de subir por las pequeñas escaleras, caminar hacia el ascensor y presionar el número quince.
«Ya estás aquí» la pelea contra mi conciencia comienza de la misma forma que lo ha hecho durante tres días, no he dormido nada bien.
Suspiro, y los cinco pequeños escalones del umbral del edificio Hawkins se me hacen eternos, el portero parece reírse de mi agonía mientras me saluda con un pequeño asentimiento de cabeza que devuelvo con una tremenda dificultad.
Muerdo el interior de mis mejillas al presionar el botón que obliga al cubículo de metal que necesito con urgencia a bajar en mi encuentro, y al escuchar el timbre de llegada siento que mis piernas fallan por una fracción de segundo.
Cierro los ojos al adentrarme, buscando respirar debidamente y evitando a toda costa el contacto visual con las tres o cuatro personas que se suben al ascensor, entonces pienso en matemáticas.
La multiplicación del número cinco, edad que teníamos cuando conocí a Dalilah mientras jugábamos, si se hace por tres, resulta en quince.
Me tomó cinco días elegir el atuendo correcto para celebrar su cumpleaños número quince.
Y si a esos quince, cumpleaños al que llegué tarde, le sumas otros quince, entonces tienes treinta... Hoy es treinta.
Dalilah cumpliría años el treinta de ese mes, hoy tendría dieciocho, al igual que yo.
Dalilah era menor que yo por tres meses. Yo nací en febrero y ella en mayo, el quinto mes del año.
El timbre de llegada suena, las puertas se abren y la bienvenida corre por parte del pasillo por el que corrí a toda prisa sabiendo lo que estaba a punto de ver.
Tomo aire por la nariz, exhalo lentamente por la boca y doy un paso fuera; inmediatamente quiero salir corriendo en la dirección contraria.
Pero sigo caminando hacia la puerta numero diez, dos veces cinco, cinco menos para que sean quince, y siete más que tres.
«Ya para, me estoy mareando con tantos números»
Gruño, ¿no puede dejarme tranquila?
Mis nudillos golpean la puerta del apartamento con timidez, espero que ellos puedan escucharme.
—¿Quién es?
—Soy yo, Tori.
La puerta se abre de inmediato y unos brazos me envuelven con fuerza, sé que no se trata de Janet porque su cabello es oscuro como el mío, y no creo que ella haya renunciado a su cabello rojizo.
Me abrazo a la madre de las hermanas Dawson como si mi vida dependiera de ese contacto, y segundos después ella está sollozando, lo que hace que yo comience a llorar.
—Has crecido tanto, mi niña —me mira con detenimiento y sus ojos se mantienen húmedos.
—Hola...
—Mi niña, no puedo creer que estés aquí —limpia sus lágrimas con el dorso de su mano —, ¿Janet sabía que vendrías, por qué no nos avisaste?... Habría preparado algo... Yo...
Niego volviendo a abrazarla y me quedo escondida en su hombro hasta que ambas dejamos de llorar, no me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba el cariño tan inmensamente sincero que ella siempre tuvo para mí.
—¿Tori? —Janet baja por las escaleras y me entristezco aún más al verla llegar al recibidor, Me sonríe con cierta tristeza que parece nunca haber estado dispuesta a irse.
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EVERYTHING ABOUT HER
FanfictionLo recordaba todo: La forma en que sus manos se movían hábilmente con la tijeras mientras me observaba como si disfrutase mi dolor, los momentos en los que se quedaba en casa mientras lloraba por su relación fallida con Beck, cuando me besó por pr...