A piece of me

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TORI.

El camper, otra vez estábamos encerrados en el endemoniado camper de Beck, pero ésta vez solo estábamos nosotras dos, con ella completamente furiosa y echándome culpas cada dos segundos, casi desnuda por la temperatura del lugar... No podía culparla

Yo no hacía más que moverme de un lado a otro en el reducido espacio, con el único deseo de salir huyendo y no tenerla tan cerca, con la piel perlada en sudor y mordiéndose los labios en medio de su desesperación, susurrando improperios y maldiciones hacia mí

—¡Cállate, cállate ya, maldita sea! —exploté, sin ánimos reales de insultarla, pero con toda la impaciencia posible

—¡Tú no me vas a dar órdenes, Vega!

Estaba harta, de la forma en la que me trataba como basura; de cómo parecía disfrutar de eso mientras yo moría por dentro día con día, de cómo me provocaba tanto deseo de forma tan desenfrenada

La tomé de ambas manos antes de chocar su cuerpo contra el mío y poseer por fin sus labios, ella no se apartó...

La puerta suena con varios toques interrumpiendo mi sueño, y por primera vez quiero matar a una de las enfermeras de este hospital psiquiátrico.

—¡Uhg, maldita sea Kara, ¿era absolutamente necesario despertarme justo ahora?!

—Tristemente, es hora de tus ansiolíticos.

Me siento en la cama frotando mis ojos con ambas manos, el reloj de mesa me dice que son las siete de la noche y que he dormido dos horas desde que terminó la sesión de terapia psiquiátrica.

—¿Qué soñabas? —me da un vaso de agua y espera a que lo tome para darme un par de pastillas de color blanco.

—Con la persona más importante de mi mundo —sonrío con nostalgia preguntándome qué ha sido de ella y si ha estado bien.

—¿Sigues sin querer comunicarte con nadie de tu círculo cercano, estás absolutamente segura?

—Lo estoy —aclaro mi garganta y le doy una nueva sonrisa —Sé que para ellos todo esto es un desastre, aunque no son los únicos en medio del terremoto... Sé que si les hubiera dicho algo ellos me habrían apoyado, pero se trataba de mi fuerza de voluntad, con ellos de mi lado creo que jamás habría necesitado irme verdaderamente, solo habría seguido buscando excusas que se justificasen en el amor infinito que ellos me tienen.

—¿Y qué tal va tu proceso de luto, cuántas fases has pasado ya en dos meses que llevas aquí?

Me tomo un minuto para pensarlo, la negación fue un momento duro, especialmente porque no estaba acostumbrada a dormir en las camas de un hospital psiquiátrico, porque no estaba acostumbrada a recibir terapia todos los días en las mañanas con un hombre mayor con bata blanca del mismo tono de sus canas, porque no estaba acostumbrada a recibir medicamentos para contrarrestar la ansiedad provocada por la falta del consumo de drogas... Todo era una negativa que me hizo llorar un montón las primeras semanas.

—La negación ya está abolida, supongo.

—¿Y la ira? —el doctor Clifford está recostado en el marco de la puerta con una sonrisa a medias, la enfermera y yo sonreímos al verlo y con un gesto los invito a ambos a sentarse en la pequeña cama.

Otra cosa de la que no te das cuenta sobre estas experiencias sino antes de vivirlas es que hay gente de todos los tipos: una señora de cincuenta años que entró porque estaba muriéndose de soledad por la pérdida de su hijo, una chica de dieciséis años que estaba autolesionándose constantemente y en una de esas autolesiones terminó bebiendo alcohol etílico en la sala de cuidados iniciales del hospital al que fue llevada en medio de un arranca de ira para cuyo control fue necesaria la intervención policial, mujeres intentando combatir su adicción al alcohol, chicas con trastornos psiquiátricos severos como la bulimia o la esquizofrenia... Es impresionante.

EVERYTHING ABOUT HERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora